En octubre se hará oficial lo que la gente hizo ya algunos meses atrás. Los ceros de los billetes y la palabra “millones” dejaron de existir porque, ayudados por la sabiduría popular, los ciudadanos se dieron cuenta de que esos billetes no representaban la realidad. Así que nada nuevo, no es noticia el anuncio del Banco Central de Venezuela.
Y mucho menos sirve de algo el apellido que le inventaron a ese nuevo bolívar “digital”. A menos que la intención sea la de esconder otro hecho innegable, la moneda nacional ya hace tiempo que pertenece a una realidad paralela, virtual, que se ve y no se ve, que no se percibe con los cinco sentidos sino a través de conexiones de Internet.
Como no hay billetes desde hace mucho tiempo, y por lo tanto se han reducido al mínimo los servicios bancarios, el venezolano aprendió a usar la banca electrónica para poder sobrevivir. Los cajeros están de adorno y cada vez cierran más agencias, así que el bolívar desde hace tiempo es solo parte del realismo mágico del régimen.
Tampoco tiene poder adquisitivo. La hiperinflación se comió toda la capacidad de la moneda nacional de ser intercambio de algún valor. Eso que suelen decir los billetes de “pagaderos al portador” es un eufemismo gigantesco, de los que tanto le gustan a Maduro y su combo. Así que algo deben estar inventando para disfrazar la vergüenza de que los trabajadores digan que su sueldo es de 10 bolívares, entre “digital” y tickets de alimentación.
Si se saca la cuenta para el día de hoy, el salario representa poco más de 2 dólares. Y es mejor recordarle a los que viven en Miraflores que un cartón de huevos puede sobrepasar esa cifra, depende de dónde se compre. ¿El bono de guerra económica? Van a tener que cambiarle el nombre por “limosna” porque si para octubre siguen repartiendo un monto similar, serían 3,95 digitales, y mejor no lo convertimos en divisas porque lo que da es mucho dolor.
Queda más que claro que la intención de esta “reconversión” monetaria -han eliminado 14 ceros desde 2008- no es salvar la moneda nacional y mucho menos darle un golpe a la inflación que ya se está comiendo el corazón de la gente, no solo los bolsillos. Sencillamente apelan a una medida cosmética, con aspiración a que se convierta en psicológica para que los venezolanos crean que los precios no suben. Siempre subestimando al ciudadano, que desde hace tiempo sabe que con bolívares no se compra nada.
Menos mal que los que van a México llevan las valijas bien llenas de verdes.
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