En diciembre del año 2019 fue identificado el primer caso de coronavirus COVID-19 en la ciudad de Wuhan, China, al reportarse casos de personas enfermas con un tipo de neumonía desconocida. El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud reconoció la enfermedad como una pandemia, por la alta cantidad de personas infectadas y muertas causadas por ese virus en el mundo.
Desde el inicio del problema, los grandes laboratorios empezaron una carrera a fin de lograr una vacuna para prevenir la enfermedad, y ya varias vacunas se encuentran autorizadas para su uso: Pfizer-BioNTech, Moderna, Sinopharm, Bharat Biotech, Sinovac, Sinopharm, Sputnik V, Oxford-AstraZeneca, CanSino Biologics, Janssen-J&J y EpiVacCorona del Vektor Institute.
Igualmente, los gobiernos de todos los países adoptaron medidas para contener y mitigar la propagación del COVID-19: Cierre de fronteras y aislamiento de regiones, cierre de escuelas y universidades, cuarentena, prohibición de reuniones, trabajos desde la casa, cierre de servicio de transporte público, restricción de vuelos internacionales; y sobre todo, uso de mascarillas, lavado de manos y distanciamiento social. Todo lo anterior como un preámbulo a los programas de vacunación masiva que se han venido aplicando en todo el mundo.
Israel y Reino Unido han vacunado a más de 70% de su población, retornando a la vida cotidiana y a las clases en colegios y universidades. Estados Unidos ha acelerado su campaña de vacunación en centros médicos, hospitales, farmacias, centros comerciales, colegios y hasta en los campos de beisbol, inmunizando a 70% de su población y pudiendo llegar a 90% en el mes de julio. En la Unión Europea la vacunación masiva avanza en Italia, España y Alemania, países líderes en la inmunización de su población. Hungría, Finlandia y Holanda también ocupan los primeros lugares de haber completado las dosis de vacunación. En fin, todos los países han aplicado planes masivos para lograr la “inmunidad de rebaño” suficiente, para cortar la cadena de transmisión del virus y poder retomar las actividades más o menos normales.
También los países de América Latina han publicado sus planes nacionales de vacunación, definiendo los grupos prioritarios y fases del proceso, la logística para llevar las vacunas a los diferentes grupos poblacionales y el monitoreo de los efectos secundarios causados por las vacunas.
Pero toda regla tiene su excepción y Venezuela ha sido la excepción de la regla.
Al país llegaron las primeras 100.000 vacunas Sputnik V (Rusia) y 100.000 Sinopharm (China), pero no se sabe cuántas dosis se han aplicado, ni cuándo llegarán el resto de las dosis, ni cuál es el plan de vacunación. En cadena nacional Maduro aseguró que tenía la fórmula capaz de neutralizar el coronavirus en 100% con unas goticas mágicas: “10 goticas debajo de la lengua cada 4 horas y el milagro se hace”. Y también propuso usar las vacunas cubanas Abdala o Soberana 02, pero estas se encuentran aún en fase de experimentación. Han sido tan absurdas, falsas y engañosas las propuestas de Maduro que Faceboock le bloqueó su cuenta.
Chile es el país de Suramérica que ha administrado más dosis en relación con sus habitantes: 76,47 por cada 100 habitantes. Venezuela es el país que ha administrado menos dosis: 0,8 dosis por cada 100 habitantes. Según el contador de la Fundación Avina, teniendo en cuenta que un año son 52 semanas, a Chile solo le faltarían 10 semanas para terminar de vacunar a toda su población. A Venezuela le faltarían 1.219.
Hace semanas, el régimen y la oposición habían acordado (a través del Covax, un programa internacional creado para asegurar el acceso equitativo a las vacunas) comprar y distribuir las vacunas contra la COVID-19. El pacto parecía ser el final de un proceso de una negociación política mayor, que abría una posibilidad hacia una salida dialogada de la crisis en la cual vivimos; pero todo se deshizo, porque al chavismo no le interesan las víctimas sino el poder. Lo mismo sucedió con la propuesta de Fedecámaras de adquirir 5 millones de vacunas. Al principio el régimen se mostró interesado, aunque exigió que a él le fueran entregadas 1 millón de esas vacunas. Pero después negó la propuesta, para evitar el protagonismo de la empresa privada.
Mientras tanto, crece la corrupción y el mercado negro fomentado por el chavismo-madurismo. En Venezuela no tenemos establecido un plan de vacunación, ni hay vacunas, pero todo el mundo las está vendiendo. En algunos hospitales públicos y CDI de Maracaibo están cobrando entre 300 y 600 dólares por incluir a personas en las jornadas de vacunación. Sucede lo mismo que con la gasolina, no hay en las estaciones de servicio, pero la encontramos a granel en el mercado negro.
Este régimen genocida no tiene ningún interés en negociar. Su prioridad no son las víctimas, no le interesa atender la crisis sanitaria ni humanitaria; y está dispuesto a usar la pandemia y hasta la muerte, en su bastardo propósito de permanecer en el poder a cualquier costo.
@JMColmenares
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