El próximo 2022 se cumplen 30 años del golpe de Estado del 4F. Habrán transcurrido 3 décadas desde esos eventos que sacaron al presidente Carlos Andrés Pérez de la Presidencia de la República y lo llevaron a la cárcel, y permitieron el acceso a la primera magistratura, por la vía electoral, al teniente coronel Hugo Chávez Frías, cabecilla de la rebelión militar. El más alto jefe militar de ese entonces era el general de división Fernando Ochoa Antich, en su condición de ministro de la Defensa. Se puede decir sin el menor riesgo de fallar que los protagonistas más importantes de ese momento que partió en dos la historia política de Venezuela lo fueron Pérez, Chávez y Ochoa. Allí están los hechos.
El tiempo es implacable en la construcción de la historia. Pone de relieve lo que se expresó como verdad en aquel momento, termina de descubrir lo que solo se asomó a medias, y desnuda por completo las mentiras que se encubrieron por interés o desventajas de la ocasión. Así es la historia.
Desde el famoso Por ahora del 4F a la fecha, los hechos más relevantes que permiten poner en contexto una valoración de lo que representó la conspiración política y militar de los años 1988, 1989, 1990, 1991 y 1992 son la rebelión militar del 4F, el 27N, la prisión y sobreseimiento del teniente coronel Chávez, la victoria electoral en las elecciones presidenciales de 1993 del doctor Rafael Caldera, la campaña electoral y la victoria en las elecciones del 6 de diciembre de 1998 del teniente coronel Hugo Chávez y los 23 años de la revolución bolivariana, hasta hoy. Ese periodo muy bien puede servir de marco para exteriorizar algunas conclusiones objetivas y válidas en torno a las verdades, las medias verdades y las mentiras de esos eventos. De los tres protagonistas del 4F, Pérez murió en 2010, Chávez en 2013 y solo sobrevive el ministro Ochoa.
En 30 años el inventario revolucionario que justificó a los militares en aquel entonces como las razones para conspirar y rebelarse contra el gobierno en ejercicio y violar sus deberes militares establecidos en el artículo 132 de la Constitución Nacional vigente en ese entonces, se ha estrellado ante una realidad que expone la corrupción, la entrega de la soberanía, la restricción de las libertades ciudadanas, la ausencia del Estado de Derecho, la fractura de la unidad nacional y el estado permanente de guerra en la sociedad, la estructuración de un Estado fallido montado sobre el narcotráfico, las alianzas con el terrorismo internacional y las graves violaciones de los derechos humanos. La nueva república establecida a partir de la aprobación de la nueva Constitución Nacional es el soporte de un complejo e inédito conglomerado delincuencial con asiento en los cuatro puntos cardinales de Venezuela y ramificaciones globales de orden político, financiero, corporativo y militar. Las etiquetas de las vivencias de los venezolanos que sobreviven al régimen dentro del país son el hambre, el pésimo funcionamiento de los servicios públicos, la inseguridad, el desabastecimiento y la agonía que se estira en la desesperanza de ver en un corto y mediano plazo, la imposibilidad de un cambio político. Fuera de Venezuela se expresa en los 6 millones de venezolanos que hacen causa de vida en la diáspora, anunciando al mundo la mala nueva de las tribulaciones y angustias de una nación que fue próspera hasta hace 23 años. Ese es el inventario que se anuncia en el rojo del fracaso y de la quiebra del 4F como gobierno. Rojo de revolución.
En algún momento habrá un futuro para Venezuela. Nada es eterno a pesar de los anuncios del régimen de permanecer mil años como el III Reich y a contravía de los esfuerzos estériles del liderazgo que se le contrapone, que ha fallado y no lo asume como una gran verdad. Habrá un mañana distinto al hoy y al ayer. Y para que eso se materialice y selle la posibilidad de la reedición de esos eventos del 4F, los venezolanos debemos hacer de este periodo un aprendizaje fundado en la introspección y el mea culpa. Y para eso hay que profundizar hasta llegar a la verdad que hemos manejado a la fecha, completando las que se quedaron a medias y desechando las mentiras que al momento encubren responsabilidades de aquella fecha. Treinta años es un buen momento para que los venezolanos hagan una exculpación nacional honesta, y creíble, empezando por los protagonistas.
Treinta años es aproximadamente el equivalente a una generación. Ese grupo de venezolanos en cohorte etaria, sociológica, cultural y política, que ha tenido como marco de referencia desde el 4F todo el inventario en rojo atribuido a la revolución bolivariana y durante 23 años de ejercicio del régimen, será una generación echada a pérdida en el stock de la nación, para reforzar las bases de la identidad en los campos políticos, económicos, sociales, culturales y militares que encaminen a la nueva republica posrevolucionaria por un sendero de paz, de Estado de Derecho y democracia; mientras no se hagan los esfuerzos para capitalizar su atención y reclutarles para la democracia, el Estado de Derecho y la paz. Y eso se inicia vendiendo y practicando un aprendizaje para la verdad. Es una realidad modelada que deben enfrentar los liderazgos políticamente, con honestidad y con criterio de estadista. Se puede hacer, pero hay que cruzar el pantano de lo coyuntural y emerger con la pureza de las intenciones y de los hechos. Y con la bandera de la verdad por delante.
Los venezolanos hemos vivido desde el 4F en las urgencias y los sobresaltos de la sucesión de muchos eventos políticos y militares que nos han distraído de la atención de lo importante y lo prioritario. Elecciones, conspiraciones, golpes de Estado, pronunciamientos militares, invasiones, magnicidios, insurrecciones, diálogos, negociaciones y la implementación de un gobierno interino establecido para cesar la usurpación del régimen instalado en Miraflores, instalar un gobierno de transición y hacer un llamado a las elecciones libres. Nada ha cambiado, solo se ha estirado la esperanza y la fe en el tiempo.
Próximos como estamos a entrar en esa fase de enfrentar los 30 años del famoso “por ahora” que cambió una realidad de los venezolanos y nos desvió de la autopista hacia el futuro y nos arrastró por el atajo del pasado, todavía se impulsan muchas dudas en esos eventos, aun campean abiertamente muchos de los responsables de la conspiración política y militar de ese entonces, y otros se venden electoralmente para ocupar espacios en la vida pública o para crear opinión en la sociedad. Otros simplemente se han hundido en la nada de la reserva y la discreción de dar un paso hacia atrás.
La verdad nos ha mantenido a los venezolanos, prisioneros en la propia democracia que se construyó a partir del 23 de enero de 1958, durante los 30 años que han transcurrido desde el 4F. Y seguiremos así mientras dejemos esos espacios del protagonismo de nuestro futuro, a líderes anclados a las rémoras del pasado y sin una visión honesta del futuro. Ese camino se inicia en una cruzada por la verdad.
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