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La universidad en caída libre

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La universidad ha sido intervenida subrepticiamente, poco a poco, casi de manera imperceptible a los ojos de la comunidad universitaria. La estrategia del régimen se apartó de la antigua práctica del cerco policial o de los tanques en los predios universitarios; simplemente se inventó un sistema de educación universitaria diseñado a su conveniencia ideológica.

Empezó creando universidades y aldeas universitarias, la Misión Sucre y últimamente convirtió los institutos universitarios de tecnología en universidades. Pero las instituciones universitarias son de muy baja calidad, sin infraestructura adecuada y con planes de estudio improvisados en todo el territorio; oficiales apartándose de la meritocracia, designaron autoridades universitarias afines a los objetivos y lograron mayoría en el Consejo Nacional de Universidades. Despreciaron a los rectores de las universidades nacionales e impusieron reglamentos y decisiones inconsultas. Tienen el control absoluto del sistema, bien sea administrativo o académico; incluyendo el ingreso de potenciales estudiantes, centralizado para favorecer a la militancia afecta a la afiliación partidista

El régimen a través del órgano educativo universitario respectivo ha debilitado y controlado el presupuesto de funcionamiento, y dio la estocada final cuando esquiroles del partido, sin tener ningún tipo de representación lícita o calificada, firmaron un adefesio laboral llamado “IV Convención Colectiva de Trabajadores y Trabajadoras Universitarias” que norma la estructura salarial, la administración docente y ejerce el control total de la nómina universitaria. Con esta medida refuerza la intervención económica pasando los recursos humanos de las universidades a la condición de asalariados del régimen, maneja sus derechos laborales y sus modalidades. Con una tabla de escalas salariales le dobla las rodillas al talento humano con salarios de hambre.

Paralelamente, continúan con la intervención inventando dentro de los lineamientos del Plan de la Patria un utópico programa de reconstrucción que afirman necesitar de carreras universitarias “prioritarias, necesarias y complementarias” a su conveniencia. De un tajo, cortan la autonomía académica imponiendo carreras profesionales a su medida. Han limitado los planes de cada universidad y obstruyen la creación de carreras o su modernización mediante un rígido sistema de aprobación previa. Acaban de perfeccionar, violando incluso ya no la autonomía, sino también leyes y reglamentos, el sistema multimodal donde pretenden administrar las modalidades del aprendizaje y de investigación, sometiendo a permiso previo cualquier iniciativa incluyendo el uso de las tecnologías  de la información, y por último, echan mano al control de los  ingresos propios estableciendo a la antigua un diezmo que debe ser pagado al régimen por el desarrollo de los programas de posgrado, diplomados y cursos de formación continua cuyo plan debe ser previamente aprobado.

Copiando la normativa de países desarrollados y las experiencias graduales aplicadas en calificadas universidades universitarias internacionales, decretan un Sistema de Evaluación y Acreditación (SESA) cuyos componentes ni las mejores universidades del mundo pueden aplicar para acreditar carreras, programas e instituciones; la metodología es una exageración que limita el sistema de evaluación incipiente.

El proceso de cercenamiento  administrativo y académico le ha dado el  control total del sistema universitario, han apartado los lineamientos de la autonomía universitaria y ponen a buen resguardo las competencias de las autoridades universitarias a quienes han mantenido por más de catorce años mediante la fórmula de prohibir elecciones legales de sus autoridades bajo pena de cárcel y de multas, de tal manera que las autoridades eternas simplemente son convidados de piedra ante los cambios brutales de las normativas cohabitando con los  controles impuestos para mantenerse al frente de sus respectivas instituciones.

Con múltiples excusas las autoridades de las universidades nacionales se han opuesto a celebrar elecciones. Nombran a dedo decanos y directores de escuela, muchos de ellos sin escalafón o experiencia; los convierten en miembros de los consejos bajo el control conveniente de las autoridades, fortaleciendo la figura autoritaria de sus decisiones al margen o desvinculados de su comunidad, operando los órganos de decisión ajustados a sus propios intereses.

