La asfixia de las palabras
Sin libertad de expresión no hay democracia, ya que esta condiciona el ejercicio de los demás derechos. En Venezuela quedan muy pocos medios que mantienen un manejo plural de las ideas y de la información, siendo asediados y amenazados por un régimen que ha logrado monopolizar todas las comunicaciones, controlando, cerrando o comprando a los medios privados, estableciendo una hegemonía comunicacional que proyecta solo la “verdad oficial”, ocultando la catástrofe reinante en el país, impidiendo cualquier expresión de descontento popular o críticas a la gestión gubernamental. Todo comenzó en 2003, cuando el presidente Chávez tildó a los medios de comunicación privados como “enemigos del proceso revolucionario”, concretándose sus amenazas con el cierre de canales de TV, diarios y decenas de emisoras de radio privadas. Al periodista crítico se le calificó desde entonces como “traidor a la patria” o “terrorista”, dejando la puerta abierta para agresiones perpetradas por grupos paramilitares y otros órganos represivos, incluyendo al perverso sistema judicial. En Venezuela, todos los medios públicos son instrumentos de propaganda ideológica de la dictadura narco militar que bajo el tutelaje cubano implantó Chávez y continúa ejerciendo Maduro, cuyo objetivo es el de estrangular la libertad de pensar y de hablar, pues en ese país las palabras pueden significar prisión, tortura y muerte por asfixia.
Edgar Cherubini Lecuna
Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE)
Nacido en democracia en 1959, gracias a Luis Beltrán Pietro Figueroa, este Instituto se convirtió en un referente nacional e internacional. Con presencia en toda Venezuela, el INCE se conoció como “la universidad del pueblo”. Su objetivo: capacitar a miles de jóvenes y adultos para el trabajo en múltiples áreas (carpintería, latonería, metalmecánica, computación, peluquería), incluso en algunas especializadas como turismo, banca, agrícola, medicina, entre otros. Su alianza con el sector privado le permitió durante años brindar una formación de calidad, capacitando a sus instructores en países como Alemania, Italia y España, acogiendo en sus procesos de enseñanza tecnologías de punta. Esta vía de inclusión y desarrollo se vio truncada desde 2003, al asumir su presidencia Eliécer Otaiza, quien destinó el INCE a las “Misiones” de la revolución y el adoctrinamiento castrista. Esa ideología y lo militar tomaron el INCE. Exigieron aprobar un módulo de propaganda socialista. Esto genera deserción y desinterés. En 2008 se cambia su nombre a “Instituto Nacional de Cooperación y Educación Socialista”. El INCE como se conocía llega a su fin, quedando reducido a un espacio de adoctrinamiento y uso de los colectivos. Llega el deterioro, desaparecen mobiliarios y maquinarias. La destrucción se consuma.
Marlene Hidalgo
Fotografías de familias
El tiempo pasa y queda un tango…
A bordo de un carguero, puerto tras puerto,
También nosotros derivamos.
Eugenio Montejo
¡Ay! ¡me lo mataron!
Allí están. Hurgando. Con sus hijos. Inflados de vacío.
Un martes cualquiera, en la isla. Aburrida del caviar, pide langosta. Y allá va; al trote. El general con su delantal.
Les machacaron lo sueños en asfalto.
Nos arrancaron de tajo, cantó en un bar de Madrid.
¡Ay! venían como abejas sin guarida y dejaron al barrio, como queso de botiquín.
Me dijo adiós, clavada en el Cruz-Diez, con los ojos de rodilla; nunca imaginé… que sería para siempre.
¡Ay! respira de a poquito, sin inyecciones ni radiografías;
las únicas bombonas, son de gas pimienta.
El silencio, los besos y los olores lo zoom(iamos), coitus interruptus, con café.
Como culebra asmática cruzan el puente, ¡ay! Simón Bolívar.
¿Juntos? ¡Ay! En las fotos de la infancia.
No es el alzhéimer, mi exilio es paralítico. En el mismo cuarto.
¡Ay! Dejó la toga y el birrete. Está barriendo las calles de Colombia.
Rezo a diario, ¡ay Dios! Comimos gato asado.
Dos arepas, amasadas con llanto, se comieron en Australia.
¡Aló! Reconectando; ¿qué? Conexión inestable… ¡Ay! Se cayó.
Jonatan Alzuru Aponte
Informar, ese suplicio
García Márquez se equivocó: el periodismo no es el mejor oficio del mundo. Al menos no en la Venezuela de 2021. Puede ser una tortura, un suplicio. O peor: un tormento sin fin. No se trata solo del acoso y los hostigamientos gubernamentales a los medios, comunicar(se) es difícil.
Escribir una nota en un ecosistema digital es como escalar el Everest. Primero debes sortear todos los tropiezos para contactar a las fuentes: no hay señal ni datos móviles constantes, mucho menos en el interior del país. Un mensaje por WhatsApp puede demorar, fácil, tres días en ser respondido. Dependes del azar.
