El mundo entero, desde principios del año 2020, viene soportando una pandemia, que ha producido un cambio radical en la forma de interactuar de los seres humanos. Acostumbrados a ciertos libertinajes en la manera de relacionarnos, nos vimos obligados a cambiar nuestros hábitos, para poder subsistir a una realidad sobrevenida, de un acontecimiento, que tiene dos versiones. La primera, consiste en que un grupo de humanos, prefirió comer murciélagos, que seguir una dieta tradicional. Sin ánimo de criticar, ya que cualquier comunidad, por sus tendencias religiosas y culturales, puede comer todo lo que vuele, camine, se arrastre o nade. Pero, aquí viene el primer pero, se deberían haber tomado las precauciones pertinentes, en el momento de preparar cualquier alimento para ser consumido.
La segunda versión, que viene rebotando en diferentes medios en los últimos días, en el cual cobra fuerza la teoría que el virus fue creado en un laboratorio y sin saber aún qué sucedió, este se salió, se escapó o lo robaron, supuestamente, infectando a la población de Wuhan, China, a finales de 2019, para luego expandirse por todo el mundo. ¿Piensas mal y acertarás? El tiempo dará la respuesta. Pero, aquí viene el segundo pero, en un país comunista como China, en donde la libertad de expresión está restringida y todo es tan opaco, cualquier teoría conspirativa, genera el beneficio de la duda.
Pero volvamos a lo nuestro, que son las consecuencias del coronavirus. Dicha enfermedad, como hice referencia anteriormente, ha afectado la forma tradicional de funcionamiento de muchas naciones, perjudicando su economía de manera abrumadora, paralizando parcial en algunos casos y totalmente en otros, cualquier actividad productiva, que se vio reflejada en una alta tasa de desempleo, cierre de negocios y en el mejor de lo casos, en la realización de restructuraciones salariales, para poder así, seguir funcionando a media máquina. Por lo tanto, no hubo nación en el mundo que escapara de esa realidad, pero si hubo países que estaban en mejor posición y han podido capear el temporal. De hecho, las naciones emergentes, son quienes han sufrido y sufren más los embates del virus, porque ya venían arrastrando problemas en sus sistemas sanitarios, sumado a las graves deficiencias en su infraestructura, escasez de medicamentos e insumos y falta de personal calificado.
Pero, aquí viene el tercer pero, ha habido gobernantes que se han aprovechado de esta coyuntura, para politizar la miseria humana. Casos como Rusia, Nicaragua y Cuba, solo para mencionar algunos, son claros ejemplos de sacarle réditos a la salud, al miedo y a la incertidumbre, como forma de control social de una comunidad falto de organizaciones gubernamentales, que velen por el bienestar del pueblo, infestado de demagogos y megalómanos, que piensan solo en conservar el poder, por encima de las necesidades del país que gobiernan.
Ahora, después de tanto batallar, con un camino recorrido con sacrificio y dolor, dejando atrás a muchos enfermos y lamentablemente personas fallecidas a causa de la enfermedad, se ha logrado obtener una vacuna, que podría traernos de nuevo la paz y la tranquilidad, con compañías farmacéuticas comprometidas a encontrar una cura ante esta epidemia, que se ha ensañado con las personas de la tercera edad, provocando muerte y desolación en todos los rincones del mundo.
Pero, aquí viene el cuarto pero, con los programas de vacunación que se han puesto en marcha, en vez de ser un alivio para toda la sociedad, se han utilizado en países de cuestionada reputación democrática, como arma de proselitismo político. Me refiero a nuestra Venezuela. Ante todo, tergiversaron el orden de prioridades para inmunizar a la población. Jerarcas del chavismo y militares fueron los primeros en vacunarse, me imagino que ni de vaina con la vacuna rusa y mucho menos con la china. Luego, vinieron los familiares de los revolucionarios y por último los enchufados con sus allegados. Mientras, el personal sanitario, funcionarios policiales y de salvamento, y todos aquellos que están al frente para combatir el virus cada día, no han sido tomados en cuenta y ni hablar de la población en general, que para obtener la vacuna, que le toca por derecho, deben estar carnetizados. Que falta de escrúpulos.
