Chile celebró hace una semana las primarias para elegir a dos de los candidatos que disputarán la presidencia en las elecciones del 21 de noviembre. Pese a no haber recibido tanta atención de la prensa, los resultados de estas primarias dejan espacio para importantes consideraciones políticas. La primera tiene que ver con la juventud de los ganadores. Gabriel Boric, 35 años; Sebastián Sichel, 43 años. Boric se impuso al candidato comunista Daniel Jadue, Sichel derrotó a Joaquín Lavín, representante de la derecha tradicional. Encarnan definitivamente no solo una nueva generación por la edad sino por los modos de hacer política. La segunda observación: la posición de los candidatos ganadores, más alejada de los extremos y del pensamiento cerrado de los partidos. Ambas observaciones revelan, para los analistas, un prometedor sentido de renovación: de ideas, de posturas, de ofertas, de modos de hacer política.
Esta doble condición de juventud y apertura política explica algunas de las coincidencias. El discurso revela, efectivamente, acuerdos básicos en la voluntad de liberarse de las ataduras del pasado y de asumir con responsabilidad la construcción de un mejor futuro, fundado en el crecimiento y la justicia social, la igualdad, la modernidad y el sentido de realidad, la diversidad y el reconocimiento del otro. Coinciden en la apertura de espacios para ampliar el diálogo, el encuentro, la posibilidad de pensar en un proyecto de país y de ir avanzando sin desestabilizantes cambios de rumbo en cada período, con voluntad de corregir los errores y las desviaciones. Se observa también una mayor disposición a escuchar al conjunto de la población, incluido el adversario político, un liderazgo que no exacerbe las diferencias, pero tampoco deje de verlas y, sobre todo, de atenderlas, más centrado en la gente que en las estadísticas.
Después de los convulsos meses vividos por Chile, las propuestas de los candidatos están, no podía ser de otro modo, claramente diferenciadas. Las de Boric se enmarcan en la justicia social, la descentralización, el feminismo y la sostenibilidad ambiental. Su propuesta apunta a la transformación del modelo económico. Las de Sichel incluyen el apoyo al emprendimiento, el fomento a la actividad productiva en las regiones, mejoras en los procesos judiciales. “Sentimos que el proyecto que representamos, de justicia y libertad, es el mejor proyecto para los chilenos» dice Sichel.
Tan importante como estos cambios en la política chilena es seguramente la valoración del voto como instrumento de expresión de la voluntad popular y como camino para superar la turbulencia y afirmar la convivencia. Luego de meses de protestas y violencia los chilenos vienen asumiendo una dinámica electoral que comenzó en octubre de 2020 con el plebiscito que avaló el cambio constitucional y siguió en 2021, con la elección de los 155 constituyentes que escribirán la nueva constitución. El conflicto en las calles ha sido reemplazado por el voto, por la consulta al ciudadano, por la reflexión personal sobre el destino del país, por la sensatez más que por el simple entusiasmo, por la expresión personal más que por la vocinglería de la muchedumbre, por la responsabilidad más que por el abandono al todos y nadie, por la suma efectiva a una causa más que por el fanatismo de líderes de una hora.
Chile, se hace ahora más evidente, requiere y quiere cambios, pero sin perder lo que ha logrado. Madurez. Ha probado que puede alcanzar un estado de progreso y crecimiento en todos los órdenes; tiene ahora que probar que puede hacerlo superando las desigualdades, propiciando la inclusión y la participación, abriendo oportunidades para todos.
Boric y Sichel no serán los únicos competidores de las elecciones presidenciales chilenas previstas para el 21 noviembre de este año, con una posible segunda vuelta el 19 de diciembre, pero animan la esperanza de una política alejada de los extremismos y concentrada en el crecimiento y el bienestar de todos los ciudadanos. El caso Chile, además, funciona como un recordatorio a favor del voto en libertad como derecho ciudadano e instrumento vital de participación.
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