¿Puede una generación ser desmemoriada? Ciertamente las generaciones más viejas pueden dejar de recordar lo que era ser joven. Con la edad, surge una burla predecible hacia los más jóvenes que parece afectar a casi todos los grupos demográficos mayores de 35 años.
«Menospreciar a otras generaciones es en realidad un eterno comportamiento humano», escribió el novelista canadiense Douglas Coupland en un ensayo para el diario británico The Guardian en junio pasado. Y debe saberlo: él fue quien acuñó el término «Generación X».
Los baby boomers, recuerda el escritor, alguna vez se burlaron de los de la Generación X, como él, quienes a su vez irradiaron arrogancia hacia los hábitos alimenticios de tostadas de aguacate de los «tibios» millennials. Y ahora el turno de ser juzgados por sus mayores es para la Generación Z, con sus TikToks y sus políticas de identidad.
Hay un término científico para esto: el efecto «niños de estos días», que se remonta a los escritos de los antiguos griegos.
«Desde al menos el año 624 a.C. la gente ha lamentado el declive de la generación actual de jóvenes en relación con las generaciones anteriores», de acuerdo con los psicólogos que nombraron el fenómeno.
«La universalidad de las quejas sobre ‘niños de estos días’ a lo largo de los milenios sugiere que estas críticas no son precisas ni se deben a la idiosincrasia de una cultura o una época en particular, sino que representan una ilusión generalizada de la humanidad».
Una razón, según los investigadores, es que la gente tiende a olvidar que ellos mismos han cambiado con el tiempo, y por lo tanto, asumen que la madurez, las actitudes y los comportamientos de los jóvenes son inamovibles.
Sin embargo, ese no es el único tipo de olvido que ocurre mientras pasan las generaciones. Hay otro tipo que es menos obvio llamado «amnesia generacional», que tiene efectos profundos en cómo vemos el mundo. Y que, desafortunadamente, todos lo sufrimos sin importar qué tan jóvenes o viejos seamos.
A cada generación se le entrega un mundo forjado por sus predecesores y luego aparentemente se olvida de ese hecho.
Nuevas y viejas tecnologías
Consideremos cómo pensamos sobre tecnología. La idea de tecnología para la generación actual significa teléfonos inteligentes, criptomonedas o el internet, pero no fue siempre así: la tecnología alguna vez se centró en la neumática o el vapor, más que en el silicio.
Un científico informático alguna vez dijo en broma que la tecnología debería definirse como «cualquier cosa que se haya inventado después de que naciste».
Algunos inventos están tan omnipresentes que hemos olvidado por completo que son tecnologías. Como alguna vez señaló el escritor y comediante británico Douglas Adams: «Ya no pensamos en las sillas como una tecnología, sólo pensamos en ellas como sillas».
Pero había una época en la que no habíamos resuelto cuántas patas deberían tener las sillas, qué tan altas deberían ser y si se rompían cuando tratábamos de usarlas».
Como resultado, la persona promedio de hoy vive una vida con adelantos y lujos que hubieran sido solo un sueño para las generaciones más privilegiadas del pasado.
Si Cleopatra o Isabel I viajaran en el tiempo hasta la actualidad, se maravillarían del mundo que damos por sentado, con sus vacunas y antibióticos y un inodoro y una nevera en cada hogar.
Las nuevas generaciones también tienen la costumbre de olvidar colectivamente cómo el cambio social positivo se produce a través del activismo persistente de las minorías que alguna vez fueron rechazadas.
El sufragio universal, por ejemplo, no siempre fue percibido como algo irrefutablemente correcto. Este hecho rara vez se recuerda.
Pero si la generación más reciente se olvida de los pasos positivos y los cambios que les traspasaron sus antepasados, entonces tampoco se darán cuenta de cómo esos predecesores dañaron el mundo.
Síndrome de base cambiante
Una de las primeras veces que se observó este tipo particular de amnesia generacional fue en la década de 1990, para describir un efecto que afectaba a los investigadores que estudiaban peces.
Un día, el científico pesquero Daniel Pauly notó algo curioso entre sus contemporáneos. A pesar de una disminución a largo plazo registrada objetivamente en ciertas poblaciones de peces, cada generación de científicos parecía aceptar la menor abundancia y diversidad como parte de su «línea de base».
Esto a pesar de que las generaciones de científicos anteriores tenían conclusiones muy distintas de sus observaciones y experiencias en el océano.
