«Las personas de bien en Brasil quieren dejar atrás el socialismo, no quieren un régimen como el de Venezuela. No queremos que Brasil sea mañana lo que Venezuela es hoy». Jair Bolsonaro usó la crítica situación que vive su vecino del norte hasta el último minuto, incluso a pie de urna, para atraer más votos a sus postulados, dejando claro que la situación venezolana seguirá marcando el juego sobre el tablero geoestratégico de la región.
Tras su contundente triunfo, que lo deja al borde de la presidencia, el candidato ultraderechista asoma como una nueva pieza para atornillar aún más la actual relación de fuerzas, aunque falta por confirmar su mayoría final en el balotaje (segunda vuelta electoral) entre dos candidatos situados en las antípodas políticas.
¿Se radicalizará el vuelco a la derecha de Chile y Colombia o una remontada histórica a final de mes retomará el giro a la izquierda iniciado por López Obrador en México? ¿Cómo incidirá el desembarco en el Palacio del Planalto de un líder cercano a las tesis de Trump y no de quien se pensaba retomaría las políticas de Lula Da Silva? ¿Cómo reaccionará Caracas si se confirma que al otro lado de sus dos principales fronteras se consolidan sus principales detractores?
«No observo ningún patrón unificado en la región: México gira a la izquierda en el mismo año que Brasil, probablemente, gire a la derecha. De hecho, si hay algún patrón es la heterogeneidad con algunos países (Nicaragua, Venezuela) donde la democracia colapsó y otros (Colombia, Ecuador) en que se consolida o mejora», sostuvo el politólogo uruguayo Andrés Malamud.
«La ventaja de Bolsonaro es notable, es muy probable que sea presidente. Ahora todo dependerá de la capacidad de unión de los anti-Bolsonaro. La primera impresión es que luce difícil por el clima de polarización máxima, una tendencia nefasta en el continente y en todo el mundo. Dudo mucho que algo bueno en términos de consolidación de la democracia y respeto a los derechos humanos pueda salir de esta era particular», reflexionó Mariano de Alba, internacionalista venezolano radicado en Washington.
Malamud, en cambio, no encontró un patrón en torno a la repetida polarización política en el subcontinente: «De hecho, en México observamos la alianza de la izquierda con los grupos evangélicos y en Brasil la radicalización se produjo solamente en la derecha. Grietas como la de Argentina, al contrario de lo que se piensa, contribuyen a generar opciones electorales sustantivas, lo cual beneficia a la democracia, aunque pueda erosionar la calidad de las políticas públicas».
Si se confirmara el triunfo de Bolsonaro, el subcontinente enfrentaría unas relaciones «traumáticas» entre los distintos gobiernos, aventura Michel Leví, coordinador de la Cátedra Brasil-Comunidad Andina de la Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. «Y no solo con el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, pese a que Brasil ya no influye tanto como cuando gobernaba Lula da Silva hace 8 y 10 años», añadió el politólogo.
El silencio oficialista en Caracas ante la derrota contundente de su «candidato», Haddad, contrastó con la alegría de los sectores más radicales de la oposición. «Un sector muy minoritario de la oposición radical, que ni siquiera tiene influencia política relevante, ha estado trabajando con Bolsonaro desde hace meses», dijo De Alba. Se refiere a un dirigente estudiantil, Roderick Navarro, quien ayer celebró el triunfo parcial del ultraderechista sumándose al llamado del Movimiento Rumbo Libertad: «La liberación está en puertas. Con Bolsonaro en la presidencia, la clase Unidad Democrática-PSUV caerá y Venezuela será libre».
«Maduro no puede estar tranquilo. La presión internacional va a ser mucho más fuerte que en el último año», sentenció Leví, incluidas turbulencias mayores, ya que «aumentan las posibilidades de un enfrentamiento militar fronterizo», pronosticó De Alba.
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