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Venezolanos en España: “Es inevitable sentirse abandonado, angustiado, sentir la profunda tristeza de estar afuera”

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Yusmary Meseguer Piña se paseaba las calles de Barcelona (España) con la mente en otra parte. Los aires cosmopolitas de la ciudad catalana carecían del encanto de su Catia La Mar natal. Recordó a su abuelo, quien recorría esas mismas calles casi 60 años atrás, despidiéndose de ellas con pena y preguntándose si alguna vez volvería a pisarlas. Como siempre, ese triste pensamiento abrió paso a las preocupaciones familiares del día a día: si su hija llegaría a perdonarla por haberla sacado de su amada Venezuela, que si poco a poco se iría acostumbrando a su nuevo hogar, o tal vez si los españoles en su alrededor llegarían a aceptarla.

Aunque nació y se crió en Venezuela, la casa de Yusmary y la de sus abuelos estaban repletas de símbolos españoles. Entre los cantes andaluces, los colores vivos y los lunares (que eran los favoritos de su abuela), Yusmary aprendió a bailar sevillanas. Los dos le enseñaban a cocinar y degustar la dieta mediterránea: el salmorejo, la sopa de picadillo y el potaje de bacalao siendo de los platos que más les gustaban.

Pero, al mudarse a España, Yusmary cuenta que su experiencia migratoria no fue parecida a la que vivieron sus abuelos. Explica que llegar a Barcelona fue terrible. “Cuando llegas aquí y piensas que vas a ser recibido como recibieron a tu familia, hay un choque. Si bien Venezuela fue un país donde se acogía a todos, hoy me doy cuenta de que fue ese nuestro error: abrirle las puertas a tanta gente que hoy nos da la espalda”, dice.

Aunque reconoce a los españoles que se sienten agradecidos, Yusmary confiesa que hay quien dice que los venezolanos son un estorbo.

Viajar a Andalucía en el sur, sin embargo, fue una bocanada de aire fresco. “Cuando me instalé allí mis vecinos me tocaron la puerta y me dijeron que si necesitara cualquier cosa podría contar con ellos. Se preocuparon por mí y me hicieron comida caliente. Todavía siento ese calor. El calor de esa gente, que en aquel entonces eran desconocidos y que ahora son mi familia, hace que ya no me sienta extranjera”, agrega.

Desde entonces, Yusmary se ha quedado en Granada, donde se ofrece como voluntaria en la asociación andaluza Familias Solidarias, una ONG que apoya a migrantes que llegan a España.

España

Establecido en 2019, Familias Solidarias dignifica la vida de migrantes en riesgo de exclusión social, 90% de los cuales son venezolanos. Foto: @familiassolidariasorg

La migración venezolana y la situación en España

Yusmary recuerda que al estar en Barcelona le pusieron mil trancas, diciéndole que los venezolanos “simplemente no han sabido pelear por su país”.

“A mí se me pone la piel de gallina –dice– porque hemos vivido más de 20 años de sufrimiento, desapariciones y muertes, y luego se atreven a decir que no hemos luchado. Quien arriesga su vida para salir de su país lo hace porque es peor lo que tiene que la posible suerte de morir. Les dije que les cambiaría un mes en España por un día en Venezuela y que, si yo fuera capaz de aguantar un día más allí, regresaría a mi país. A que a ellos no les gustaría el cambio”.

A pesar de unas experiencias negativas, muchos venezolanos saben que tampoco es imposible encontrar a españoles receptivos.

Ubaldo Uchest, otro representante venezolano de la ONG, siente que por fin en España van aprendiendo a ver lo mejor de los venezolanos: “Antes éramos los ricos de Latinoamérica y veníamos de vacaciones a disfrutar. Los españoles nos consideraban personas poco dignas de su ayuda. Ahora ha cambiado. En los últimos 10 años se han dado cuenta de que sí la necesitamos”.

Hace ya tantos años, cuando se instalaron en Venezuela los españoles, no se puede olvidar su determinación para establecer negocios. Ahora que se ha cambiado el curso, Familias Solidarias anima a los venezolanos que llegan a España a seguirles los pasos.

“Sí, queremos ser parte de la solución”, declara Ubaldo: “Tenemos que meternos en esta cultura, aprovechar las oportunidades de esta sociedad para poder ser parte de ella, y poder entonces seguir siendo de apoyo a nuestra familia en Venezuela. Un ciego no puede guiar a otro ciego. Tengo que estar bien y tengo que estar fuerte para animarles de que sí hay esperanza; tenemos muchas cualidades, muchos dones, y muchas capacidades que podemos desarrollar aquí. Quiero buscar mi prosperidad para prosperar a los que siguen en mi tierra”.