Por ejemplo, Pauly recordó cómo el abuelo de un colega había expresado alguna vez su molestia por cómo, en la década de 1920, el atún rojo se enredaba regularmente en sus redes en el Mar del Norte, una región donde la especie ahora está en gran parte ausente.
Lo que este punto ciego significaba, argumentó Pauly en un breve artículo, era que los científicos no se estaban dando cuenta del lento avance de las especies en desaparición y cada generación aceptaba una biodiversidad oceánica agotada que heredaron como si fuera normal. Lo denominó como el efecto «síndrome de base cambiante».
Desde entonces, el efecto de cambio de la línea de base se ha observado mucho más allá de la comunidad pesquera: tiene lugar en cualquier ámbito de la sociedad donde una línea de base se mueve imperceptiblemente a lo largo de las generaciones.
Experimentos de amnesia generacional
Años más tarde, el psicólogo Peter Kahn, de la Universidad de Washington, describió un efecto similar en un contexto completamente diferente: las comunidades negras de Houston, Texas. Tenía curiosidad por las percepciones de los niños sobre la calidad del medio ambiente en el que vivían.
Por medio de entrevistas, descubrió que los niños podían describir fácilmente qué era la contaminación del aire, así como destacar otras ciudades contaminadas, mientras que no lograron demostrar mucha conciencia de que Houston se había convertido en una de las ciudades más contaminadas de Estados Unidos. Simplemente aceptaban el estado de las cosas.
«¿Cómo es posible que estos niños no lo supieran? Una respuesta es que nacieron en Houston, la mayoría nunca se había ido y, al vivir allí, habían construido su línea de base para lo que pensaban que era un entorno normal», escribió Kahn más tarde en un artículo en el que fue coautor con su colega Thea Weiss.
Según Kahn y Weiss, todos experimentamos esta forma ambiental de amnesia generacional. No es tanto que los individuos no recuerden el pasado que ellos mismos han vivido. Es más que la humanidad colectivamente «olvida» el mundo natural como era antes a medida que pasan las generaciones.
«El asunto es uno de los problemas psicológicos más urgentes de nuestra vida», aseguran los psicólogos. «Ya es bastante difícil resolver problemas, como la deforestación, la acidificación de los océanos y el cambio climático, pero al menos la mayoría de la gente los reconoce como problemas».
Incluso los ejemplos más familiares de la naturaleza pueden olvidarse.
La zoóloga Lizzie Jones, de la Universidad de Londres, y sus colegas entrevistaron recientemente a personas que viven en Reino Unido sobre sus percepciones y recuerdos de diez especies de aves de jardín, tanto en el momento de la encuesta como cuando tenían 18 años.
Las personas más jóvenes, que estaban más cerca de los 18 años, fueron menos capaces de describir el verdadero cambio ecológico a largo plazo que había ocurrido entre las poblaciones de aves británicas.
Como señalaron Jones y sus colegas, el vuelo sincronizado de los pájaros estorninos era algo común en Reino Unido, pero su número solo en Inglaterra disminuyó en un 87% entre 1967 y 2015.
Otro ejemplo podría ser el «fenómeno del parabrisas», que describe la observación de todas las generaciones, a excepción de la más joven, de que hoy en día menos insectos se estrellan contra la ventana delantera de sus autos.
¿Hay alguna forma de evitar la amnesia generacional ambiental?
Podría parecer que se trata simplemente de educar a cada nueva generación, pero Kahn y Weiss sostienen que no se debe acudir a la enseñanza tradicional en el aula.
En cambio, hacen un llamado a las generaciones de los mayores para que fomenten lo que llaman «patrones de interacción», un enfoque más experimental en el que se alienta a los niños y jóvenes a buscar la naturaleza donde sea que la encuentren.
No hace falta el ideal romantizado de visitar un bosque salvaje raro o caminar por un desierto inaccesible; podría ser tan simple como caminar a lo largo del borde de un cuerpo de agua, identificar los frutos rojos en un día de verano o incluso simplemente acostarse sobre el césped o en la tierra. No importa si vives en una ciudad o en el campo.
«La solución que estamos proponiendo es, en efecto, ‘una pequeña interacción con la naturaleza a la vez'», escriben Kahn y Weiss.
A medida que cada generación envejece, puede ser tentador lamentar la falta de conciencia entre los «niños de estos días», tal como lo hizo la generación anterior cuando nosotros éramos jóvenes.
Pero cuando se trata de garantizar que no se olviden nuestros mejores recuerdos del mundo, parece que al menos parte de esa energía podría emplearse mejor transmitiendo experiencias, en lugar de emitiendo juicios.
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