Desde que se publicó La riqueza de las naciones hace ya 245 años (9 de marzo de 1776), el economista y filósofo escocés Adam Smith ha gozado de la reputación de ser el padre de la economía. Sus ideas y análisis realizados durante gran parte del siglo XVIII sobre el impulso de los pueblos por el trueque y más tarde por el comercio, indicaban que habían logrado desarrollar un medio de intercambio para mejorar su condición de vida. La riqueza de las naciones –que puede ser visto como un tratado histórico– es tan relevante hoy como cuando fue escrito, no solo porque presenta un caso todavía pertinente y convincente a favor del libre comercio y los bajos impuestos, sino que reafirmó un concepto que Adam Smith llamó la «mano invisible» del mercado. Sus ideas han sido durante siglos la base de crecimiento y desarrollo de muchas teorías económicas.
Smith fue uno de los principales defensores de las políticas económicas del laissez-faire, la cual es una teoría que restringe la intervención del gobierno en la economía. Sostiene que la economía es más fuerte cuando todo lo que hace el gobierno es proteger los derechos de las personas y cuando se deja que el mercado haga lo suyo. En su primer libro, La teoría de los sentimientos morales (1759), Smith propuso la idea de una mano invisible: la tendencia de los mercados libres a regularse por medio de la competencia, la oferta y la demanda y el interés propio.
La contribución más notable de Smith al campo de la economía fue su libro de 1776, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, mejor conocido como La Riqueza de las Naciones, en el cual también introdujo los conceptos del producto interno bruto (PIB), temas como el trabajo, el capital, la oferta y la demanda y los mercados libres dentro de una sociedad determinada y su teoría de la compensación de las diferencias salariales. Así, la contribución histórica de Adam Smith fue darnos a conocer el cómo funcionan los mercados.
Muchos economistas, sin embargo, han sostenido durante mucho tiempo que lo que no pudo explicar es cómo se comportan los mercados entre diferentes naciones, siendo Smith el primero que acuñó la noción de “naciones” en términos económicos. Un siglo después de su publicación, por ejemplo, los economistas austriacos demolieron por completo la teoría del valor trabajo que Smith (y la escuela clásica) habían abrazado erróneamente. Por supuesto que a lo largo de los años Adam Smith ha tenido sus detractores, desde David Ricardo y Thomas Malthus e, inclusive, John Maynard Keynes quienes denigraron de su modelo clásico de capitalismo, aunque sin embargo, otros destacados economistas como Irving Fisher y Milton Friedman, se basaron en sus teorías y hasta mejoraron la Economía smithiana. Gran parte de lo que sabemos ahora en economía se lo dejó a los estudiosos posteriores para que lo corrigieran o lo descubrieran. Pero los libros de Smith, como señaló Ludwig von Mises[1], representan «la piedra angular de un maravilloso sistema de ideas”.
De acuerdo con Bruce Elmslie, profesor de economía del Peter T. Paul College of Business and Economics, de la Universidad de New Hampshire, “Smith creía que, así como la gravedad crea un equilibrio físico en el universo, el comportamiento económico parece estar gobernado por una fuerza equilibradora. El poder de atracción aumenta con el tamaño y se disipa con la distancia… Las naciones, como las personas, necesitan incentivos para comerciar y prosperar”. Agregó Elmslie en sus investigaciones que, durante los últimos 30 años, “comprender esto ha liberado a muchas personas de la pobreza en lugares como India y China”[2].
Reflexionando sobre La riqueza de las naciones de Adam Smith, 245 años después
Desde que el libro hizo su debut hace 245 años, la economía nunca ha sido la misma. De hecho, antes de Smith, la economía no era una ciencia propia. Si bien no todas las palabras o ideas del libro de Smith eran nuevas u originales, el reunió algunos temas de otros escritores y agregó muchas opiniones propias con lo que logró presentar todas las ideas económicas en un tomo completo, lo que le valió el título de «padre de la economía». Las ideas de Adam Smith ejercieron una enorme influencia antes de su muerte en 1790, especialmente durante el siglo XIX, y La riqueza de las naciones se convirtió en lectura obligada de la época.
La riqueza, para el primer economista del mundo, era claramente esto: bienes y servicios. Fue el primer filósofo moral en reconocer que el negocio de la empresa –y todos los motivos y acciones en el mercado que lo originan– merecía un estudio cuidadoso y de tiempo completo como disciplina moderna de las ciencias sociales. El fallecido economista británico Kenneth E. Boulding rindió este tributo diciendo que “Adam Smith, quien tiene un fuerte reclamo de ser tanto el Adam como el Smith de la economía sistemática, fue profesor de filosofía moral y fue en esa fragua donde la economía se hizo”.[3]
Dicen varios autores que la elección de Smith del título más largo de su libro es muy reveladora, pues no se propuso explorar la naturaleza y las causas de la pobreza de las naciones sino más bien de la riqueza. La pobreza, en su opinión, era lo que sucede cuando no pasa nada, cuando la gente está inactiva por elección o por la fuerza, o cuando se impide o destruye la producción. Quería saber qué da origen a las cosas que llamamos riqueza material y por qué. Fue un examen minucioso que lo convertiría en un crítico fulminante del orden político y económico existente.
La tesis central de La riqueza de las naciones de Adam Smith es que nuestra necesidad individual de satisfacer el interés propio genera un beneficio social, en lo que se conoce como su «mano invisible». Esto, combinado con la división del trabajo en una economía, da como resultado una red de interdependencias mutuas que promueve la estabilidad y la prosperidad a través del mecanismo del mercado. Resumiendo los principios que Smith expresó con respecto a la mano invisible y otros conceptos, creía que una nación necesitaba los siguientes tres elementos para lograr la prosperidad universal: (1) un interés propio, (2) un gobierno limitado y (3) una moneda sólida y economía de libre mercado.
De allí que el mismo Adam Smith nos dijera sobre la distribución de la riqueza lo siguiente (La riqueza de las naciones, libro I, capítulo VIII, p. 96, párr. 36.):
“Lo que mejora las circunstancias de la mayor parte nunca puede considerarse un inconveniente para el conjunto. Sin duda, ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz, de la cual la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables”
Como mencionó Donald J. Boudreaux en su ensayo “Today’s Relevance of Adam Smith’s Wealth of Nations”[4]: “Pero si la relevancia de un libro no se mide por su efecto real hasta ahora, sino por su potencial para tener un efecto profundamente favorable en el futuro, entonces pocos libros son tan relevantes hoy como La riqueza de las naciones.
Celebremos el 245 aniversario de la enormemente influyente obra de Adam Smith, no haciendo una reescritura de su libro o de la historia de sus ideas, sino mediante la celebración de sus contribuciones a la economía y a la sociedad.
@LVGarciaG
[1] Ludwig von Mises, “Why Read Adam Smith Today,” in The Wealth of Nations (Washington, D.C.: Regnery, 1998), p. xi.
[2] Moore, Dave. The Global Relevance of Adam Smith Today: Economics professor Bruce Elmslie reflects on the 18th-century economist”. UNH Today, 27 de marzo 2018. https://www.unh.edu/unhtoday/2018/03/global-relevance-adam-smith-today
[3] Reed, Lawrence W. “Adam Smith: Ideas Change the World”. Foundation for Economic Education.. Enero 8, 2015. https://fee.org/articles/the-wealth-of-everyone/
[4] Boudreaux, Donald J. «Today’s Relevance of Adam Smith’s Wealth of Nations». The Independent Review. Spring 2020.
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