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La toma de El Nacional y sus implicaciones

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La apropiación indebida de las instalaciones del diario El Nacional ya fue ejecutada por el inefable líder “rojo rojito” Diosdado Cabello. El hombre de claros principios revolucionarios, blandiendo su poderoso mazo de combate (copia fiel del de Trucutú) y con el necesario apoyo militar de nuestra honrosa Guardia Nacional Bolivariana, logró su objetivo: apropiarse del preciado botín de guerra en el que sólo encontraron equipos y materiales indispensables para cumplir con la función de informar con libertad. Se trató en verdad de una acción infectada por la arbitrariedad y que va a contracorriente de la sacrosanta libertad de expresión, esto es, el derecho a manifestar y difundir libremente ideas, opiniones o informaciones.

No dudo que, además del obsecuente respaldo del Tribunal Supremo de Justicia, la injusta acción contó con el aval del propio Nicolás Maduro Moros. Por tanto, no soy de los que cree que Cabello mande más que el conductor de Miraflores. Este último ha demostrado suficientemente que es el director de la orquesta revolucionaria en Venezuela. Así pues, esa circunstancia impacta al momento político actual de manera determinante.

En efecto, con la preparación de un próximo proceso eleccionario en nuestro país, todo lo que el gobierno y sus acólitos digan o hagan en el ínterin pondrá de manifiesto el propósito final de la revolución. Gracias a eso último conoceremos y entenderemos con exactitud lo que sucederá. Es harto probable que la arbitrariedad que se puso en práctica contra El Nacional también se extienda a los partidos y grupos opositores al régimen.

No exageramos entonces al pensar que las elecciones conjuntas de gobernadores, alcaldes, legisladores del consejo legislativo y concejales municipales que el Consejo Nacional Electoral autorizó que se realicen el día domingo 21 de noviembre del presente año, serán un calco de la contienda electoral anticipada que se llevó a cabo el 20 de mayo de 2018, en la cual Maduro venció, con poco más de 6 millones de votos, a Henri Falcón, un candidato opositor arrepentido, quien capitalizó una cifra cercana a los 2 millones de votantes. El tercer contrincante, el pastor evangélico Javier Bertucci, se sintió feliz y elevado a los cielos tras obtener casi 1 millón de sufragios. Recordemos que producto de ese aquelarre electoral Falcón no tuvo más opción que desconocer públicamente los amañados resultados y exigir que se hiciera una nueva elección. Fue más que obvio que el pajarito pio muy tarde.

¿Se repetirá entonces la misma trama del 2018? Pensamos que hay muchas probabilidades de que así sea, salvo que la comunidad democrática internacional se haga presente y pueda cumplir su rol supervisor con absoluta libertad y transparencia. Pero eso no será suficiente. Es indispensable que se defina la realización de una nueva elección presidencial, así como otras elecciones parlamentarias dada la ilicitud del actual parlamento revolucionario.

La materialización de esos eventos tiene que hacerse en un lapso razonable y con el amarre de las democracias más representativas del mundo. Obviamente que ello implicará que se otorguen beneficios a los líderes rojos, aunque eso conlleve taparse la nariz o usar tapabocas. Más importante que la venganza es “encausar y encauzar” nuevamente al país por la senda democrática. Pero mis dudas sobre un cambio de actitud por parte del alto gobierno son enormes. Ojalá esté equivocado.

@EddyReyesT

 

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