Hemos venido percibiendo, desde hace algunos meses, que bastante gente se está embullando con el asunto tramposo de nuevos planes de estudios universitarios; así también, tienen la pretensión de imprimir “cambios cosméticos», con marcada intención de aprovechamiento ideológico-político. Están tratando de asfixiar financieramente y desestructurar a la Universidad venezolana.
Para las pretendidas tareas en la reestructuración de nuestras universidades -asomadas por el sector oficial- han recibido las encargadurías personeros del gobierno que no tienen la menor noción de lo que intentan proponer. Total, el fin último busca someter -a como dé lugar- la institucionalidad universitaria.
En asambleas de copartidarios, dejan caer para pulsear reacciones, la problematización de la “reforma curricular” como si se tratara de algo simple o fácilmente despachable. Pero, aquí no todo el que quiere puede.
Debe llamarnos a preocupación que quienes se han travestido en propaladores de nuevas carreras universitarias, de otras composiciones orgánicas-funcionales; según ellos, adaptadas a las exigencias productivas del país, han sido los mismos propulsores que en escenarios pasados y bajo otras motivaciones, exhibieron su crasa ignorancia. Es que de estos aspectos nada conocen; porque jamás lo han estudiado desinteresadamente.
En las ocasiones superadas, que referimos en el párrafo anterior, únicamente destilaron contagio ideológico. Se les vieron las costuras al pergeñar unos escritos que resultaron sendos adefesios, técnicamente inaplicables, desde el punto de vista curricular.
No tememos a una legítima y verdadera transformación universitaria.
Sépase que deseamos una institucionalidad universitaria en constante transformación. En permanente creación y construcción de conocimientos, adaptados a la dinámica que se imprime en las sociedades modernas.
Procuramos de otras lógicas y las racionalidades; porque –a veces—nuestras propias universidades se vuelven entes esclerosados; y frente tal descripción –inocultable– lo que exactamente deseamos, quienes somos hechuras de tales espacios, es que nuestra Universidad mantenga su inacabable dinámica, su dialógica y dialéctica. Cambios indetenibles a lo interno.
Queremos de buena fe que quienes adelanten las iniciativas para las discusiones de nuevas mallas curriculares y reestructuración orgánica-funcional en las universidades venezolanas sepan de qué hablan cuando se atreven a promover una cartografía completa de las ofertas académicas que calcen con la productividad del país.
La educación universitaria debe, en esencia, perseguir su pertinencia territorial y en concordancia con las respectivas bases económicas de las regiones y áreas de influencias; fundamentalmente las universidades de más reciente creación, a partir de los Institutos Universitarios y Politécnicos.
En nuestro indetenible recorrido por las universidades venezolanas, por diferentes motivos académicos, nos conseguimos con profesionales densamente formados en diseño curricular, que han acumulado bastantes años de experiencias en estas especialidades, que portan en sí mismos “caja de herramientas” intelectuales, siempre al servicio del país. A tales profesionales hay que concitarlos para que participen y aporten sus aquilatados saberes en planes, programas y perfiles curriculares.
Si los propósitos insinuados desde el oficialismo apuntan a una recomposición seria del mapa curricular, que abarque disímiles temas, propuestas y ofertas novedosas, de investigación, extensión y formación ocupacional, entre muchos otros aspectos; todos esos aspectos deben ser debatidos por/para el futuro de la Universidad venezolana. La Universidad, por su misma condición de espacio para la libre discusión de todo no admite discernimientos encriptados.
Hay, notablemente, una exigencia, que no puede quedar a un costado: los actores participantes en las deliberaciones deben ser los mejores; aflorados desde las propias universidades; que posean amplísima dedicación y abnegación en la materia y las probadas cualidades para tales fines; para evitar los innecesarios extravíos y la pérdida de tiempo.
Contrariamente, si la idea es armar un “ardid distractor” ante la crisis nacional, entonces en ese saco caben muchos; al tiempo que se estarían haciendo ejercicios vanos de demagogia, malabarismos para balbucear cualquier cosa sin arribar significativamente a algo. Ya esa obra de teatro bufo la hemos visto en varios momentos y por capítulos.
¿Qué queremos para nuestra Universidad?
Aspiramos poseer una Universidad donde encuentren cauces expeditos las distintas corrientes del pensamiento.
Queremos y necesitamos una Universidad que se levante y proyecte en el concierto de las más prestigiosas y libres casas de Estudios Superiores del mundo.
Exactamente así la queremos y necesitamos: una Universidad libre, dispuesta a transformarse curricular, estructural y funcionalmente, de verdad; a partir de sus propios impulsos, sensibilidades e imbricada con su Sociedad. –
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