Cada año, cuando llegan el verano, los días largos, la vida al aire libre y las horas en la playa, surge un tema recurrente: la protección solar y los lunares. Tampoco quedan fuera del diálogo aquellas manchas que parecen ser lunares pero que, en realidad, no lo son.
Los lunares (nevus melanocíticos) son lesiones cutáneas benignas muy frecuentes. No suelen estar presentes al nacer, aunque es posible (nevus melanocíticos congénitos), y van apareciendo a lo largo de la vida (nevus melanocítios adquiridos).
Estos son los tumores cutáneos más comunes en las personas de raza blanca. Se calcula que toda la población tiene como promedio unos 20 lunares, que pueden asentarse en cualquier parte de la piel.
¿Por qué aparecen los lunares?
Los lunares surgen de las células que fabrican el pigmento que da color a nuestra piel (y que aumenta cuando nos bronceamos). Este pigmento se denomina melanina y las células que lo producen se llaman melanocitos. De ahí el nombre de nevus melanocíticos y su color, en la gama del marrón.
Suelen aparecer, por lo general, en la primera década de la vida (hacia los 4 años de edad). Posteriormente, aumentan en número hasta los 35 o 40 años y la mayoría desaparecen espontánea y paulatinamente a partir de los 60 años.
Se manifiestan como lesiones planas o con cierto volumen, de menos de 1 centímetro de diámetro (a veces pocos milímetros), de un solo tono de marrón (o cómo máximo dos tonos), de forma redondeada y bordes regulares. Se mantienen durante años sin apenas cambios y suelen ser múltiples.
Con el paso del tiempo, algunas de estas lesiones se hacen más abultadas, pierden el color oscuro y se pueden confundir con verrugas, pero son simplemente lunares que han madurado. Al tacto son de consistencia elástica, como de goma.
La causa de su aparición no se conoce con exactitud pero el principal factor favorecedor es la exposición al sol en la infancia y la adolescencia. Además, parece existir una cierta predisposición genética, con frecuencia familiar.
¿Lunar benigno o melanoma?
El problema de los lunares, independientemente de que los consideremos estéticos o no (recordemos que muchos poemas y canciones se inspiran en ellos) es que muy ocasionalmente pueden degenerar a cáncer de piel, es decir, pueden malignizar.
El cáncer de piel que deriva de los melanocitos se denomina melanoma. Este puede aparecer sobre un lunar previo o sobre piel normal. Cuando el melanoma es muy pequeño, aunque aparezca sobre piel sana, también puede parecer un lunar.
Y aquí se origina el problema: ¿cómo identificamos si un lunar ha derivado en melanoma o si una lesión pigmentada nueva, que parece un lunar, es en realidad un melanoma?
Es importante distinguir en nuestra piel entre lunar y melanoma. Si sospechamos que tenemos un melanoma en etapas muy iniciales de su desarrollo y consultamos al médico con celeridad, el cáncer seguramente se podrá curar completamente con una intervención quirúrgica sencilla.
Sin embargo, si el momento del diagnóstico se retarda, es posible que la intervención quirúrgica no sea suficiente. En estos casos, el melanoma se puede llegar a diseminar hacia otros órganos (producir metástasis) y poner nuestra vida en peligro.
¿Y las pecas?
Por su parte, las pecas (efélides en el lenguaje médico) son distintas de los lunares. Tienen el aspecto de manchas (totalmente planas) marrón claro, de pocos milímetros, numerosas y agrupadas, que se oscurecen en verano.
Aunque podemos verlas en los brazos o la parte alta de espalda, la localización más habitual está en las mejillas. Se producen con más frecuencia en individuos de piel clara y pelo claro o pelirrojo. Las pecas no degeneran a melanoma, pero sí son un signo de que la persona que las tiene posee una piel que se defiende mal de la luz del sol.
Recordemos que el tipo de piel se hereda. Por eso, tanto en la aparición de lunares como de pecas intervienen dos grandes factores: la predisposición genética y la ambiental (la exposición a la luz solar).
Señales para identificar un posible melanoma
Por eso, para poder identificarlos y prevenir una enfermedad grave, hay métodos al alcance de todos nosotros. El más conocido es el de la regla del ABCD-E, que los dermatólogos repetimos cada primavera. Esta regla ayuda a identificar lesiones pigmentadas sospechosas de melanoma.
Dicha sigla recuerda los conceptos de asimetría (A), bordes irregulares (B), policromía o varios colores (C), diámetro mayor de 6 mm (D) y crecimiento o enlargement (E). Cuando hablamos de varios colores tenemos que pensar en negro, marrón oscuro y marrón claro, azul o gris, blanco y diversos tonos de rojo, que pueden ir desde el rosa hasta el granate.
Una lesión de tono negro muy intenso, como alquitrán, no se suele ver en lunares normales. También son especialmente llamativas las zonas blancas, azules, grises y rojas dentro de una lesión pigmentada. Encontrar tres de estos colores en una misma lesión es sospechoso. Cuando se pueden identificar cinco se vuelve muy sospechoso.
Por otro lado, deben tenerse en consideración también diversos signos y síntomas de alarma, como los cambios en el tamaño, forma o color de una lesión pigmentada previa, el desarrollo de áreas ulceradas, costras o sangrado y la presencia de escozor o picor.
En ocasiones, algunos melanomas no tienen varios colores ni son asimétricos. Por eso, los cambios evolutivos de crecimiento rápido son muy importantes para empezar a tener sospechas.
Otro elemento diagnóstico introducido más recientemente es el signo del “patito feo”. Se refiere a la aparición de una lesión pigmentada que llama la atención por ser distinta al resto de lunares del mismo individuo.
¿Es común tener que acudir al médico por este motivo?
La media de edad de los pacientes con melanoma se sitúa entre los cincuenta y sesenta años y cada vez aumenta más en personas de mayor edad.
De hecho, es uno de los cánceres cuya frecuencia está aumentando más en todo el mundo. Probablemente, por los cambios en los hábitos de exposición solar de las generaciones nacidas a principios y mediados del siglo XX.
No obstante, los dermatólogos atendemos con frecuencia consultas sobre lunares en los niños. Pero el melanoma en los niños es rarísimo. En esa edad, lo importante es realizar y educar en una buena protección solar.
A pesar de todo, no hay que obsesionarse con los lunares. Los tiene todo el mundo y solo unos pocos llegan a transformarse en melanoma. Se calcula que el riesgo estimado acumulado hasta los ochenta años de que un lunar concreto se transforme en melanoma es de 0,03% entre los hombres y 0,009% entre las mujeres.
Pero recordemos que si tiene esa mala suerte, más vale llegar a tiempo. Por eso, si tiene antecedentes de melanoma en la familia próxima, sus lunares son muy numerosos (más de 100) o se da alguna de las señales anteriores, es mejor consultar al médico.
Rosa Mª Martí Laborda, Catedrática de Dermatologia. Jefe de Sección de Dermatología, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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