Por N.R.
Christopher Isherwood (1974). Semejante a una conversión: “Me convencí, después de conocer durante mucho tiempo a Swami Prabhavananda, de que existe algo como la unión mística o el conocimiento”. La dificultad de transmitir la experiencia religiosa por escrito. La doctrina Vedanta. La lucha gay: “Algo que me parece aún peor que el odio y la oposición activa es la indiferencia que muestra la mayoría de gente hacia las minorías”. El Maurice de Forster: “Lo que me encantó de esa novela fue la pasión. Forster se sinceró”. Virginia Woolf: “Lo que uno veía era lo tremendamente animada y divertida que era cuando se ponía a cotillear, porque le encantaban las conversaciones intrascendentes”. Huxley, Auden. Abstinencia sexual y acumulación de energía.
Gore Vidal (1974). Precoz, reticente a hablar de sus libros. Escritores que remplazan con lenguaje la falta de imaginación: Richard Brautigan, Robert Coover, William Gass. “Envidio a autores como Graham Greene, que todos los años sin falta hacen la misma novela para deleite de la misma clase de lector”. Le preguntan por qué tiene mala prensa. “La envidia es el elemento central de la vida estadounidense”. Críticos: “Periodistas que cotillean sobre libros”. Escritor con amigos escritores en todas partes. “Mailer ya es lo que quería ser: el santo patrón del periodismo malo”. Nabokov, en su pedestal. Contra Hemingway: “Perseguía las guerras, pero nunca tuvo mucho que decir sobre la guerra, a diferencia de Tólstoi e incluso de Malraux”.
Bernard Malamud (1975). Motivo de orgullo: su afamada discreción ha impedido que se escriba sobre su vida personal. Elegante y preciso. “Me gustan los privilegios de la forma”. “La revisión es uno de los placeres de escribir”. “Me gusta el drama de la improductividad, sobre todo cuando es posible que conviva con el talento”. El entrevistador le pregunta por las fuentes de una de sus novelas: “Las preguntas sobre fuentes son banales, pero como usted es amigo mío le responderé”. Latigazos a los críticos. “A veces decido que un personaje sea judío porque creo que así lo entenderé mejor como persona, no porque esté intentando demostrar nada”.
P. G. Wodehouse (1975). Al momento de conceder la entrevista (1972) está próximo a los 92 años. “No quiero ser como Bernard Shaw que produjo un material pésimo a partir de los noventa”. La ficción humorística. “Los críticos dicen que el mundo sobre el que escribo no ha existido nunca, pero claro que existió, era el mundo del período de entreguerras”. Sobre su extensísima trayectoria: “Soy escritor a tiempo completo desde 1902”. A diferencia de la corriente mayoritaria de sus colegas: lee las críticas con atención, “porque siempre se aprenden cosas”.
Kurt Vonnegut (1977). Dice el entrevistador: “Lo que sigue podría considerarse una entrevista que se ha hecho él mismo”. Mezcla de cuatro entrevistas, intervenidas obcecadamente por el escritor. Veterano de la Segunda Guerra Mundial, capturado por los alemanes. Estaba prisionero en Dresde cuando el bombardeo de febrero de 1945 acabó con la ciudad: “Pero un día sonó la sirena —era el 13 de febrero de 1945— y bajamos a una segunda planta subterránea donde había una cámara frigorífica para la carne. Hacía frío y estaba llena de cadáveres colgando. Cuando volvimos a subir, ya no había ciudad”. Familia, formación como químico y antropólogo, más episodios de guerra, Matadero cinco, Saul Bellow, la ausencia de mujeres en sus libros y esta frase: “De pronto hay un montón de puestos vacantes en mi vida”.
Joyce Carol Oates (1978). Habla reflexiva y de parsimonias. Algunas preguntas las respondió por escrito para evitar distorsiones. “Las últimas obras de Henry James habrían sido mejores si hubiese resistido a esa curiosa forma de autoindulgencia que fue dictar a una secretaria”. “A veces me da la impresión de que los críticos se refieren a obras que no son las que yo recuerdo haber escrito”. A la pregunta “¿Qué ha aprendido de Kafka?” responde: “A bromear con el horror, a tomarme menos en serio”. “Después de terminar una novela saturada de lo que Jung llama la experiencia de Dios, creo que sé menos que nunca sobre mí misma y sobre mis creencias”.
