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¿Está en peligro la democracia argentina?

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Alberto-Fernández-Cristina-Kirchner

A partir del conflicto del año 2008 comenzó a incrementarse en Argentina la violencia simbólica. Hubo un retorno de la confrontación que trajo aparejada la emergencia de una serie de expresiones tendientes a la descalificación del adversario y a la exacerbación de divisiones (pre)existentes en la sociedad argentina. Aparecieron términos de dudosa capacidad explicativa, pero de indudable eficacia persuasoria como la categoría de “destituyente” o metáforas como “la grieta” para dar cuenta de conflictos y fracturas que parecían (y algunos parecen) existentes desde tiempos inmemoriales.

La crisis de la democracia a nivel global

Uno de los grandes debates contemporáneos en el ámbito internacional está sin duda relacionado con la crisis de la democracia a nivel global, como así también con el surgimiento de alternativas “iliberales” a la democracia. De esta manera, el hasta hace poco tiempo atrás inevitable y arrollador avance de la democracia liberal a escala mundial se ha visto desafiado por nuevas alternativas competitivas durante las primeras décadas del siglo XXI.

No estaríamos aquí en presencia de un desenlace resultado del “Backslading” o la “Regresión democrática”, tampoco del clásico “Breakdown” o “Quiebre” de las democracias resultado de la proliferación de golpes de carácter cívico-militar entre la segunda y tercera oleada democrática. Nos encontraríamos frente a una lenta erosión de la democracia mediante una serie de cambios que, amparados en procedimientos legales, socavan la democracia en un proceso de creciente autocratización.

En este marco, un régimen político puede ser definido como democrático si cumple con al menos tres condiciones básicas. Primero, un proceso de elecciones razonablemente libres, competitivas y transparentes. Segundo, un resultado electoral que cuente con la aceptación o por lo menos la tolerancia del mismo por parte de los perdedores. Y por último, excluye el uso de la violencia (física o simbólica) en la disputa política.

¿Cómo se ha desarrollado la democracia en Argentina desde 1983?

La democracia argentina ha dado sobradas muestras de resiliencia a lo largo de las últimas tres décadas, debiendo hacer frente a las crisis militares entre 1987 y 1990, económica de 1989/1990 e institucional y social del año 2001/2002. Todas estas pruebas fueron en mayor o medida superadas de manera satisfactoria. Al mismo tiempo, un largo ciclo de emergencia tiene lugar desde el año el año 1989 hasta la fecha con algunos breves interregnos entre 1999-2001 y 2015-2018. La Argentina se encuentra (casi) en emergencia permanente.

El retorno de la democracia en 1983 trajo aparejada la emergencia de un conjunto de prácticas políticas más bien acordes con un estilo consensual, aún con un proceso de instauración del nuevo régimen político caracterizado por la ausencia de pactos consociativos entre las élites políticas como aquellos producidos en Venezuela y Colombia durante la década de 1950 o España durante los años setenta.

La unidad partidaria frente a la sublevación militar de Semana Santa en 1987, los acuerdos que hicieron posible la reforma constitucional de 1994, la experiencia cuasi coalicional de Eduardo Duhalde y la conformación de la Mesa de Diálogo auspiciada por la Iglesia Católica en el marco de la crisis social del 2001/2002 constituyen algunos emblemáticos ejemplos de una mayor inclinación al compromiso, independientemente del juicio de valor que puedan merecer esas iniciativas de “unidad en la diversidad”.

El conflicto entre un novel gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y las organizaciones agropecuarias en los primeros meses del año 2008 sobre la “Resolución 125” constituyó una bisagra, en la medida en que reinstaló una dinámica de confrontación prácticamente abandonada desde el retorno de la democracia en 1983.

¿Cómo impactó el conflicto con el sector agropecuario de 2008?

Retornando a la definición sobre la democracia y sus atributos básicos, el proceso electoral en Argentina es razonablemente libre, transparente y competitivo, dando lugar en los últimos años a una competencia entre dos principales coaliciones electorales, Juntos por el Cambio y Frente de Todos.

Este escenario, que se desarrolla a nivel nacional, convive con la persistencia de regímenes sultanísticos u oligárquico-competitivos en el ámbito subnacional con escasa o nula alternancia o posibilidad de rotación efectiva de las élites políticas. La designación de figuras polémicas como la del juez Alejo Ramos Padilla en la Justicia Electoral de la provincia de Buenos Aires ha despertado preocupación en sectores de la oposición con respecto a las necesarias garantías del proceso electoral y sus resultados.

Los resultados electorales cuentan con la aceptación o por lo menos tolerancia de los perdedores, aunque se han advertido algunas situaciones que merecen especial atención. La ausencia de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner en la ceremonia de asunción presidencial de Mauricio Macri fue leída como un gesto de desconocimiento de la legitimidad del resultado electoral de 2015. Y las denuncias realizadas desde el entonces espacio Unidad Ciudadana en las elecciones legislativas de 2017 representan una señal de advertencia sobre el resquebrajamiento del consenso sobre la tolerancia hacia un resultado electoral desfavorable.

A pesar de dichos antecedentes, la exclusión del uso de la violencia política, así como la existencia de un consenso sobre la necesidad de la resolución pacífica de la disputa política han sido características desde el 10 de diciembre de 1983. Sin embargo, el incremento de la violencia discursiva representa una amenaza al consenso existente desde 1983.

¿Qué futuro espera a la democracia argentina?

Estamos frente a un futuro incierto. Sin el peligro de la regresión democrática o del quiebre institucional, pero con un riesgo cierto de autocratización hay hoy en Argentina un contexto electoral con debilitamiento de las garantías de transparencia e imparcialidad, una disminución de la tolerancia hacia resultados electorales adversos, un debilitamiento del consenso acerca de la exclusión de la violencia como recurso (por el momento solo en el plano simbólico) y el retorno de las “fantasías priistas” en el oficialismo gobernante.

Estos elementos representan indicios de un complejo escenario de desarrollo de la democracia argentina. No obstante, nuestro compromiso es mantener el pesimismo de la inteligencia, pero al mismo tiempo un optimismo de la voluntad.


Santiago Leiras es profesor asociado de la Universidad de Buenos Aires. Doctor y diploma de Estudios Avanzados en América Latina contemporánea por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid-España.

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