¿El amor romántico como lo conocemos o creemos conocer llegó a su fin?
Ciertamente las relaciones amorosas experimentaron un cambio profundo en el último siglo en la sociedad occidental.
El matrimonio para toda la vida o la monogamia ya no son el objetivo a alcanzar para muchos.
Y el rol de la mujer, con los mandatos de maternidad y el estigma de la soltería, se cuestionan a viva voz, aún cuando todavía tengan un peso importante en la sociedad.
En el marco del Hay Festival Querétaro, en BBC Mundo hablamos de estos y otros temas sobre las relaciones sexo-afectivas con la licenciada en Filosofía y escritora argentina Tamara Tenenbaum autora de «El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI».
-¿El amor llegó a su fin?
-Para algunas personas es el fin del amor romántico, para otras es el fin de un tipo de vínculo, pero hay una sensación de estar viviendo en un cambio de época, aunque no nos queda claro el fin ni el principio de qué.
Por supuesto no es el sentido literal de que se termine el amor o las relaciones amorosas, sino que está entrando en crisis cierto paradigma sobre qué es el amor y qué rol tiene que jugar en la vida de las mujeres sobre todo.
-¿La vida está llena de reglas invisibles sobre el amor y el sexo que no entendemos y que no entenderemos nunca?
-No creo que sean solamente reglas, creo que hay muchas otras cosas como los deseos.
Todas son invisibles y difíciles de entender, pero en los vínculos afectivos hay reglas de las que hablábamos poco.
Estamos en un momento en el que muchas cosas que antes dábamos por sobreentendidas, ahora nos damos cuenta que no están tan buenas.
Eso pasa con las reglas del sexo-afecto, que no están escritas. No creo que haya que escribirlas, limitarlas, cerrarlas, o anunciarlas, pero sí que hay que abrir una conversación.
-¿Por qué crees que para la sociedad una mujer está completa recién cuando tiene pareja y no pasa lo mismo con el hombre?
-Es un fenómeno histórico y no sé si tiene un origen muy claro. Quienes analizamos estas cosas no nos preguntamos tanto por qué pasa sino qué produce.
Todos nos enamoramos y a veces no, algunos de nosotros tenemos hijos y otros no, pero no me gusta la idea de que una mujer que no tiene pareja, sea en un momento corto o en uno largo de la vida, tenga que sentir que está condenada a la infelicidad. Se trata de cambiar eso.
-¿Está la monogamia romantizada como si fuese el modelo de vínculo a alcanzar?
-Creo que un poco sí. No sé si está romantizada, pero todavía se asocia la adultez con formar una familia en el sentido más monógamo y nuclear y cuesta mucho pensar por fuera de esa idea.
-¿Qué angustia a las mujeres con respecto a las relaciones amorosas?
-Una de las cosas que angustian a las mujeres, y a las personas en general, es la incertidumbre sobre el deseo del otro.
Una parte importante de la angustia que produce y genera vincularse con otras personas es no saber qué piensan y qué sienten. Y eso, por supuesto, no tiene arreglo.
-¿Esto pasa más ahora que antes?
-Creo que pasa más que hace dos siglos. Hace 80 años quizás estabas casado con alguien y no te importaban demasiado los pensamientos más profundos de esa persona.
Hoy tenemos la obsesión de tener un vínculo que nos parezca auténtico y valioso. No quiero estar con una persona que no quiere estar conmigo y no quiero estar con una persona que no está locamente enamorada de mí.
-¿Por qué todavía pesa tanto la soltería en las mujeres?
-Todavía hay un valor muy importante en ser una mujer emparejada y madre. La cuestión de la soltería empieza a pesar a cierta edad por la idea de que se acaba el tiempo para tener hijos
Y el tema con los hombres no es tan importante porque parece que pueden tener hijos para siempre.
Hay un estigma muy grande, no solamente con las mujeres que eligen otras vidas, sino también con las que tienen otras vidas porque así pasó.
Todavía hay una idea muy grande de que una mujer que no tiene un hombre y una familia nuclear es una fracasada, porque no vale nada o porque se perdió la experiencia más importante de la vida.
Las cosas están cambiando pero son cambios lentos. Pensemos en el divorcio. Hace 20 años la pareja que se divorciaba era una tragedia y un fracaso, y hoy ya no es así.
-¿El código de cortejo actual es peor al de antes? ¿En el pasado las reglas estaban más claras?
-No sé si es peor o mejor. Creo que ahora la gente se casa más grande, entonces pasamos por más vínculos, por más rechazos (…) estamos en la búsqueda y eso produce más ansiedad.
Puede ser que antes haya habido más claridad con algunos códigos. Hace 50 años (una pareja) mientras funcionaba más o menos estaba todo bien, no necesariamente se buscaba la felicidad plena. Hoy, en cambio, la felicidad plena es algo que nos importa mucho.
-Hablas de que el gran poder del hombre en las relaciones actuales es la indiferencia. ¿Cómo es eso?
-Yo tomo el trabajo de (la socióloga) Eva Illouz que habla del desapego masculino. Ellos tienen la posibilidad de decir: «No te llamo, no te contesto, me muestro frío, no muestro lo que deseo».
Es una forma de exhibir la masculinidad, ya que son pocas las que les quedan.
Antes la masculinidad se mostraba en el trabajo o en el padre de familia. Hoy todos esos roles están muy debilitados. Entonces el desapego de decir «yo no me engancho, yo no deseos, yo decido cuándo hablamos y cuándo no» es una forma de ejercicio de la masculinidad que está vigente.
Por supuesto que también pasa con las mujeres y personas sin género.
Pero hay ciertos relatos que se reiteran en la boca de las mujeres y que se traducen en la sensación de «yo pensé que estábamos en un vínculo y me dejaron colgada, o salgo con un montón de tipos y ninguno quiere nada». Esto no pasa a la inversa.
-¿Por qué en la era de la comunicación parece que se volvió difícil conocer gente?
-¿Era fácil antes? Las mujeres se divorciaban y no sabían con quién hablar, porque era como si fueran viejas y no había a dónde ir.
El problema ahora es que tenemos más tiempo, entonces hay que encontrar formas de conocer gente a los 30 y pico. Y las aplicaciones nos abren caminos.
Cuando alguien dice que «es difícil conocer gente» es que a cierta edad ya estuviste con toda la gente que conocías y si no, es porque no tenías ganas.
-¿Crees que las aplicaciones de citas entonces llegaron para quedarse?
-No veo por qué habrían de desaparecer. Cada vez hay más y lo que está pasando es que la gente las elige según criterios. Se van a fragmentar más por edad o por preferencias socioculturales, o por un montón de cosas.
-¿Y piensas que en las relaciones amorosas actuales hay más libertad que antes?
-Yo creo que la libertad es siempre positiva y angustiante. Me parece que siempre hay que estar buscando nuevos horizontes sabiendo que generan nuevos problemas.
Si vivimos en tiempos donde la ansiedad es algo muy común, entonces es lógico que muchas veces aparezca el deseo de un límite, de una estructura. Y decir basta, no quiero más esta libertad.
Pero la libertad es el mejor problema que uno puede tener. Hay que insistir en eso.
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