Joan Didion (1978). Escribir es hostil con el lector: “Engaña al lector para que escuche su sueño”. Hemingway: “Hace unos años (…) releí Adiós a las armas y volví a sumergirme en aquellas frases. Son perfectas. Frases muy directas, ríos límpidos, agua clara sobre un lecho de granito, sin sumideros”. “Cuando escribo una novela nunca sé qué estoy haciendo, y el hilo real no surge hasta que estoy terminándola”. Una manía: “Otra cosa que necesito hacer cuando me acerco al final de un libro es dormir en la misma habitación del manuscrito”.
Stephen Spender (1980). Yeats, Woolf, Pound, Thomas, Hemingway, Eliot: jugosas anécdotas. Auden: “Era extremadamente inteligente y muy exigente, diría, y ejercía su autoridad al hacer comentarios sobre la obra de uno, pero nunca se las daba de crítico”. Los críticos: “Creo que un ataque nunca es realmente objetivo: tus criterios pueden ser objetivos, pero pese a todo persiste una especie de placer que es subjetivo (…) y para el crítico es muy difícil resistirse a él”. Poesía e infelicidad: “Es sorprendente que, en la época de los campos de concentración, en la que siete millones de personas han muerto gaseadas, haya quien aspire a la infelicidad”.
Elizabeth Bishop (1981). La casa y sus objetos. Viajes. La brecha entre comenzar y finalizar poemas. “No creo en enseñar poesía, pero es lo que quieren que hagas. Ves tantos poemas todas las semanas que pierdes toda capacidad de juicio”. Años en Brasil. Sobre sus relatos: “Sospecho que algunos de los relatos que he escrito son en realidad poemas en prosa, y que como relatos no son muy buenos”. La universidad en la década de 1930: “Todos los intelectuales eran comunistas salvo yo. Como siempre he sido muy perversa, me decanté por T.S. Eliot y el anglocatolicismo”.
Gabriel García Márquez (1981). Un par horas, durante tres días. García Márquez contesta las preguntas con sus hijos en el papel de traductores. La grabadora del entrevistador es desleal, “porque registra hasta los momentos en que uno hace el ridículo”. Elogio de John Hersey, por su libro Hiroshima. Inevitable: ficción y periodismo. Primeros pasos como escritor. “Siempre me divierte comprobar que los mayores elogios sobre mi obra se centran en mi capacidad imaginativa, cuando lo cierto es que no he escrito ni una sola línea que no tenga base real”. La soledad del poder: “Cuando alcanzas el poder absoluto, pierdes el contacto con la realidad, y no puede haber soledad peor que esa”. “No tengo el menor interés en lo que piensen sobre mí”. La fama, Cien años de soledad. Esta joya sobre el enfrentamiento entre Cuba y Estados Unidos: “Estamos ante un choque entre una sociedad anticonsumista y la sociedad más consumista del planeta”.
Joseph Brodsky (1982). Entrevista realizada en 1979. Complejo, brillante, profundo. “Mi principal interés en la naturaleza del tiempo”. Mente que no cesa. Traductor de su propia obra. “Al traducir, uno trata de preservar las luces y sombras de los pétalos, y hay que aceptar que algunos son feos, porque tal vez esa fealdad obedece a alguna estrategia que utilizaste cuando escribirte el original”. Walcott, Lowell, Frost, Auden, Spender. “Con Frost empezó todo”. El primer arresto: 1959. Ajmátova: 1961. “Pero recuerdo que una noche, volviendo de su casa en un tren abarrotado —vivía en las afueras de Leningrado— me di cuenta de quién era la persona con la que estaba tratando, como si de pronto hubiesen caído los siete velos”. Otra prisión en 1964: “Me acabaron soltando gracias a las inmensas molestias (Ajmátova) que se tomó para liberarme”. Solzhenitsin. La pregunta: ¿Tuvo el presentimiento de que acabaría en Occidente? Parte de la respuesta: “Naces en un mundo muy reducido, y el resto del planeta es pura geografía, una disciplina académica, nada que ver con la realidad”. “Otra poeta que no solo cambió mi idea de la poesía, sino también mi percepción del mundo —que es a fin de cuentas de lo que se trata—, fue Tsvietáieva”. “Su voz, su poesía, le da a uno la idea o sensación de que la tragedia se encuentra en la propia lengua”. “En sus propios poemas, la voz narradora es presa de una soledad terrible, sin el beneficio de interacción humana alguna”. Lectores invisibles: Auden y Orwell. “Yo he recibido dos o tres revelaciones, o al menos se han posado en el límite de mi razón y han dejado su huella”. “Soy probablemente más judío que cualquier judío de Israel, simplemente por el hecho de que creo —si es que creo en algo— en la arbitrariedad de Dios”. Sobre San Petersburgo: “La ciudad es tan hermosa que se puede vivir en ella sin estar enamorado”. “No sabría a dónde tengo que volver. No tengo ninguna noción del paraíso derivado de mi infancia, que, por encima de todo, es el período más feliz de la vida, y el momento en que uno oye hablar por primera vez del paraíso”. Venecia. Philip Larkin. Mandelstam. Susan Sontag. “No se me ocurre nada en la literatura moderna capaz de igualar la agilidad de sus ensayos”.