Venezuela en problemas

Venezolanos como Edgar Delgado, que vive en la provincia de Navarra, España, desconfían que haya alguna solución para el país. Insistiendo en que no queda otra que orar, Edgar lamenta la pandemia y la presión añadida para Venezuela: “Estamos buscando frenéticamente la respuesta, pero con el tiempo el gobierno de turno sigue allí. La verdad es que es un cáncer. Poco a poco se está comiendo al país y cuando terminen aquellos vamos a ver qué quedará”.

Yusmary urge a los españoles a recordar quiénes se encuentran en el quid de la cuestión: “Es mi gente, los venezolanos, que está sufriendo, no los que se disfrazan de diputados, de concejales, y de ministros”.

Igual que sus compañeros, Yusmary siente que cuanto antes España se dé cuenta de esto, antes podrán ayudar.

Respecto a los que huyen de Venezuela para renegar del gobierno, Ubaldo menciona: “Es inevitable sentirse abandonado, angustiado, sentir una profunda tristeza de estar afuera. Cuando se pierde el sentido de tener una familia, eso mata a cualquiera; eso es lo que más está sufriendo cualquier venezolano que está en el extranjero. La gente tiene para comer en España, los inmigrantes que llegamos conseguimos comida, pero ¿quién nos suple ese sentido de pertenencia? ¿Quién suple ese vacío?”.

Un rayo de luz al final del túnel, Ubaldo cuenta a El Nacional que esta angustia es justamente la razón por la cual Familias Solidarias está “dando un pedacito de ese abrazo a los que lo necesitan”.

El equipo de Familias Solidarias. Foto: @familiassolidariasorg

Una mano amiga en España

Establecido en 2019, Familias Solidarias dignifica la vida de migrantes en riesgo de exclusión social, 90% de los cuales son venezolanos. Formado enteramente por voluntarios, no sólo el equipo ayuda a quienes llegan a España, sino también mandan alimentos, medicina y ropa a esas familias que siguen en el país de origen. En Granada y provincia los venezolanos están presentes con una comunidad de 17.000 personas, de las cuales más de 1.500 reciben esta ayuda desde la asociación.

Sin ninguna pausa durante la pandemia, al visitar la sede de la asociación se puede notar qué es lo que sigue motivando al equipo: pura alegría, voluntad y amor por lo que hacen. Jorly Suárez, otro representante venezolano de la asociación, explica: “No vas a encontrar a ningún voluntario que no venga porque no le apetece madrugar. Hemos sido muy constantes. La gente a la que ayudamos nos cuenta sus problemas, tú ya te involucras con esa persona; formas parte de su mundo. Muchos voluntarios cuando nos vamos de vacaciones seguimos a la orden”.

Trabajan de la mano con la comunidad parroquial para revisar donaciones, entregar comida, albergar a familias, proporcionar apoyo emocional, y dar formación profesional a jóvenes para que consigan trabajo. “No lo vivimos como una asociación más sino como el nombre de la asociación: como una familia. Es una ilusión que se ha hecho realidad. No quiero que mis hermanas venezolanas pasen por alguna de las incomodidades que yo pase por ser extranjera. El ver hoy en día a personas que yo recibí cuando llegaron con una mano delante y otra detrás, el verlas con su trabajo y su piso, es una satisfacción que no tiene precio”, afirma Yusmary.

“Sabemos que no podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar a una, a dos o a 1.500 personas. La voluntad puede con todo”, manifiesta Jorly.

Dos pueblos unidos

“Nacida en Venezuela con sangre catalana y corazón andaluz”, Yusmary indica que gracias a Familias Solidarias y a los españoles que ha conocido en su nuevo hogar, no hay día que se levante sin tener fe en que tendrá la alegría de llegar a su país y disfrutarlo siendo libre. “Que se levante otro Simón Bolívar de las entrañas de esa misma tierra tan hermosa y que libere nuevamente nuestra gente. Que después de una larga jornada de trabajo los venezolanos puedan disfrutar de lo que yo disfruto afuera, de la tranquilidad de vivir normal. No queremos riqueza, sino vivir con lo que trabajamos”, dice.

Unidos en “ese sentido social, ese sentido de solidaridad”, Ubaldo cree que los venezolanos y los españoles comparten una identidad muy parecida. “Somos tan seres humanos y tan llenos de vida como ellos. Amamos la familia, somos gente muy trabajadora, que tiende a ser echada pa’lante. Aportamos esa alegría, esa cultura tan chistosa de bromear. Eso les gusta a los españoles, les da vida”, afirma.

Ni españoles ni venezolanos niegan que había más rechazo hace 20 años, pero hoy se sienten orgullosos de decir que ya no es el caso. “Ese contacto, ese roce entre estas dos culturas –señala Ubaldo– nos permitió ver la otra cara de la moneda. Al final terminamos todos riendo lo mismo, llorando lo mismo, sintiendo lo mismo”.

Con los ojos brillantes y la cabeza alta, Ubaldo asegura que los españoles y los venezolanos pueden más que convivir, “podemos andar juntos en la vida”.

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