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80 años de AD sin apologías ni mezquindades

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Rómulo Betancourt

Independientemente del sentimiento de simpatía o rechazo que nos produzca  Acción Democrática, la conmemoración de sus 80 años es una fecha para reflexionar sobre el devenir político del siglo XX venezolano, por tratarse del partido que sin duda dio inicio a la democracia moderna en Venezuela indisolublemente vinculado al nombre de Rómulo Betancourt, quien entendió la importancia de la creación de un partido político que tuviera presencia en todos los rincones del país (estados, municipios y caseríos) en cuya gestación puso todo su empeño.

Un partido moderno cuya organización estuvo basada en el centralismo democrático, con una vanguardia dirigente, bajo la doctrina de la democracia representativa, por cuya implantación batalló contra viento y marea, tanto a nivel nacional como regional.

Digo contra viento y marea y no es un eufemismo. En su empeño por instaurar un proyecto político democrático, y ante la negativa de los representantes del medinismo de dar paso al establecimiento del voto universal, directo y secreto  bajo la premisa de que el pueblo no estaba preparado para ello, no le tembló el pulso para establecer una alianza con militares para un golpe de Estado que derrocó a Medina Angarita, quien si bien no era un presidente electo, era de un temple tolerante y democrático

Procurar la democracia por medio de un golpe de Estado fue, por decir lo menos paradójico, y fue el núcleo central que motivó en el fondo las diferencias con los defensores de Medina, rencor que no cesó en algunos hasta el final del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Lo que más se rechazaba era la figura de Juan Bimba, esa representación del venezolano pobre e ignorante, que sin estar a  la altura social e intelectual de sus contrincantes, iba a tener el poder de elegir sus gobernantes.

Ese primer gobierno denominado trienio (1945-1948) tuvo muchos logros sociales, tantos que  fue considerado por importantes historiadores como Manuel Caballero y Germán Carrera Damas como la verdadera génesis de la Venezuela contemporánea, tantos que no estaban dispuestos a tolerar importantes y poderosos sectores sociales, incluyendo a  los militares que en 1945 los acompañaron en el derrocamiento de Medina y que en 1948 derrocaron a Rómulo Gallegos, primer presidente abrumadoramente electo por el voto popular. También hubo muchos desaciertos, el mayor, el sectarismo y la persecución a sus adversarios.

Los 10 años de dictadura, durante los cuales sufrieron exilio, cárceles y torturas, sirvieron para afianzar su vocación de poder asimilando los errores cometidos. El primer acierto de esa nueva estrategia fue la firma del Pacto de Puntofijo junto a URD y Copei para garantizar el apoyo a la naciente democracia que desde sus inicios se veía amenazada por sectores militares nacionales con apoyo de las mayoritarias dictaduras de la región, en especial la dominicana. Del pacto fue excluido el Partido Comunista, cuya participación en la lucha contra Pérez Jiménez había sido fundamental.

En las elecciones de 1958 resultó electo como presidente Rómulo Betancourt, recogiendo la cosecha de haber sembrado el partido en todos los rincones del país. A pesar de los ataques de la derecha y la subversión de la izquierda, en cuyo combate tampoco le tembló el pulso, logró culminar su período presidencial y transmitir el mando a su compañero de partido Raúl Leoni, primer paso para la estabilización de la democracia, consolidado luego con el triunfo de Copei en la figura de Rafael Cadera. La democracia venezolana se convirtió en un modelo regional con innegables logros en materia educativa, de salud así como de infraestructura.

Pero la  historia de AD no termina allí, continuó con importante presencia incluso en los 2 gobiernos de Copei y sobre todo con los otros 3 periodos suyos: los 2 gobiernos de Carlos Andrés Pérez y el de Jaime Lusinchi, durante los cuales es cierto que podemos rescatar logros y aciertos concomitantes con graves fallas en el ejercicio del poder: ventajismo, corrupción, abandono de la ideología, clientelismo, alejamiento de las mayorías y como producto de ello altos índices de pobreza. Aumento de la delincuencia, declive de la educación y la salud  entre muchos otros.

Si bien hubo muchos factores que contribuyeron a su desgaste postrero como la hostilidad de los notables, el papel de los medios de comunicación, el 27F y el golpe del 4F, no se puede ocultar la gran responsabilidad de AD en la incapacidad de asimilar las señales para una rectificación y la pérdida de la brújula  cuando votó a favor de la destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993.

80 años después Acción Democrática es un cascarón vacío, con una dirección  centralista sin democracia, que vive de las glorias de un pasado que ojalá algún día logre rescatar par el bien de la democracia. Pero no cabe duda de que con penas y glorias fue el gran motor de la vida y el desarrollo venezolano de la segunda mitad del siglo XX y que su máximo líder histórico, Betancourt fue una de las figuras mayores de la democracia latinoamericana.

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