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¿Venezuela garante de paz?

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Existe gran incógnita en Colombia sobre el futuro de las tratativas de paz con el ELN. Peor que ello, ya el país empieza a preguntarse si tiene sentido seguir adelante un proceso que ha avanzado a tropezones por la actitud de los alzados en armas de mantenerse dentro de una posición de fuerza que se traduce en acciones bélicas, constantes, voladuras reiteradas de infraestructura, secuestros y violaciones y pare de contar. Todo ello mientras los jerarcas elenos se permiten opinar en materia política en el país y señalar con su dedo a su gobierno para acusarlo de estar haciendo trizas el proceso de paz.

Se pregunta uno si con la compleja agenda que tiene el presidente Iván Duque entre manos tiene sentido gastar energía en un diálogo que, hasta el presente, no es solo estéril sino perverso.

Es perverso porque si hay algo claro en la hora actual es que una de las prioridades del gobierno del presidente Duque es trabajar a favor de desactivar al gobierno venezolano y sobre ello se ha expresado más de una vez, mientras que la otra parte de la ecuación en las conversaciones de paz, el ELN, no solo sostiene una relación de cooperación con el gobierno de Maduro sino que, ante la eventualidad no deseada de una confrontación militar abierta entre los dos países, los criminales guerrilleros colombianos se ubicarían del lado equivocado del conflicto. Del lado del toro y no del lado del torero. Menuda paradoja.

Esta guerrilla, que se desplaza a sus anchas sobre la frontera y del lado venezolano de la misma, mantiene un activo compromiso y una unidad de propósito con los comunistas que gobiernan Venezuela. Pero, asimismo, actúan como sus cómplices en todas las actividades criminales de extorsión, reclutamiento y explotación de mujeres y menores, además de desempeñar el rol más activo en el procesamiento y tráfico de narcóticos que se genera en la zona limítrofe de los dos países.

El periódico español La Vanguardia lo dice bien claro: “… si la vía para defenestrar a Maduro fuese la acción militar extranjera, con mayor razón las fuerzas insurgentes del ELN se pondrán bajo las órdenes de la defensa de la revolución bolivariana y del país, e incluso estarían dispuestas a combatir a las fuerzas militares colombianas, si fueran estas las que estuvieran comprometidas en esa intervención”.

Solo esa comunión de intereses y de propósitos con la dictadura madurista explica que el ELN haya señalado a Iván Duque de querer dinamitar el proceso de paz luego de que este expulsara a Venezuela como garante de los diálogos de paz en Cuba, un hecho más que sensato de parte del mandatario de Colombia, quien ha sido acusado por Caracas, en el sagrado recinto de la Asamblea General de Naciones Unidas, de ser uno de los artífices del intento de “golpe de Estado” perpetrado en contra de Nicolás Maduro.

Huelga preguntarse cuál juego es el que tiene entre manos el ELN que actúa en comandita con los narcodictadores de Miraflores y lo que se propone al negarse a cumplir con la exigencia del gobierno recién electo de Colombia hacia los guerrilleros, que es el “cese de  todas las actividades criminales y liberar a todos los secuestrados en su poder”.

Aun cuando los elenos estén dispuestos a entrar por el aro del razonable petitorio de Duque para demostrar que realmente sí están a favor de un desarme y desean un acuerdo de paz para su país, bien hace el presidente de Colombia en mantener fuera del juego de la deseada paz colombiana a los presentantes del gobierno Miraflores cuyo único objetivo es sembrar zozobra dentro del ambiente colombiano.

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