Las autoridades ejercen el control de lo poco que queda como son los ingresos propios y los fondos de la seguridad social, los cuales administran unilateralmente generando sospechas de malos manejos administrativos al negarse a rendir cuentas claras, incluso de impedir su uso en desmedro de la seguridad social que les impide a los órganos gremiales cumplir con sus propósitos al negar los recursos bajo la excusa de que están colocados a largo plazo.

El régimen ha presentado un proyecto de Ley de Educación Universitaria que regimentará todos los desaguisados mencionados, cambia no solo la estructura universitaria introduciendo los esquemas comunales en su operación, elimina el Claustro Universitario sustituyéndolo por una Asamblea con la participación de toda la comunidad universitaria, de organizaciones vecinales, y hacen depender a las autoridades universitarias de una Asamblea de orientación ideológica favorable el régimen que regimentará “la nueva universidad y formará a un nuevo hombre”.

La intervención académico-administrativa ha sido complementada con la política de mantener los  recursos presupuestarios congelados sin considerar la innominable hiperinflación y distribución entre los dos centenares de ”universidades”, lo cual deja sin recursos a la operación universitaria en lo que se relaciona a equipamiento, laboratorios, centros de investigación y mantenimiento de su infraestructura, la cual está caracterizada por el abandono asociado a la conveniente epidemia, que ha dejado solo a los campus universitarios donde sus autoridades eventualmente asisten, apoyadas en controladas reuniones virtuales y son responsables de la invasión del hampa, la depredación de sus instalaciones, pérdida de bienes, hurtos, robos a gran escala, abandono y suciedad que intentan palear ahora con sospechosa ayuda oficial ante los ojos asombrados de los venezolanos, quienes ven en la pérdida de las universidades la falta de oportunidades de estudios superiores para sus hijos.

Los profesores universitarios ante las situaciones planteadas están reaccionando, se han dado cuenta de las limitaciones impuestas, observado la disociación de las autoridades universitarias con los intereses de la comunidad y observado con preocupación la cohabitación de supervivencia con el régimen; no reconocen como autoridades a los que en la práctica ya no lo son, por tanto exigen nuevas autoridades, la revisión urgente de la pérdida e intervención de la universidad, y de un nuevo enfoque para no dejar morir a la universidad

Un gran movimiento de la comunidad universitaria comienza a gestarse, bajo la consigna de que no se puede entregar la universidad a los intereses de una dictadura comunista. Le dice no al cerco que pretende desbaratar la importancia histórica y pertinencia de la universidad crítica y moderna. Está elevando sus voces y sus planteamientos comienzan a tomar forma, a buscar articulación con sus estudiantes y de las pocas instituciones democráticas que sobreviven.

Están haciendo un llamado  de resistencia, a convocar a como dé lugar elecciones universitarias, necesitan de verdaderos líderes que no se arropen demagógicamente a la condición de libertarios, buscan que se revitalice el movimiento estudiantil y que se ocupen los espacios universitarios, hacer acto de presencia y terminar con la farsa de una educación a distancia que no es tal sino el noble esfuerzo de dictar clases por videoconferencias voluntarias, recuperar la seguridad social para no morir de mengua, exigir los recursos bloqueados y evitar ser administrados unilateralmente. Demandan una nueva universidad.

Ha llegado la hora de resistir con mayor poder, de denunciar los desmanes, defender la universidad y la educación en cualquier terreno, no se puede dejar que un régimen con las características dictatoriales condicione ideológicamente a la universidad y permitir que se arrodille a la comunidad universitaria.

El elevado espíritu universitario va a prevalecer para defenderla y recatarla de las pretensiones de anularla, de convertir el sistema universitario en instituciones que están condenadas a otorgar malas competencias y baja calidad, engañando a jóvenes con la premisa de que serán articulados al socialismo por parte de un régimen que no obedece los intereses intrínsecos de la patria, sino los  intereses de la corrupción,  el enriquecimiento ilícito y al hundimiento del ser humano en su cultura, preparación profesional y ausencia de criticidad.

No a ese estado de cosas está diciendo la comunidad universitaria. La movilización está en marcha y vencerá sobre la barbarie.

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