El apego es muy importante para entender la vida de los seres humanos, comprender por qué se enamoran, de dónde vienen sus miedos a relacionarse íntimamente y también cómo nos relacionamos con la gente y con el mundo.
Hoy sabemos que la relación madre-hijo comienza desde que la mamá está imaginando a su bebé. Nosotros existimos mucho antes de la concepción, ya que la estimulación, las caricias y el pH de la placenta influyen en el bebé en el útero.
Por ejemplo, el pH de la placenta cambia, de acuerdo con la relación que tiene el niño con su mamá. Esto afecta su sistema inmunológico y hasta las relaciones que tendrá con otros. O sea, que esa relación de amor y afecto entre niño y mamá es fundamental para su salud mental de hoy… y del futuro.
Antes, se retiraba al niño de la mamá al momento de nacer. Se ignoraba que el bebé necesita el olor de mamá, el latido de su corazón, oír su voz para recobrar seguridad. El corazón de la madre y el hijo están relacionados. El niño creció oyendo sus latidos. Al ser separado y sufrir el trauma del nacimiento, vuelve a reconocerlo y eso lo tranquiliza.
Ya hoy es una certeza que la mente domina al cuerpo y ambos están sumamente relacionados. Pero muchos médicos aún no aceptan esa realidad y olvidan lo emocional, la mente y un gran etcétera.
El vínculo es la relación de amor, cariño y afecto con otras personas, pero el apego confirma que los seres humanos necesitamos estas figuras. El bebé tiene una figura de apego (la madre). Y quienes nos cuidan en la adolescencia son los amigos, y en la adultez, la pareja. La figura de apego genera seguridad y tranquilidad, nos permite calmarnos en momentos de ansiedad y angustia.
Es sumamente importante el apego seguro, pues es lo opuesto a la dependencia. Un apego seguro nos permite unirnos a la persona que nos genera seguridad y refugio en los momentos difíciles, pero también salir y buscar fuera experiencias y conocimientos que nos hacen crecer.
Las figuras importantes de apego son parte de nosotros. Perderlas nos hace sentir que se fue una parte nuestra.
El apego inseguro, ambivalente, ansioso y desorganizado es lo opuesto. Habla mucho de la mamá desconectada de su hijo, por depresión o angustia. No logra conectar con él, y el niño crece con dificultad para confiar en otro y tiene relaciones de parejas tóxicas.
Aquello de «no puedo vivir sin ti» habla de las personas que no pueden vincularse de manera sana y positiva. Esos niños viven buscando la atención y el cuidado toda la vida.
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