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Un tipo peculiar de político: Almagro

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Almagro, Cuba

Foto: AFP

  1. El secretario general de la OEA es un político de calidad difícil de conseguir en estos tiempos. Hay muchos modos de evaluarlo. Desde los aspectos que se refieren a su personalidad o carácter hasta el de sus posiciones políticas más firmes y constantes. Hay quienes estiman que dado su talante se comprometió con posiciones radicales en relación con la crisis venezolana y, en general, con algunas de las posiciones más tajantes. Es decir, sería una especie de retorcimiento de una personalidad pública, aferrada a sus más intensas neurosis.
  2. En relación con la crisis venezolana, Almagro fue de los que se comprometió en forma más temprana y terminante con la necesidad de liquidar el régimen chavista. Fue reconocido y saludado por toda la oposición venezolana, no sólo como un valioso dirigente sino como líder continental por la causa democrática. Fue el articulador de algunas de las grandes convergencias internacionales alrededor de la lucha por la libertad en Venezuela. Recibió a todos cuantos quisieron hablarle, contarle, sugerirle, incorporarlo, de parte de la oposición.
  3. El encanto, sin embargo, se rompió. Desde hace algún tiempo algunas críticas se dejaron colar por parte de dirigentes políticos venezolanos que comenzaron por reprocharlo debido a que lo veían como muy identificado con posiciones radicales dentro del espectro político doméstico. Sin embargo, unos con ganas y otros sin ganas lo convirtieron en figura de convergencia, especialmente cuando la Asamblea Nacional presidida por Guaidó acordó invocar la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, que contempla medidas de todo tipo, hasta llegar a la acción militar. En estas gestiones cumplió papel estelar Gustavo Tarre, reconocido por Almagro y la mayoría de los países de la OEA como representante del gobierno interino.
  4. El jefe de la OEA se transformó en el articulador internacional de países con distinto grado de disposición a apretarle las criadillas a la banda presidencial de Miraflores. Sin embargo, cuando comenzó la danza macabra del diálogo noruego, luego seguida por el minué de Barbados y el merengue dominicano, lentamente, a hurtadillas los partidos que controlan la AN de Guaidó, comenzaron a distanciarse de Almagro: “es que es muy radical”, comenzaron a decir como víctimas de un repentino sarpullido de moderación.
  5. Sólo los radicales y los que quedan firmes en el resto del mundo sobre el asunto venezolano siguieron ponderando la valía de las posiciones de Almagro. ¿Será verdad, entonces que este se volvió muy radical? No. En realidad no ocurrió de ese modo. No fue el Secretario General quien cambió su posición sino que más bien la mantuvo, mientras la grotesca comparsa de los cuidadosos, moderados y afines, fueron los que se distanciaron de la posición de Almagro, para entrar en las tratativas que han culminado hasta ahora en la farsa mexicana.
  6. Muchos gobiernos y la OEA se cuadraron con el “cese de la usurpación” y cuando Guaidó comenzó a hacerse el loco frente a su propuesta, al lado del G4, el argumento usado era que “la comunidad internacional” exigía esto y lo otro; es decir, les exigía que abandonaran la tesis de sacar a Maduro, en beneficio de las negociaciones para entenderse. Todo es falso: la comunidad internacional acompañó “el cese de la usurpación” hasta que sus autores la abandonaron y después, estos se pusieron a decir que lo habían hecho a petición de las hermanas y hermanos de otras latitudes. Almagro no comió de ese alpiste.
  7. Toda esta crónica es para mostrar que Luis Almagro es un político que se planteó un objetivo estratégico y no lo movió de su posición la fantasmagoría de lo que supuesta y falsamente “pide” la comunidad internacional, no solo porque Almagro es parte principalísima de esa comunidad, sino porque es un personaje que ha mostrado saber comprometerse con un objetivo y una estrategia, para los buenos momentos y para los malos, con el viento a favor y con el viento en contra. Eso es lo que es un político de verdad.
  8. El contraste con las muchachadas criollas es patético. Primero, porque esos cuarentones dejaron de ser los graciosos y arrojados muchachos de hace 10 o 15 años; segundo, porque el capital político inmenso que tuvieron lo arrojaron por las cañerías entre los dólares y lo que “quería la comunidad internacional”; y tercero, porque demostraron ser incapaces de mantener un objetivo estratégico más allá de la retórica fofa de decir que quieren unas elecciones libres, como si Maduro les va a entregar Miraflores por obra de la mayéutica socrática puesta en juego en la verbena de México.
  9. No es neurosis obsesiva o terquedades propias de la tercera edad lo que hace de un dirigente un político consecuente, de sentido estratégico. Lo hacen las convicciones de líderes que están dispuestos a comerse las verdes y las maduras según se presenten las circunstancias. Estas conductas son diametralmente diferentes a la de aquellos políticos, madurados con carburo, que se creen más vivos que tío conejo y pretenden tener un capital político para siempre, que lo tratan como su propiedad privada, y cuando les toca la hora de la rendición de cuentas advierten que dilapidaron todo, del timbo al tambo, mareados con cuatro pases de magia y dos abracadabra de los delegados de Maduro.
  10. La importancia de Almagro la revela el hecho de que la confederación criminal del Caribe, a la cabeza de la cual están el verdugo cubano, la pareja diabólica nicaragüense y el jefe de la banda presidencial venezolana, convocan una reunión en México para intentar relevar a Almagro. Tal vez el tamaño de sus enemigos diga algo de sus cualidades; tal vez la fortaleza de su compromiso sin vaivenes tácticos con la causa de la libertad venezolana, también.

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