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¿Con quién negociamos?

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Guaidó

Foto: Cortesía

I

La política tiene mucho de negociación, eso no lo puede dudar nadie y es parte de los aprendizajes más importantes que yo saqué del doctorado de Ciencias Políticas. Lo que muchos ven como algo muy negativo es parte de la cotidianidad del ambiente político, sobre todo en democracia.

Se ve todos los días en los pasillos de una de las más estables del mundo, la estadounidense. La cantidad de lobistas que pasan el día correteando como pollitos chiquitos detrás de representantes y senadores en busca de la oportunidad de presentarles alguna iniciativa es el punto de partida. Así es como funciona y no hay nada sucio en eso. Lo importante es no perder el objetivo: que lo que esté bajo negociación sea para beneficiar a una mayoría o una minoría, que ambas son igual de importantes.

Pero también hay otros niveles de negociación, porque el hecho de que un partido esté en el poder no quiere decir que deje de escuchar a los demás. O, incluso, cuando se trata de decisiones trascendentales que afectan a todo un país, a veces hay que sentarse a conversar.

II

Pero las negociaciones en política también se usan para algo muy importante, resolver una crisis. Imagínense la perspectiva que esto da a una periodista que se dedicaba a la fuente de política. Esto para mí fue una revelación y entendí mucho del proceso político venezolano pasado y presente mientras hacía el doctorado. Lo aprendí gracias a las conversaciones con profesores como Andrés Stambouli y Carlos Romero, pero también con Manuel Caballero (Pacto de Puntofijo) o Elsa Cardozo, por nombrar algunos.

Un tema de estudio recurrente en estos salones de clase de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCV era la Crisis de los Misiles. Es un caso de libro de texto y así lo han desmenuzado muchos politólogos famosos. Muy pocos conocen lo sucedió durante apenas 13 días. Lo que se conoce y se recuerda es que en octubre de 1962 John F. Kennedy y Nikita Jrushchov evitaron una tercera guerra mundial con implicaciones nucleares.

¿Cómo lo hicieron? Con un difícil y peligroso tira y encoje, con mensajes de ida y venida, soltando la cuerda o halándola en ocasiones. ¡Ah! Y dejando a Fidel Castro fuera, pero eso es algo que seguramente solo a mí me hace gracia.

III

Cuando se está en medio de una crisis, lo primero que hay que acordar es que todas las partes involucradas quieren resolverla, por el bien de la mayoría, no de unos pocos.

Lo segundo es que cada grupo involucrado tenga claro hasta dónde puede ceder a cambio del objetivo más importante. Digamos que el fin último son elecciones generales transparentes y justas. Es lógico que si se pone ese tema sobre la mesa, alguno se pregunte: ¿Y qué hay para mí en todo eso? Porque, como lo decía mi también profesora del doctorado Julia Barragán, nadie es carmelita descalza, todos tienen un interés personal.

Y puede que la respuesta a esa pregunta sea la que logre sentar a todos los involucrados a conversar, que ya establecimos desde el principio que no es negativo, que no se trata de nada malo y que muchas veces, cuando la crisis es tan grave que está en juego la vida de todos, es la única posibilidad de conseguir una solución. Pero ¿qué pasa si todos asisten atrincherados desde el inicio y sin nada que ceder? Lo que ha pasado por aquí, que llevamos por lo menos cinco años con puras patadas de ahogado.

Si, además, el asunto es como lo pinta el compañero articulista Antonio de la Cruz, una oposición dividida y un interés personalísimo (la candidatura presidencial), ¿cómo hacemos para que el régimen se siente con unos y los otros no lo saboteen?

Al parecer se impone una negociación previa entre los opositores. Yo le daría la candidatura presidencial al exgobernador para que dejara la lloradera, porque si el oponente rojito es el psiquiatra presidente de la Asamblea Nacional ilegítima y la oposición llega con dos abanderados, volvemos a poner la torta.

Pero de lo que nadie habla y de lo que parece que los opositores no se dan cuenta es de que esta crisis, aunque no tiene misiles nucleares, es de vida o muerte. Más bien, estamos más cerca de la muerte cada día. El tiempo corre y los únicos perjudicados son los venezolanos. Déjense de mezquindades y, en vez de tanta anunciadera, reúnanse y pónganse de acuerdo, piensen en la mayoría y no sigan el ejemplo de los malvados rojitos de solo pensar en su propio beneficio.

@anammatute

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