El demonio que escapó de la “zona de paz” en la Cota 905, donde lo tenían como carta de control social, causó en el régimen un desconcierto semejante al que sumió en la desesperación a sus generales cuando tuvieron que rendirse en la brevísima guerra de guerrillas en Apure.
En esa aventura bélica y sus consecuencias desastrosas hay que buscar la respuesta acerca de por qué la mención de Apure por el diputado Freddy Guevara sirvió de pretexto para apresarlo, y para que llamaran “delincuente y rata” a Javier Tarazona, el encarcelado director de Fundaredes.
Los informes de la ONG, junto con evidencias de la inteligencia militar, fueron clave para desnudar la cadena de decisiones fatales que condujeron a Maduro y su inepto Alto Mando Militar a arrastrar a las Fuerzas Armadas a la guerra de guerrillas, que muy pronto desembocaría en la rendición incondicional y la cesión de territorio nacional al Frente Décimo de las FARC para el tráfico de drogas.
Los grandes derrotados resultaron ser el Cartel de los Soles y sus viejos socios de la narcoguerrilla encabezada por Iván Márquez. Pero lo más grave es que a esa guerra secreta del crimen organizado, para colmo de conducción técnica ineficaz, se arrojó al sacrificio a jóvenes oficiales y soldados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Los documentos de Fundaredes indican que la FANB ha actuado contra disidentes de las FARC por “el control de narcotráfico y del territorio considerado estratégico para diversas operaciones ilegales”.
A los soldados enviados a la guerra de guerrillas en la frontera colombovenezolana no les han explicado las causas del conflicto ni mucho menos las que llevaron a la rendición y la deshonra de la FANB. Pero la historia demuestra que los responsables siempre terminan rindiendo cuentas en tribunales marciales después de las derrotas. Y no solo por los defectos profesionales que se muestran en el resultado de la guerra, sino también por los actos de cobardía ante el enemigo por mandos con espada sin vocación heroica.
El contraste de un Alto Mando Militar de esa condición lo marcó el valiente y piadoso sacerdote que fue mostrado en un video recogiendo los cadáveres de 10 militares emboscados en abril por más de 150 guerrilleros. En ese –como en otros combates– soldados escaparon de la muerte por sus propios medios, “sin que los comandantes de la operación y el Alto Mando Militar hubiesen agotado los recursos necesarios para el rescate de los heridos”.
Fundaredes, que ha denunciado el desprecio del Alto Mando Militar por los miembros de la FANB, apunta: “Los heridos debieron intentar preservar su vida sin contar con provisión de comida o un kit de primeros auxilios digno, pues al ser enviados al terreno de combate sin las provisiones y elementos mínimos de supervivencia les esperaba el peor de los escenarios”.
Esas denuncias y las que presentó la ONG el 30 de junio acerca de los negocios en territorio nacional entre la narcoguerrilla del ELN y funcionarios del régimen ofrecen pistas sobre los motivos del arresto de Javier Tarazona dos días después.
No conviene olvidar, sin embargo, que Colombia y el Comando Sur han dicho que trabajan para bloquear los corredores de suministro de droga al Cartel de los Soles, lo mismo que para cortar los negocios de la minería ilegal entre el ELN y sus socios en Venezuela. Y eso parece explicar la desesperación entre quienes dicen que los quieren asesinar y hasta confunden el grito de libertad en Cuba con las celebraciones de la Eurocopa. Probablemente todo se deba al influjo perturbador del demonio de la 905.
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