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Lanzar por encima de la crisis de Venezuela en busca de Tokio-2020

Por AFP
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Sin dinero y sin entrenador, Ahymara Espinoza ha pensado en dejar el atletismo, pero sus ganas de estar en Tokio-2020 son más fuertes. La grave crisis económica de Venezuela no ha perdonado a deportistas como ella incluso si son olímpicos.

«Uno siente que da y da. A veces me provoca colgar los guantes, pero también veo la otra parte, estás a punto de clasificar a los Juegos Olímpicos Tienes que seguir, hay una oportunidad, hay una luz al final del túnel, y yo misma me doy ánimo: ¡Vamos a seguir! ¡No te rindas, no desmayes!», cuenta a la AFP esta lanzadora de bala en el viejo parque de béisbol donde, rodeada de maleza, entrena en San José de Barlovento.

Allí, en el pueblo costero donde nació, hace su rutina completamente sola. Esta corpulenta mujer que el viernes cumple 36 años arroja la bala desde un improvisado círculo de lanzamiento y toma un pequeño cono de plástico que pone donde la esfera metálica deja huella al caer. Repite. Vuelve a repetir. Una y otra vez. Cuando acaba, toma una cinta métrica y registra sus mejores tiros.

«Me toca ser entrenadora, ser gestora, ser planificadora, ser utilera, ser psicóloga. Pero aquí estoy», dice Espinoza, quien estuvo en Rio-2016 y acaricia el cupo en Tokio-2020.

Hace pesas en la casa donde vive con su madre de 72 años, Victoria, en un patio en el que crecen matas de mangos, papayas o guanábanas. Levanta sobre sus anchas espaldas 225 kilos mientras hace sentadillas y podría alzar mucho más, pero sin apoyo, sería peligroso.

Venezuela se ilusiona en la cuenta regresiva hacia Tokio-2020 con brillantes individualidades como la atleta Yulimar Rojas, pero sus deportistas tuvieron un difícil ciclo olímpico por problemas financieros. Ni siquiera figuras como el esgrimista Rubén Limardo, campeón olímpico en Londres-2012, se salvan.

Limardo publicó hace unos meses en redes sociales que trabajaba como repartidor en Polonia, donde entrena hace años, para sostenerse.

La crisis impactó en los resultados: el total de oros de Venezuela en los Juegos Bolivarianos, Suramericanos, Centroamericanos y del Caribe, y Panamericanos bajó a 180 rumbo a Tokio-2020 frente a 272 en vía a Rio-2016 y 415 en camino a Londres-2012.

«Magia»

Espinoza está a 35 centímetros de la marca Apara Tokio (18.50 metros), pero se ubica en zona de clasificación en el ranking mundial, ocupando el 26° lugar. Su boleto parece cuestión de tiempo. «Quiero clasificar directamente por marca», subraya, sin embargo, la veterana olímpica, que este fin de semana competirá en el Campeonato Suramericano de Atletismo, en Guayaquil, Ecuador.

Trabajó siete meses en Eslovenia el año pasado con quien ha sido su compañera de entrenamientos desde la adolescencia: Rosa Rodríguez. La lanzadora de martillo venezolana que ya garantizó su cupo en Tokio-2020.

«Estuvimos hablando: Rosa, vámonos para Eslovenia a echarle pichón (trabajar duro), con nuestros propios recursos. Nos compramos el boleto, hablamos con el entrenador y nos acobijó en Eslovenia», relata.

Se trata del esloveno Vladimir Kevo, a quien conocieron en 2012 en mejores momentos económicos para el deporte venezolano.

«Es un catire (rubio), grandote, con ojos azules, y yo soy su hija negrita», bromea.

Espinoza regresó en septiembre por problemas de salud de su madre: «Mi mamá es una señora mayor, enfermiza y está bajo mi responsabilidad».

Practica desde entonces en el mismo estadio donde comenzó en el deporte cuando era una niña de 11 años, en un pueblo azotado por la pobreza y por bandas criminales.

«Me ha tocado hacer magia», cuenta Espinoza, quien vive de una beca deportiva y un sueldo como profesora de educación física, insuficientes para financiar su preparación. Usó su camioneta como taxi, pero sus dos autos están varados por averías.

«Es triste. Yo el año antepasado estuve en el Mundial (…) y que se me trate de esa manera no lo veo justo», lamenta.

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