En mayo de este año en estas mismas páginas de opinión nos preguntamos “¿Apoya realmente Estados Unidos al interinato de Guaidó?”. A pesar de las fuertes evidencias de un viraje en la postura norteamericana frente al interinato de Juan Guaidó la pregunta intentaba explorar este nuevo giro dando un margen prudente para la incredulidad y el escepticismo. Nuestra reserva venía derivada de la dificultad para explicar por qué los demócratas, que fueron tan efusivos en su apoyo a Guaidó en la campaña electoral, ahora desde el gobierno parecen querer desentenderse no solo de su respaldo al llamado gobierno interino sino del tema Venezuela en general.
Costaba creer que las facciones del Partido Demócrata pudieran embarcarse en una política que al favorecer el sostenimiento del régimen chavista podría costarles otra aplastante derrota en la Florida que eventualmente decidiría el control del Congreso en favor de un Partido Republicano a la ofensiva y liderado por Donald Trump. Pero por encima de la urgencia política en ganar el voto de la comunidad hispana y en especial de venezolanos y cubanos en la Florida está la realidad de un gobierno que dando tumbos no sabe hacia dónde va.
Ante las evidentes limitaciones de las capacidades mentales de Joe Biden, su gobierno es un ejercicio de poder colegiado y repartido entre varias facciones con agendas propias y distintas que se van imponiendo en diferentes áreas de la administración. El resultado son estrepitosos fracasos políticos y militares como el más reciente en Afganistán o el abandono de Venezuela a su suerte por ausencia de una política de Estado coherente dada la confrontación entre grupos pro régimen chavista y grupos pro falsa oposición que está operando en el seno del gobierno.
Esta falta de una política definida para enfrentar al régimen chavista ha quedado en evidencia desde el principio. Lo que es más grave aún, pareciera que al poner en contexto la cadena de declaraciones y eventos de altos funcionarios norteamericanos emerge con claridad la posición real de Estados Unidos para hacer a un lado el tema Venezuela, quitarle el apoyo al llamado gobierno de Guaidó y dejar que la inercia -¿o la providencia?- decida el destino del régimen chavista en Venezuela sin más presiones que alguna que otra amenaza retórica y diplomática.
El 3 de mayo de 2021 se produce el primer contacto oficial entre Antony Blinken, secretario de Estado norteamericano y Juan Guaidó. Se le informó a la prensa que Estados Unidos seguiría apoyando al interinato de Juan Guaidó y que al mismo tiempo buscaría “aumentar la presión multilateral y presionar por una transición democrática y pacífica”. Aumentar la presión multilateral significaba diluir el papel de Estados Unidos mezclándolo con otros países de la llamada comunidad internacional que ahora tendrían un papel igual o mayor que Estados Unidos. Así se anunciaba la retirada de Estados Unidos de Venezuela al tiempo que formalizaba la decisión de encaminar a la falsa oposición para entenderse con el chavismo. Pero esto es tan solo el comienzo. Falta más.
El 9 de marzo de 2021 el director de asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, afina la línea general trazada por el secretario de Estado norteamericano y le declara a la Voz de América que “a pesar del reconocimiento de Washington a Juan Guaidó como presidente interino, el enfoque nuestro no es un individuo, es el proceso electoral, que resulte de un diálogo entre las dos partes, bajo la mediación de Estados Unidos y sus aliados en la región y la Unión Europea”. Entre líneas el vocero estaba estableciendo los límites del apoyo de Estados Unidos a Guaidó y el respaldo a unas negociaciones que bajo presión de Estados Unidos deberían comenzar en las semanas siguientes, tal como en su momento lo anunció el embajador James Story, robándole la primicia al interino.
El 4 de mayo de 2021 el régimen chavista anuncia su nuevo Consejo Nacional Electoral negociado con un sector de la falsa oposición. La respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar y el 6 de mayo de 2021 Julie Chung, directora interina de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, le daba un voto de confianza al antro electoral y a la nueva estafa electoral en ciernes, por supuesto, con fino tacto diplomático: “Depende de los venezolanos decidir si el nuevo Consejo Nacional Electoral contribuye a este fin (elecciones libres y justas)”. Esto es, hay luz verde para unas elecciones cuyas condiciones supuestamente van a ser negociadas en el futuro.
