Las librerías del país cierran de un día para otro, con los dolientes de siempre.
Pasó con Templo interno, en Centro Plaza, y con Suma, en el bulevar de Sabana Grande. Y ha sido gracias a los lectores que hacen ruido en las redes sociales que se conoce lo que ocurre.
No es tema que entre en la agenda de un país para el que la cultura no es prioridad.
Hoy Día Internacional del Libro en el país no existen políticas de Estado para proteger las librerías, y las actividades vinculadas al sector editorial suelen ser utilizadas como propaganda para promocionar exclusivamente corrientes de pensamiento cercanas al chavismo.
El propio Nicolás Maduro dijo en mayo de 2020, en plena pandemia, que consideraba que las librerías no eran importantes: “Una contracción en el mundo capitalista, pareciera insalvable, los lleva a la locura. Entonces abren los bares, las discotecas, los restaurantes, las librerías, los centros comerciales y yo por dentro me pregunto: ¿de verdad? ¿Qué ha dado de resultado? Un rebrote. En Venezuela la orden es incrementar la producción, ahora cuidamos al pueblo, al país de cosas superfluas; que los bares, las discotecas y las librerías pueden esperar. Y es la prioridad en Europa. ¿Dónde está la cabeza de esa gente?”. Esto en referencia a los sectores de la economía que debían comenzar a abrir para generar ingresos.
Una nueva librería ha cerrado: se trata de la Librería Estudios de La Castellana, que cuenta con fieles lectores gracias a su oferta de publicaciones importadas que no suelen encontrarse en el país, como la novela Desgracia impeorable de Peter Handke, ganador del Nobel de Literatura en 2019, o el título filosófico Escritos preliminares de las riquezas de las naciones de Adam Smith. Y tantos otros que la librería ofrece en sus cuentas de Twitter, Instagram y Telegram, donde es posible incluso consultar precios, disponibilidad o pedir delivery.
Estudios ya no estará en su local de La Castellana, donde se encontraba desde hace tres décadas, debido a problemas económicos, y ahora centrará sus ventas en la sede principal, la del centro de Caracas, en la esquina Luneta. Tampoco será, cuenta el librero Jesús Santana, Librería Estudios sino lo que originalmente se conocía como Distribuidora Estudios, y sus actividades estarán concentradas en las ventas por redes sociales y el delivery.
Fue gracias nuevamente a los lectores que se conoció la noticia del cierre. Tuits de usuarios como la abogada Andrea Rondón García o los críticos de cine Luis Bond y Sergio Monsalve dieron cuenta de lo ocurrido.
Despidiendo la sede de La Castellana de @LibrosEstudios. Hice mi recorrido habitual aprovechando la flexibilización y me consigo con esta triste noticia pic.twitter.com/nPsKNYbXEk
— Andrea Rondón García (@arondon75) April 13, 2021
Hoy uno de los pocos bastiones culturales que nos quedaban en #SinCity recibió una estocada mortal, @LibrosEstudios cerró sus puertas. Los que hemos hecho vida en ella sabemos que es mucho más que una librería. @jesantana1976 (librero, amigo, mentor y hermano) construyó un oasis pic.twitter.com/np5dQF6Wgc
— Luis Bond ∴ (@luisbond009) April 13, 2021
Hoy cerró definitivamente Estudios La Castellana, una de las últimas librerías disidentes e independientes de Caracas, donde se encontraban textos censurados y prohibidos por la dictadura.
La medida se toma de manera unilateral sin comunicarlo apropiadamente a la clientela. pic.twitter.com/sJ3Zs9uYrj
— Sergio Monsalve (@sergioxxx) April 15, 2021
“Es una decisión que afecta a todo el mundo por la importancia de la sede. Básicamente me crié aquí, estoy como lector desde los 17 años y tengo 45. Acá me encuentro desde que estaba el padre Carmelo Vilda (fundador de Estudios La Castellana). Es doloroso. Creo que se tomó una decisión relativamente rápida y eso afecta porque sorprende a todo el mundo”, dice Santana, conocido por su habilidad para garantizar en la librería un catálogo variado en el que destacan la literatura y la filosofía.
“Al final es una cuestión económica porque los alquileres son altos, es una situación que cada vez se pone más cuesta arriba, es lo que pasa normalmente, como lo que ocurrió con Lugar Común”, agrega.
Lugar Común fue hasta 2018, cuando se anunció su cierre, uno de los puntos de encuentro culturales más importantes de la ciudad.
