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El infinito en un junco

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Así se titula el libro de la década, quizá más. Recuenta milenios de vida, esplendor, decadencia y renacer de la palabra oral, pintada en jeroglífico, plasmada sobre arcilla, piedra, metal, papiro derivado de los  juncos crecidos a orillas del Nilo, cuero para pergamino, impresa, proyectada en Internet y sus derivados tecnológicos. Siglos de historia verificada y sus ficciones, investigación científica desde la Filología, imágenes y sonidos arcaicos y modernos, compendio del quehacer cultural que combina lo antiguo y  moderno con la actualidad en literatura, cine, televisión, música, obra plástica. Su autora, española de 42 años, logra esta magia editada en 2019 que lleva más de 30  ediciones. Paladeo sin prisa la reciente de Penguin Random House (México), de agosto del año en curso.

Enciclopedia descrita y narrada en la mejor y diáfana prosa literaria publicada en mucho tiempo, contiene frases de poeta inmersas en una partitura de originalidad neta.

Hacía mucho no lograba sumergirme de tal manera en un texto de tanta importancia, calidad y claridad. Un libro que puede ser anunciado, pero difícil de reseñar al modo usual para un público promedio  debido a su densidad conceptual, su hondura sensitiva, su fino sesgo humorístico, su lección amable para las nuevas generaciones que nacen y crecen digitalizadas a tal punto que el pasado les resulta un vacío, un fastidio a consultar en pantalla y de mala gana cuando se les exige su referencia para un trabajo  de cualquier índole. No imaginan “Qué antiguo puede llegar a ser el futuro”.

Esta licenciada de alto rango académico comprendió que la sabiduría innata del animal humanoide y ya  humanizado para expresarse desde el aullido natal, pasando por la imitación de los sonidos naturales como el rumor de las aguas y los vientos, el canto de las aves y  el dilatado  proceso que llevó desde las  huellas en las cuevas de Altamira y previas hasta llegar al tweet, es una increíble, apasionante hazaña   que debe atrapar al aturdido habitante del siglo XXI.  De manera que recurre al estilo de la mejor serie fílmica sustentada en el folletón del siglo XIX y la eterna novela de aventuras. Por eso exige una lectura lenta,  lapsos de reflexión, obra disfrutada como al buen amor y la buena música, pausadamente, a sorbos porque “los libros son una canción que se entona con la mente…”.

Es de agradecer que en medio este pandemonio ideológico, el absurdo politiqueo mundial robotizado  que finalmente pareciera conducir hacia la primitiva  barbarie y el desprecio colectivo por la creatividad generada en las bellas artes, un libro como este resucite los legados de la oralidad luego escrita que se archiva en  bibliotecas y cuando son destruidas como sucedió con la de Alejandría y tantas otras, emerge sin edad la indestructible historia cantada en modos que vienen desde el llanto primario hasta los actuales gritos libertarios. Sucede hoy en Cuba con su  himno “Patria y vida” de la generación que  reclama libertad para expresarse y proyecta en su canto la disidencia colectiva. Herencia que luego de imágenes múltiples con énfasis en las fílmicas, de nuevo es plasmada en el papiro: “En un mundo caótico, adquirir libros es un acto de equilibrio al filo del abismo”.

Infinitas gracias, sabia escritora Irene Vallejo, por este maravilloso junco donde además late sincera su interesante muy personal autoficción, así lo confiesa: “Nuestra piel es una página en blanco, nuestro cuerpo un libro”.

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