En nuestro contexto es evidente que la amenaza política se establece a través del poder. Foucault dice que “todo poder es un modo de acción de unos sobre otros. Se ejerce el poder cuando unos individuos son capaces de gobernar y dirigir conductas. Conducir conductas implica gobernar, y gobernar constituye la forma más acabada del poder”. El poder como gobierno no resiste en el tiempo, la idea de un sometimiento absoluto en la conducta de la gente; en contradicción el poder revolucionario se enfrenta a sus propios límites o decadencia, por ejemplo: la posibilidad que germine contundencia la rebeldía del todo social, convocando el rescate del voto como sustancia significativa de toda democracia.
Para el sociólogo francés Alain Touraine, el debilitamiento general de la democracia en muchos países tiene como causa última la progresiva separación entre la efectividad de la gestión pública y las demandas lógicas de los ciudadanos. En el caso venezolano, la significación que debe tener el espacio del derecho de la ciudadanía es casi inexistente por intereses mezquinos del decadente proyecto ideológico continental llamado socialismo del siglo XXI.
La naturaleza de la crisis política, económica y social convoca cualquier escenario electoral, no se puede descartar con garantía del voto y elecciones competitivas: comicios generales. En el país se observa el agotamiento de su clase política /dirigentes. El ciudadano en 65,4% se identifica más con un escenario de cambio del gobierno central, a través de la vía democrática y constitucional, es una opción para resolver la problemática política inmediata, frente a un discurso ideológico trasnochado, sin visión de futuro, deslizándose en lo aburrido y repetitivos que encuentran rechazo casi unánime por parte de 82%, es decir, la mayoría de los venezolanos. La situación de Venezuela está conectada a una crisis económica en ascenso por ahora indetenible, como consecuencia de un modelo económico reconfigurado sobre la base de un incomprensible capitalismo, articulado en su dinámica a la ingobernabilidad y la corrupción, teniendo como consecuencia inevitable el fracaso en lo económico y social.
Además, los compromisos que tiene a lo interno Maduro por diversos intereses endógenos y exógenos, han derivado en una profunda complejidad política. No obstante, la crisis económica acelerara el proceso de la descomposición social, la caída en la anomia, las protestas, saqueos y lo delincuencial que sirve de justificación para activar el dispositivo de represión y criminalización en la población.
Caracterizando nuestra crisis de gobernabilidad democrática, se revela que tiene muchos entramados y potenciados por la ausencia de decisiones de las instituciones para solucionar democráticamente los conflictos localizados y que ponen en evidencia las tensiones existentes entre los requisitos de la democracia y los de la gobernabilidad.
En su laberinto, el primer mandatario sigue gravitando nacional e internacionalmente en busca de oxígeno a través del diálogo o diálogos inducidos, lobby, renunciando a ver el “bosque” de la crisis económica y política que transita el país… Lo grave: el futuro de Venezuela está abstracto, Maduro prefiere seguir siendo interpelado negativamente por el pueblo, no se inmuta, mantiene la antipostura democrática en vez de hacer una comprensión final, objetiva de la naturaleza de la magnitud de la crisis convoca la urgencia de elecciones generales, como alternativa inmediata para refundar el país…Venezuela tiene que salir de este abismo… cada minuto, hora, día, mes, cuenta en las reconfiguraciones y posturas que pueda tomar un pueblo abrumado por una situación política y económica que perturba su paz y equilibrio emocional.
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