Conocí a Willy Mckey en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Estudiamos juntos varias materias. Siempre me cayó mal, me parecía arrogante. Se notaba que quería resaltar, que tenía muchas ganas de cumplir sus sueños de ser escritor. Nunca fue mi amigo y estoy segura de que no me recordaba. Sin embargo, siempre presencié de lejos su trabajo en el mundo de la cultura y la literatura.
Lo que ocurrió con él días atrás es una tragedia. Todo desde el inicio comenzó mal y siguió mucho peor.
En los medios lo han tildado de «violador» y abusador de menores. Afirman que él lo confesó en su Instagram y la verdad es que su discurso en las tres publicaciones es confuso. Tomando en cuenta el desenlace, es más que obvio que no estaba pensando con claridad cuando lo escribió. También lo es la denuncia anónima que inició este escándalo. Las declaraciones de ambos tienen muchos vacíos. Ningún discurso es concluyente y como no estuve allí (al igual que todos los que opinaron) no puedo tener certeza de lo ocurrido.
No sé si Willy Mckey tenía un lado oscuro. Tampoco puedo calificar a la denunciante anónima, de quien no puedo opinar porque ni su nombre conozco. No sé nada, quizás nadie puede saberlo aún.
Sé que pocos piensan de este modo, desde que se supo la noticia de la denuncia fue sentenciado y declarado culpable. Así. Sin un juez de por medio.
Todo lo que aconteció con él en dos días me parece además de absurdo, apresurado y una muestra de cómo en esta época disparan primero y preguntan después.
Muchas actitudes y decisiones a la ligera. Amenazas con retirar premios que se había ganado por méritos literarios, cuando ni la libertad te la quitan antes de un juicio previo. Comunicados exprés que lo dejaban fuera de las instituciones y proyectos a los que pertenecía. La prisa por tomar partido. La premura por deslindarse de alguien que obviamente representaba un conflicto. El miedo a la opinión pública es gigante en todos los ámbitos.
Otro tema es la doble moral, la hipocresía de una sociedad que alienta en las muchachas mostrar el cuerpo, publicar fotos, y en los hombres el deseo de tener, bajo cualquier circunstancia, esos cuerpos. Esa es la misma sociedad que cuando acontece algo como lo que pasó en este caso lapida moralmente a los protagonistas. Al parecer todos son impolutos y nunca han hecho nada inadecuado. Tomar postura a la ligera, insisto.
Willy Mckey fue un escritor, aunque ahora quieran solo hablar de él con morbo, trabajó años creando una obra, te puede gustar o no, pero la tiene y respeto eso. Lo que le sucedió, recalco, es una tragedia que nunca debió pasar. Lo que relata la denunciante es un delito y una circunstancia que jamás debió darse. Las relaciones sexuales deben llevarse a cabo desde la responsabilidad.
Willy Mckey durante años fue inmensamente popular, todos querían estar con él. Luego del escándalo se convirtió en un paria, este hecho también nos sirve para reflexionar en cómo la fama y el respeto de las mayorías es efímero y endeble. No tiene ningún valor.
Su historia debió ser otra, más llena de poesía, de crónicas, de libros publicados y de eventos. Desconozco las actividades de Willy Mckey en la política o en otros ámbitos donde ahora se le relaciona. Recuerdo al Willy Mckey de la universidad, ese muchacho que como cualquier estudiante de Letras creía que la literatura podría salvarlo de todo.
@luisauguetol
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