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A la hora del grillo

La antología “A la hora del grillo” de Edda Armas (Caracas, 1955) aparece hermanada con “Danza inoportuna” de Ivonne Gordon (Quito, 1953), en una publicación de El Ángel Editor (Ecuador, 2016), cuya colección 2alas se dedica a reunir, en una misma edición, a poetas ecuatorianos con otros autores iberamericanos

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El título que le damos a cada libro traza una dirección, una intención de conjunto. Así, anclamos algunas motivaciones y contenidos, a modo de bisagras con el lector. La hora del grillo resultó ser, para mí, la hora de revelaciones interiores, reencontradas al fondo de la memoria de mi computadora. Reuní en este poemario, a modo de breve antología, poemas escritos en distintas épocas con algunos inéditos recientes, bajo el signo unificador del grillo. Poemas que, mirados en retrospectiva, atienden la advertencia del maestro Matsuo Basho: “Incansable / canta el grillo / aun siendo tan breve la vida”.

“Pepe Grillo” (Sable, 1994) fue el primero de la serie, con un antecedente en Roto todo silencio (1975), al atender al canto de los grillos en la circularidad infinita de la lluvia, tercer texto breve en dicho poemario:

“Cantan los grillos

lluvia los haces cantar

noche fría

y vuelta a empezar” (p. 3).

Pero reconozco que, con “Pepe Grillo”, ancló el tema del grillo en mi poética. Lo creo así por el hecho de haber sido escrito a los dos años de fallecido mi padre escritor, superando el bloqueo que su muerte me había inducido. La construcción del poema traía al presente imágenes de alta significación personal: durante su entierro los grillos saltaban sobre la urna de madera que le guardaría por siempre, y luego sobre el cúmulo de flores que cubrió su ataúd; postal incrustada en mi memoria. Desde entonces, noviembre de 1990, en mi vida cotidiana el grillo se convirtió en la manifestación de las apariciones. Portador de buenas y malas noticias, él aparece antes de que ellas me sean dadas. Al volverse un hecho recurrente, inexplicable, no podía desatenderlo.

José Emilio Pacheco, poeta de mi alto afecto y lecturas más asiduas, le dedica a estos insectos este curioso poema: “Los grillos (Defensa e ilustración de la poesía)”:

“Recojo una alusión a los grillos: / su rumor es inútil,

no les sirve de nada / entrechocar sus élitros.

Pero sin la señal indescifrable

que se transmiten de uno a otro / la noche no sería

(para los grillos) noche”.

(Puede oírse, en su voz, en este link: http://www.lyrikline.org.es/poemas/losgrillos-2394).

Investigando luego, hallé variadas referencias del valor simbólico del grillo en las culturas del mundo. Para la cultura china, por ejemplo, los grillos son un triple símbolo: de la Vida, la Muerte y la Resurrección. Para algunas culturas de Centro América representan “a las almas de antepasados que visitan la tierra”. En Florencia se celebra la “Fiesta del grillo” con venta de grillos en pequeñas jaulas para que el comprador los lleve a casa y disfrute de su canto. Los celtas tienen la creencia de que los grillos que entran en tu casa son familiares difuntos (también lo creo). En Europa, el grillo simboliza ‘sabiduría’; en Pinocho de Carlo Collodi lo es Pepe Grillo, esa pequeña voz que clama por la sensatez.

Los grillos aparecen con frecuencia en los haikús; tanto como otros ortrópodos a los que se les atribuyen los mayores valores simbólicos: abejas, mariposas, escarabajos, arañas y escorpiones. Yo, que no escribo haikús, disfruto leerlos. Experimenté la técnica curiosa de probar la camisa de fuerza que implica versificar 5, 7, 5 sílabas en tres versos sin rima, al mejor estilo japonés. Pero lo que verdaderamente me resulta de interés es que, en su definición, el maestro Basho exprese: “Haikú es lo que ocurre aquí y ahora, además del latir presente, ocurren los recuerdos y la imaginación”. Ya que esta tríada temporal simultánea es el móvil que me induce a invocar a los grillos en el poema. Con ellos asiento nostalgias con escenas de la cotidianidad, como leer la borra del café al fondo de la taza; apreciar que la voz puede ser recuerdo, un botón perdido; el aletear del déjà-vu; o que Inmejorable, la voz nos trae de regreso al que estando solo nos llama frenéticamente; con el sentimiento de que, del grillo que me visita: algo queda en mí, sin saber aún, qué.

A la hora del grillo se publicó en Quito en la colección 2alas que dirige el poeta Xavier Oquendo Troncoso, con el poemario La danza inoportuna de la poeta ecuatoriana Ivonne Gordon, ala ecuatoriana que nos acompaña. Pues, esta colección de El Ángel Editor, creada desde Ecuador para el mundo hispano, pretende reunir a muchos de los autores más importantes de la poesía ecuatoriana con sus grandes colegas iberoamericanos, y que este encuentro se vuelva un lazo cómplice que traspase fronteras, que permita que dos poéticas se den la mano, por sensibilidades parejas pero personalidades y estilos distintos, y así alcancen al lector a través del vuelo de dos alas que crean a ese pájaro del poema.

Sobre la poesía de Ivonne Gordon, la escritora ecuatoriana Elsy Santillán reseña en la contraportada: Poesía que recorre en un peregrinaje inconforme por el tiempo sin tiempo y por otro, que es demoledor, mientras que la poeta chilena Rosabetty Muñoz acota: esta poesía no se detiene en el lamento sino que inaugura la voluntad de vivir que celebra desde la cocina y los sabores hasta el encuentro mayor de los cuerpos que se aman. Poesía arraigada y profunda. Veámoslo en la selección de poemas que de ella se incluyen.

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Danza inoportuna / Ivonne Gordon (Ecuador)

A la hora del grillo / Edda Armas (Venezuela)

Colección 2alas. El Ángel Editor

Quito (Ecuador), diciembre 2016

81 págs.

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