Tienes que adaptarte y estar dispuesto a llamar o recibir mensajes en la madrugada, pautar entrevistas a deshora. Al Procesar la información y enviarla —o subirla a WordPress o la herramienta de tu medio—, la situación se complica.
Si no es una falla de Internet, las fluctuaciones de electricidad lo hacen casi imposible. No importa si tienes un equipo satelital, siempre dependerás de Cantv y esa empresa están en la lona. Así que una tarea que en cualquier país del mundo sería un paseo: llamar a tu entrevistado, redactar la información y publicar, aquí es un una odisea.
Celina Carquez
La carretera
El problema en ese entonces no era cómo llegar al país sino cómo llegar a la ciudad en la que yacía su padre. Un puente de construcción defectuosa se había desplomado, abriendo una grieta insalvable en la carretera de Oriente. Un cataclismo había acabado con aquellos territorios por los que había pasado miles de veces en el asiento trasero de un Dart, de niña. O en el asiento de un autobús helado, tiempo después. Ni en barco se puede pasar, le había dicho el conductor. No hay vuelo, le informaron.
Las curvas, las chiveras, las aves del paraíso, el humo negro de los tubos de escape, la fuerza de la maleza, el vapor del trópico, las areperas, los pollos en brasa, las sillitas de mimbre de Puerto Píritu, el mar lejano, los araguaneyes, la señora en la puerta del baño con raciones de papel toalé a un módico precio y después la llanura abierta y reseca. Una recta de horas con pozos de espejismos hasta llegar a las conservas de coco y los balancines. Tantas veces se habían sucedido esas imágenes en su ventana, pero ahora nada. Solo podía imaginar un abismo.
Llegaría demasiado tarde a su casa.
Liliana Lara
La novia del Gigante
Escena 1
(…)
Innocenti: Comandante, en el partido fascista hay destacados judíos, hasta ministros judíos hemos tenido.
Talo: Sí, es cierto, pero las cosas cambian.
Dalla Chiesa: Usted usa el término “cambio”, pero me da la impresión que piensa en “destrucción”.
Talo: Eminenza, entienda que el cambio viene de la destrucción.
Dalla Chiesa: Yo solo entiendo que de la destrucción quedan escombros.
(…)
Innocenti: Comandante, el David trasciende cualquier valor religioso y dogmático; es un símbolo de nuestra cultura, de nuestra ciudad y su libertad, de la fuerza creadora del hombre.
Talo: Ya no más.
Innocenti: Lo ha sido por más de cuatrocientos años.
Talo: Tiempo suficiente para un cambio.
Innocenti: (Mirando a Dalla Chiesa) ¿“Cambio”? (A Talo) ¿Y para cambiar el David habrá que destruirlo?
Talo: Debo reconocer que me asusta la respuesta.
Escena 4
(…)
Innocenti: Es la expresión de un individuo, de un artista, de un hombre, con anhelos, ambiciones, deseos y puntos de vista sobre el hecho creativo. Después de eso, el mundo se alimenta de esa creación porque la obra y el genio de ese individuo son capaces de comunicar valores espirituales, morales, artísticos, donde la humanidad misma puede verse reflejada, pero en su génesis, el David, es la obra de un hombre único cuyo talento, único también, lo hace universal y necesario para el género humano.
Talo: Professore, la torre de marfil del artista ya no existe, el fascismo la ha demolido.
Innocenti: El fascismo ha demolido algo más que una torre de marfil.
Luigi Sciamanna (2012)
Inspección Alienígena NGC 224
Año: 3021
Planeta: Tierra
Coordenadas: 10°30’0” N, 66°56’0” W
Finalmente, colonizadores de la galaxia de Andrómeda —M31— se teletransportaron cuánticamente a un valle tropical ubicado en el Norte del Sur de una masa continental conocida como “América”.
Una montaña esmeralda, un río de aguas de prístina pureza, profusión de vegetación selvática y curiosas aves multicolores (probablemente emparentadas con los pterodactylus de fines del período Jurásico). Y nada más. Todo había sido destruido tal vez por la furia de un dios cruel de aquellos seres tan atrasados. Pero había una certeza, allí no había existido civilización alguna. Ni siquiera vida inteligente. Pero algo de vida hubo pues, tragados por la plantas, hallaron vestigios de… de algo: una pirámide rosada (tal vez el monumento funerario a una deidad llamada Barbie); un tótem de una aborigen con próstesis mamarias conocida como La Prepago; un misil dirigido al agujero negro; y una pista de patinetas que llevó a pensar que había gigantes entre los moradores. Y fueron encontradas imágenes ópticas de avenidas convertidas en tendederos de interiores y pantaletas. Pero ya ese fue tema para los expertos en rituales bárbaros terráqueos.
Fue decidido: tendrían que empezar desde cero.
Carolina Espada
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