El 11 de mayo de 2021 Juan Guaidó saca del sombrero del mago su “Acuerdo de Salvación Nacional”. La petición pública y abrupta de sentarse a negociar con el régimen chavista sorprendió a la mayoría de los venezolanos que desde hace más de un año esperaban por las acciones que se emprenderían para el “cese de la usurpación”. El Acuerdo de Salvación sería parte de la estrategia mediática para hacerle tragar a la gente la rueda de molino de este nuevo giro de la falsa oposición para lanzarse en brazos del régimen chavista ante la inminente desaparición del interinato y de los negocios que trae consigo.
En otra vuelta de tuerca para aumentar la presión sobre sus pupilos de la falsa oposición el embajador James Story remataría con sendas declaraciones el 13 de mayo de 2021: “…siempre hemos dicho que las sanciones no deben ser para siempre” y “nosotros no estamos involucrados en negociaciones, lo que está pasando es que vamos a evaluar estas conversaciones”. Quedaba claro que tanto las sanciones contra el chavismo como el reconocimiento a Guaidó tenían ya una fecha límite en el tiempo aunque no se haya formalizado. Además, consecuente con su postura de abandonar el tema Venezuela, Estados Unidos confirmaba que aunque apoyaba a Guaidó su papel no sería el de un aliado sino más bien el de un garante neutral de las futuras negociaciones. Semanas más tarde Rusia, sin complejos y sin ambages, se sentaría al lado de sus protegidos chavistas.
El 18 de mayo de 2021 el empresario de medios Oswaldo Muñoz confirmaría la primicia de que Estados Unidos habría comunicado privadamente al G4 su decisión de dejar de apoyar al interinato de Guaidó para el 1° de diciembre de este año. En vista de ello emplazaba al llamado gobierno interino a emprender negociaciones inmediatas con el régimen chavista para llegar a un acuerdo independientemente de su resultado porque se asume que sería aceptado por ambas partes. Esta versión circuló ampliamente y jamás fue desmentida por los operadores del interinato, por el G4, ni por James Story
Así como Story fue el primero que anunció las negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista le tocaría ahora hacer control de daños para explicar lo que ya resultaba obvio y es que Estados Unidos dejaba de apoyar a Juan Guaidó. Pero esto había que hacerlo con tacto para dar la apariencia de que nada había cambiado. El 26 de mayo Story invita a Juan Guaidó a su programa por redes sociales para ratificarle el apoyo de Estados Unidos a pesar de toda la evidencia pública en contra.
En un reciente artículo publicado en el portal The Hill Eliot Abrams, antiguo encargado del gobierno de Donald Trump para Venezuela, intenta racionalizar la postura de la administración de Joe Biden hacia el interinato de Guaidó. Abrams argumenta que el gobierno de Biden le dio al interinato lo que él califica como el “no árabe.” El no o la respuesta negativa árabe es conocida en medios diplomáticos norteamericanos como un rechazo que no es abierto sino implícito. Por cortesía diplomática o por conmiseración los norteamericanos no le harán un desaire y seguirán llamando presidente a Juan Guaidó hasta finales de año, pero sin duda ya eso tiene fecha de vencimiento y así lo han hecho saber en forma inequívoca por múltiples vías. Reconocerlo simbólicamente como presidente al tiempo que se entienden con el régimen chavista, levantan las sanciones y le dan la bendición al acuerdo chucuto entre el chavismo y la falsa oposición es lo menos que los norteamericanos podrían hacer por Guaidó. Claro, también podrían ofrecerle protección a su integridad física antes de que quede completamente desamparado y en el aire.
Con el aval de su amplia experiencia diplomática y el de haber sido el oxigenador de la falsa oposición en el gobierno de Donald Trump el señor Elliot Abrams en el referido artículo asoma lo que podría ser la forma para justificar y tratar de explicar la inevitable liquidación del interinato. Dice Abrams: “Si el liderazgo de la oposición decide cambiar la forma (o incluso cerrar) al gobierno interino, también deberíamos (Estados Unidos) apoyar ese criterio”. De manera que el cierre del gobierno interino es algo que se viene conversando ampliamente en los mentideros de Washington desde hace tiempo.
No hay duda de que Estados Unidos le ha retirado su apoyo al gobierno interino de Guaidó. Está claro que no hay “negociaciones” entre el chavismo y la falsa oposición con la mediación de Noruega. No hay nada que negociar porque ya todo ha sido previamente acordado por las partes, comenzando por la designación del actual CNE. En realidad, estamos esperando por la declaración final, que debería producirse algún día de septiembre, para justificar la participación de la falsa oposición en las elecciones del 21N, anunciar el desmantelamiento del interinato o su cambio de nombre y conocer el endoso de Estados Unidos a una solución “negociada entre los venezolanos”.
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