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El esperado regreso de Coraima Torres a la televisión

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En épocas de Kassandra, la telenovela más exitosa de la desaparecida libretista cubana Delia Fiallo, Coraima Torres era muy joven, tenía 19 años de edad, y no esperaba tanto éxito.

La producción, sin embargo, cambió su vida y la convirtió en un personaje inolvidable del mundo de la televisión.

Esa gran telenovela de 1992 se tradujo a 20 idiomas y se vio en 180 países, llegando al Guinnes Record de ese año y es una de las telenovelas latinoamericanas más vistas en el mundo, junto con la colombiana Yo soy Betty, la fea y la mexicana Corazón salvaje.

El éxito fue tal que, incluso, un día mientras desayunaba en un restaurante fue atendida por una tocaya que le contó que su mamá le había puesto ese nombre por ella. «Hicimos video. Estábamos muy emocionadas», recuerda.

Casi 30 años después, Coraima Torres sigue en la actuación, ahora de manera más calmada. Tiene un hijo de 23 años de edad, Manu, y vive en Bogotá con su esposo, el actor colombiano Nicolás Montero, actual secretario de Cultura de Bogotá.

Y volvió a aparecer en la televisión en Enfermeras, como Renata Vargas, la mamá de Nicolás Quintero, interno del Hospital Santa Rosa, y esposa de Mario Quintero, un abogado sin límites interpretado por Martín Karpan. Es una mujer que vive en un mundo que se derrumba y sufre una isquemia. Ahí va su personaje.

De su llegada a Colombia, la actriz cuenta que lo mejor que le pudo pasar fue el proyecto Sueños y espejos, de Bernardo Romero Pereiro y Mónica Agudelo. «Una de las mujeres que más he amado es ese personaje de Mariana, que marcó un corte en mi carrera con todo lo que venía haciendo en Venezuela y España. Su motor era el amor, el afecto, más allá de cualquier cosa, y eso no lo he encontrado en otras caracterizaciones. Que Colombia me diera esa oportunidad me acercó mucho a Bernardo y a Mónica, especialmente a esta última, un ser brillante y alucinante».

Su cercanía con Agudelo y Romero Pereiro, así como con Fernando Gaitán –aunque nunca trabajó con él, pero era el mejor amigo de Mónica Agudelo–, «me llevó a verlos desde su esencia, desde lo personal, y a aprender mucho de ellos».

También fue muy cercana a Fiallo, que le permitió ser Kassandra. «Y pasan cosas increíbles: todavía recibo mensajes de personas de Serbia, Bali, Indonesia y hasta de países árabes; algo de locos. Cuando esa novela salió no había redes y la conexión era por cartas o llamadas. La gente no pedía autógrafos, sino fotos. Hoy tampoco soy muy avanzada en estas comunicaciones, he tendido a ser muy privada, pero le he agarrado el gusto».

Agrega que, aunque ha pensado que las redes son impersonales, dan cercanía. «Ese ‘¿cómo amaneciste?’, ‘¿ya te tomaste un café?’ son valiosos».

De hecho, les ha contado a sus seguidores cosas de su vida privada. «Si bien tengo una vida con mi círculo cercano, de cierta forma la hago pública y de ese modo acompaño a las personas que me siguen».

Antes de llegar a Colombia, además de Kassandra, actuó en Compuesta y sin novio, Dulce ilusión y Gardenia. Y en el país ha participado en La Pola, Mujeres asesinas, El último matrimonio feliz, Lala’s Spa y Géminis, entre otras.

En sus primeros años en Colombia aceptaba proyectos internacionales porque podía viajar con su hijo, pero a partir de los 10 años ya no quiso moverse más y aunque Coraima Torres redujo el trabajo, no lo dejó. Hoy puede moverse a países como México y Estados Unidos, a hacer producciones.

El año pasado pintaba muy bien. Incluso en el teatro, otra de sus pasiones. Duda, obra del Teatro Nacional, la tuvo entre sus protagonistas. «Pero nos quedamos vestidos y alborotados. Hicimos, prácticamente, una escena única y nos encerraron».

Y recientemente, además de estar en Enfermeras, hizo el proyecto Las Villamizar, de Caracol, una actuación corta que le dio un aprendizaje más: el director, Mateo Stivelberg, hijo de David Stivel y María Cecilia Botero, no solo está al frente de esta propuesta, sino que la escribió y la produce.

«Me hizo muy feliz este trabajo, a pesar de lo corto, porque en televisión, por lo general y en los últimos tiempos, el autor está por fuera luego de entregar sus libretos. Aquí tiene todo en sus manos, va con su hijo al lado, de principio a fin. Como director sabe todo de los personajes, que por lo general construimos lejos de su autor».

En estos momentos, grabar es distinto y Coraima Torres lo ha asumido con el mayor de los compromisos. «Nos ha enseñado que debemos llegar todos con el libreto bien aprendido y ensayado, para que cuando quede no haya necesidad de repetir. Los camarógrafos, además, no tienen asistentes, el sonidista solo está cuando se va a filmar. Las variables son muchas: si antes éramos un equipo, ahora somos una cadena. Hacemos las cosas de forma más lenta, pero más efectiva. En la pandemia se valora más lo que los compañeros hacen, lo que yo hago».

Kassandra seguirá en su vida como el proyecto que la dio a conocer en el mundo. El tintineo de las pulseras de la gitana no es olvidado por sus seguidores.

Pero en Colombia Coraima Torres ha hecho personajes femeninos más empoderados, «de esas mujeres que están convencidas de que no necesitan un príncipe azul para lograr sus metas».

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