(Palabras para la Asamblea de ciudadanos, San Felipe)
En crisis complejas, estar en guardia obliga a reenfocar constantemente la atención. Vivimos momentos muy difíciles: No sabemos valorar lo que perdemos ni la dimensión de esta tragedia. Puestos a considerar, en los minutos que me dan, quiero retomar solo tres puntos: 1) la importancia de la movilización de la sociedad civil, 2) la urgente necesidad de la unidad, y 3) la necesidad de aprender a pensar a largo plazo, y superar nuestra miopía política.
Hoy es prioritario movilizar a una sociedad civil descontenta pero sumida en una pasiva resignación. Muchos de estos grupos se quejan de prejuicios partidistas que los relegan a papeles secundarios. ONG, sindicatos, gremios, asociaciones, academias, las distintas iglesias, constituyen, en su diversidad, un tejido cuya misión e intereses son diversos e importantes en sus lugares vocacionales respectivos. Está claro que los PP son mediadores y la expresión de la relación entre las expectativas de esos grupos y los centros de poder político. Son quienes convierten esos intereses en políticas públicas. El ciudadano es un sujeto con ocupaciones distintas, con derechos y prácticas políticas irrenunciables e ineludibles. El político tiene como profesión dar realidad a esos derechos y construir vías para la concreción de esas expectativas.
Esto es lo que se ve alterado por la crisis actual. Produciendo dos excesos: la antipolítica en los grupos sociales y el hiperpartidismo en los PP. De allí que sea crucial pedirles reflexión. Al partido, morigerar su pasión proselitista. Al ciudadano que, entre hablar y actuar, ocupe ese trecho vacío con más resolución. Mientras sigamos en la incuria y la malcriada indolencia, tarde o temprano, no solo el ruido, sino las balas de la cota 905, terminarán por alcanzarnos a todos, no importa donde estemos. Será el reino de la anomia absoluta. Olemos ya la pólvora en el aire, sentimos el miedo en cualquier calle. Y, de noche, el ruido arbitrario de la malandrería no deja dormir a nadie en el País. Por eso es urgente la participación de todos. La crisis y la distorsión narcisista de los roles de cada sector ha hecho que seamos «una mayoría» que no logran encarnar una verdadera oposición, que no sabe cobrar y hacer efectiva la fuerza de esa mayoría.
Está atomización puede tener dos o tres causas internas: 1) Conceptuales, alrededor de lo que es democracia, por ejemplo (pero no vemos estas discusiones en ningún sitio). 2) Diferencias tácticas: cada grupo (hay, mínimo, tres) piensa llegar a la meta de distintos modos. Y 3) la más difícil de reconocer: las ambiciones de protagonismo (en Cuba, desde 1959, según J. Axel, la oposición tiene 62 años dividida). A esto debemos sumarle la enfermedad infantil del sectarismo. Según Savater, sectario es quien “quiere que los suyos estén por delante de todos los demás a toda costa, aunque el conjunto del país corra el peligro de desmoronarse». Vieja epidemia de la oposición, al sectario lo domina una conducta pandillesca.
Todo ello, relacionado con lo que se ha llamado el narcisismo de las pequeñas diferencias. Para Freud, consiste en que hay: «comunidades con territorios colindantes y relaciones muy cercanas [que] son más propensos a involucrarse en agresiones y burlas mutuas de una especial hipersensibilidad en detalles de diferenciación». Concepto que toma de Ernst Crawley: cada individuo está separado de los demás por un tabú de aislamiento personal: el narcisismo de pequeñas diferencias. Más reciente, C. Hitchens explica que, en numerosos casos de conflictos étnicos-nacionales, los odios más profundos se producen, precisamente, entre personas que se parecen o están más cercanos entre sí.
Todo ello, además, en relación con el concepto de pureza: cuando en un grupo aparece con fuerza (y repetidamente) estamos ante un caso de sectarismo. Esto ha hecho difícil la construcción de la unidad. Pero la Unidad no es una herramienta más: es parte esencial de una estrategia de lucha. La necesidad de articulación de esfuerzos requiere no solo de habilidad verbal sino de una acción creadora. Nuestros dirigentes no deben ser solo parladores de temas, deben ser también creadores de vías para resolver conflictos. Necesitamos construir instrumentos de comunicación, espacios de encuentro y de resonancia social. Crear y fortificar estructuras donde se forjen pactos de unidad y se neutralicen suspicacias y malentendidos. No se trata de eliminar diferencias sino de gestionarlas mejor. Necesitamos, por eso, dirigentes que sean creadores. Y que los partidos renueven sus estructuras a través de procesos racionales y democráticos, que limiten los casos internos de microautocratización. No es solo la persecución de traidores sino la creación de formas, conceptos, acciones que disminuyan tensiones y crispaciones. Que acerquen y consoliden pactos de unidad y disminuya la fragmentación en bloques políticos en pugna.
Por último, la necesidad de visión frente a la miopía general. Necesitamos de lo que Román Krznavic, llama «Los pensamientos-catedral«: la actitud para construir y visionar obras de enorme trabajo colectivo y largo alcance. Que nos ayude a tener paciencia estratégica y a enfrentar el «cortoplacismo frenético» de nuestros días. Desprendernos del «inmediatismo» que muy pronto advirtió en nosotros Teodoro Petkoff, ante el fracaso del revocatorio que creíamos muy fácil. Si tuviésemos la correcta visión de largo alcance de nuestra crisis, entenderíamos mejor que ir a elecciones no sería para medrar del poder y, por tanto, para debilitarnos mutuamente por su causa. Sino solo para dar un paso más, hacia fases nuevas, de una lucha larga y sostenida. Este inmediatismo nos ha hecho perder oportunidades y nos ha lastrado enormemente.
Decía Saint Exupéry: «Mirad, en la vida no hay soluciones sino fuerzas en marcha». Ni hay soluciones simples a problemas complejos, por más sencilla que sea la suma de las acciones necesarias. Es necesario reconocer esas fuerzas, nombrarlas y conducirlas correcta y pacientemente hasta la recuperación de la institucionalidad y la democracia en Venezuela. Pero hacerlo a través de la organización, la coordinación, y la consolidación de una unidad sólida y duradera.
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