Por lo tanto, Nicolás y todo su séquito deben entender que el regreso a la normalidad está muy lejos si no se realiza una vacunación masiva y organizada. Podría tardar años lograr en Venezuela una inmunidad de rebaño si sigue la discriminación por afiliación política en el proceso de vacunación de la sociedad; además, si se continúa insistiendo en utilizar vacunas de dudosa efectividad como la cubana, la rusa y la china, y más aún si se cree en las goticas milagrosas como el Carvativir. En esto hay que ser serios y responsables.
Sin una planificación coherente, por ejemplo, el retorno a clases para el próximo año académico está muy lejos de llevarse a cabo. Pero, aquí viene el quinto pero, el régimen aprovecha esta oportunidad de oro para saltarse las formas democráticas, minar la convivencia social y obstaculizar el camino al diálogo para limar las asperezas políticas de los bandos en disputa.
Pero, aquí va el sexto pero, como sociedad en particular y como país en general, después de 21 años de gobierno revolucionario, es público, notorio y comunicacional la incapacidad y la irresponsabilidad que ha tenido esta nueva casta de comunistas, que no pueden con el compromiso histórico de llevar las riendas de una nación, su disfunción mental les dificulta diseñar una política económica y social inclusiva.
No obstante, han sido exitosos en crear una nueva casta aristocrática bolivariana que prácticamente se ha adueñado de los bienes del Estado, con el único fin de vender mentiras como verdades, transformando al venezolano en un eunuco social, que para sobrevivir debe recitar de memoria consignas políticas y adorar a un individuo, golpista para más señas, colocándolo en los altares de la ignorancia de un pueblo convertido en la miseria no solo social y económica, sino existencial. Pero, aquí viene el séptimo pero, alejándonos cada vez más de las oportunidades que nos brinda el siglo XXI, en el cual lo más importante en un país es garantizar la convivencia social de todos los actores que conforman la totalidad de una nación.
Pero, aquí viene el octavo pero, a pesar de vivir momentos que nos obligarían a trabajar unidos, porque a la existente debacle del país se le ha sumado el coronavirus, los jerarcas del régimen han intensificado el sectarismo, de la mano del Poder Judicial, que no cesa en su opresión y represión hacia todo aquello que huela a libertad, tolerancia y pluralismo, además, que vaya en contra de los principios revolucionarios.
Mientras, el venezolano de a píe no se da cuenta de que, a pesar de la cháchara socialista, el gobierno de Nicolás ha puesto en práctica un paquete económico de lo más capitalista y salvaje posible, aceptando de hecho y no de derecho una dolarización, para poder garantizar su línea de flotabilidad, porque han sido exitosos en convertir en polvo cósmico la moneda nacional.
Pero, aquí viene el noveno pero, los hijos de Hugo Rafael se resisten en admitir su fracaso y su ilegalidad. Han tratado de barnizar a la revolución con una legitimidad de origen que carecen, porque todos los procesos electorales de los últimos años, son de dudosa realización y resultados, sumado a que no respetan en lo más mínimo otra línea de ideas, porque se consideran los únicos aptos en llevar las riendas del país.
Esto provoca que Venezuela siga en el limbo, donde por un lado están los bolivarianos tratando de justificar su permanencia en el poder y por el otro, la oposición que trata de justificar porque debe llegar a ser gobierno. Pero, aquí viene el décimo pero, el venezolano es consciente de que la transición va a ser lenta, dura y con muchas consecuencias en la realidad de la patria.
Los peros van y vienen, lo que no nos permite avanzar porque damos un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Esto da la sensación de que la solución a cualquier problema se aleja cada día, sin importar el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio. Al parecer, como pueblom estamos condenados a vivir en un bucle repetitivo, en el cual los malos siempre ganan y los buenos son sacrificados.
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