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Constituyente: clavo y restearse

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En crisis de máxima gravedad nacional como la presente urge que el soberano (CRBV 5) decida, en acto originario, constituyente, el rumbo que ha de tomar el país, para salir de la debacle, reconstruirse y reorientarse. Venezuela padece, en efecto, una esquizofrenia institucional, manifestada en paralelismo de poderes públicos, multiforme alegato de ilegitimidades, ilegalidades, inconstitucionalidades, enmarcado todo ello en un extremo deterioro económico, político y ético cultural. La pandemia, oficialmente instrumentalizada para encubrir fallas y controlar más al pueblo, empeora la situación.

El próximo bicentenario de la batalla de Carabobo nos encuentra preguntándonos para qué han servido el derramamiento de sangre y tanto sacrificio de vidas y recursos durante el proceso independentista y los enfrentamientos fratricidas del período republicano. Proclamas y desfiles celebrativos como los programados para el próximo 24, antes que aparecer como positivos festejos patrios semejan farisaicas operetas. El escenario nacional es de territorio neocolonizado, compartido por mafias y guerrillas, en patente ecocidio y abandono, con una población oprimida, empobrecida, en postración sanitaria y en plan de emigración. Prioridad del régimen, que de facto ejerce el poder, no es el bienestar de la gente, sino la imposición a esta, de un proyecto socialista-comunista.

Desde que se instalaron quienes dicen que vinieron para quedarse, Venezuela no ha gozado de un tiempo aceptablemente pacífico; ha sido de permanente conmoción, saturado de lemas como “revolución o muerte” y una progresiva militarización; la población, o se resigna a la dominación y el empobrecimiento, o resiste y ha de afrontar marginación, persecución, expatriación.

¿Cómo salir de la tragedia y encaminarse a un futuro vivible, digno? ¿Cómo recuperar la convivencia democrática y un hábitat favorable al progreso? La historia de estas dos décadas registra múltiples intentos de solución, con sus más y sus menos, aciertos y desaciertos, que han dejado un abultado inventario de muertos en calles y cautivos en prisiones, así como de frustraciones y desencantos. Hay una fuerte carga de dolor y lágrimas en todo lo que va de este nuevo siglo-milenio (en el cual, por cierto, parece que todavía no hemos ingresado).

Más de una vez he planteado que para salir del desastre es indispensable identificar un “clavo” operativo y “restearse” con él. Entendiendo por “clavo”, un objetivo claro, efectivo, pacífico, factible; y por “restearse”, un comprometerse serio con él. Un clavo se puede clavar, lo que no sucede con una tabla, que dispersa fuerza, presión y energía. “Restearse” significa insistir, persistir, sin girar como veletas y revolotear como plumas en el viento. Han abundado proyectos, logros incompletos, inconsecuencias, así como fantasías, improvisaciones y pare de contar. Con liderazgos aspirantes a cabezas de ratón y no colas de león. Infidelidades han proliferado por causas que van desde el ceder a insoportables presiones hasta la auto venta pura y simple. Sólo Dios, que conoce lo más íntimo de las conciencias, es juez infalible.

Estimo que en la presente circunstancia el “clavo” (o instrumento apto para iniciar eficazmente la salida de la crisis) consiste en que el soberano (él, no el gobierno, un partido o cualquiera otro) defina libremente la suerte del país con una decisión constituyente, a la altura del poder completo, originario, fundante, que le corresponde. Una tal decisión, semejante al tajo con el que Alejandro Magno deshizo los enredos del nudo gordiano, permitiría iniciar eficazmente la salida del empantanamiento político (confusión de competencias, marasmo jurídico, inflación y anarquía de normas y organismos) y abordar, entre otras, cuestiones estructurales del Poder Público que sólo a ese nivel pueden tener solución. Un día como el 24 de junio tendría una fuerte carga simbólica para justificar una toma de posición con respecto al “clavo”

Al soberano le corresponde decidir asuntos que tocan la entraña misma de la nación y la configuración esencial del Estado. Ahora bien, abrirle paso a sus decisiones nos exige a todos los ciudadanos superar visiones inmediatistas y sectarias y consolidar a Venezuela en la línea que acertadamente precisa la actual Constitución en sus Principios Fundamentales (ver Artículos 1-4.6).

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