Heinrich Böll (1983). “Fui desertor los últimos meses de la guerra, junto con mi hermano, y vivía en un estado de miedo constante”. “El aspecto realista no excluye lo metafórico, la idea de que en este mundo estamos en una sala de espera”. Salinger, Hemingway. Opiniones de un payaso. “Uno no puede estar siempre de broma, pero a los humoristas profesionales no les queda más remedio”. “Cuando me dieron el Nobel me dije que el premio no me hacía más sabio ni más necio”. Las campañas de los nazis contra los judíos: “fue siempre una cuestión de palabras”. “El significado absoluto existe y está en algún sitio, lo que pasa es que todavía no lo hemos encontrado”.
Guillermo Cabrera Infante (1983). Truculento, desdeñoso, engreído. Le pide al entrevistador que se dirija a él como “señor”. Muy dispuesto a enjuiciar. Solzhenitsin: “Sus novelas son basura pretenciosa”. Swift: “Tenía razón sobre algo que no estamos dispuestos a admitir: que el hombre es una bestia, un depredador, un mal sin redención posible”. Tres tristes tigres. “Hay demasiada gente para la que, a pesar de sus defectos, la revolución al menos ha servido para mejorar de un modo extraordinario la educación y la sanidad públicas. Eso es como elogiar a Hitler por sacar a Alemania de la crisis económica”. La Habana para un infante difunto. “El principal personaje de mis libros, en especial de este, es el lenguaje”. El cine, la radio. “Para mí está Borges y, luego, los demás”. Su participación en los hechos de Bahía de Cochinos (Playa Girón).
Nadime Gordimer (1983). Concisión, ideas nítidas. Suráfrica, Inglaterra. “Después de mi primera salida del país, me di cuenta de que mi ‘casa’ era cierta y exclusivamente África. Jamás podría ser otro lugar”. Orígenes lituanos. Cardiópata: “Era una pequeña anciana”. La universidad: “Fue la primera vez en mi vida que me mezclé con personas de raza negra”. Eudora Welty: “La mejor autora estadounidense de relatos que ha existido nunca”. Hay una ortodoxia de la conciencia negra, que define lo que puede o no puede un escritor negro: “Una disciplina de partido. Por ejemplo, hay que mostrar la nobleza del carácter de los negros, está mal visto que haya un personaje blanco que sea humano”. “Borges en el único sucesor vivo de Kafka”. El factor Hemingway.
Raymond Carver (1983). “Estoy bien en cualquier parte”. Primeros años: reino de dificultades económicas, afectivas, literarias. El alcoholismo. “Más o menos me rendí, tiré la toalla y me dediqué en cuerpo y alma a beber a tiempo completo”. Literatura y realidad: “Ninguno de mis relatos pasó realmente, ya sabe, pero siempre tienen algo, algún elemento, algo que me contaron o presencié, como punto de partida”. Tólstoi, Chéjov, Hannah, Ford, Hemingway, Bábel, Beattie, Tyler. Las vidas de los que fracasan: “Gran parte de mi experiencia, directa o indirecta, tiene que ver con esa clase de personas”. “Con Catedral experimenté un subidón y me dije: de esto se trata, por esto escribo”. “Después de la acogida de De qué hablamos cuando hablamos de amor, siento una seguridad que no había experimentado nunca”. “Siempre seré alcohólico, pero ya no bebo”.
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