Un lector podía entrar al pequeño local de la avenida Luis Roche de Altamira y encontrarse con Eduardo Liendo o Ana Teresa Torres ofreciendo alguna conferencia mientras paseaba la mirada por los estantes, algo parecido a lo que hasta antes de la pandemia solía pasar en El Buscón del Trasnocho Cultural.
Lugar Común llegó a tener sedes en Plaza Venezuela, Las Mercedes, Margarita y Mérida. Hoy día la que fuera la principal y más emblemática, la de Altamira, es un Farmarket. Mientras que las franquicias que estaban en Plaza Venezuela y Paseo Las Mercedes pasaron a ser Alejandría.
Santana, aunque preocupado por los cambios, mantendrá la línea de ofrecer a los lectores títulos para el libre pensamiento: “Duele, molesta, entiendo que molesta a los clientes porque los agarra fuera de base por lo abrupto, pero es una nueva etapa y hay que adatarse a los cambios”.
Librerías que desaparecen
Hace tres años, sin ningún anuncio, cerró en Sabana Grande la librería Suma, fundada, de acuerdo con un artículo del blog HableConmigo, del escritor Sebastián de la Nuez, en 1950 por el estadounidense Jules Lloyd Waldman y dirigida de 1963 a 2007 por el emblemático librero Raúl Bethencourt.
Su cierre fue otro duro golpe para la cultura. De ser un espacio que solía ser visitado por personajes como el presidente Rómulo Betancourt o los miembros del grupo República del Este es ahora una puerta gris sin ningún cartel que la identifique.
En el centro comercial Chacaíto también desparecieron otras librerías de manera repentina: Lectura, Macondo, Alejandría y Coliseo, y de Nacho, Las Novedades y Tecni-Ciencias apenas quedan unos pocos locales que no ofrecen títulos recientes.
El librero Javier Marichal recuerda también los casos de El Libro Italiano, Read Books, o La France, que eran nichos de lengua; VDL Books (Muchoslibros), que, explica, “importaba directamente títulos de altísima calidad y llegó a tener cinco o seis sucursales”.
Una cifra ilustra la situación: hay una pérdida de 70% en el mercado del libro en Venezuela, según la Cámara Venezolana de Editores.
Mientras que en Centro Plaza cerró Templo interno, se mantiene con vida Noctua, todavía afectada por las inundaciones que comenzaron en 2017. “No estamos operativos, tuvimos tres inundaciones en la librería y a pesar de ello invertimos en su recuperación, y sin contar con todo lo necesario como computadoras y punto de venta, empezamos a medias a trabajar. Pero luego vino la muerte repentina de nuestra mano derecha en la librería, mi hermano”, cuenta la librera Magdalena Herrera de Boersner, esposa de Andrés Boersner, la cara más conocida de Noctua.
Luego del duelo intentaron continuar a pesar de los cortes de electricidad y agua en el centro comercial, pero llegó la pandemia y la situación empeoró: “El centro comercial está cerrado y cuando dejan abrir no hay un alma, desolado y abandonado. Somos personas de alto riesgo, por lo que salimos lo estrictamente imprescindible”.
No pierden, sin embargo, la esperanza de volver a abrir.
Adaptándose a los tiempos
Entre las librerías que siguen abiertas y que en la pandemia se han mantenido gracias al delivery se encuentran Alejandría Las Mercedes, Kalathos, El Buscón y La Gran Pulpería del Libro.
Javier Marichal, el librero de Alejandría, ha estado los últimos meses haciendo publicaciones en las redes sociales de la librería para promocionar el local, la oferta de libros y el delivery. Es un reto, dice, pero ha sabido asumirlo.
“Me tiento a responder sin dramatismo: las librerías están como los músicos del Titanic. Las que sobreviven están en estado crítico”, reconoce Marichal, y recuerda que en la actualidad se vive además un cambio de paradigma de la producción, distribución y consumo del libro gracias a la tecnología.
Sin embargo, menciona iniciativas que han garantizado novedades en el país: “Editoriales como Monroy, Eclepsidra, Oscar Todtmann, Dahbar, bid & co. o Curiara son auténticos milagros. Han seguido imprimiendo aquí. Otras pocas (Alfa, Ekaré, Libros del fuego o Kalathos) logran enviar, por arte de magia, sus ediciones. Representan la única oferta de novedades”.
Para El Buscón, cuenta su librera Katyna Henríquez, la estrategia del delivery, creada bajo el lema “Libros a domicilio”, fue la manera de mantenerse a flote. Han ampliado también su presencia en Twitter e Instagram y siguen realizando eventos vía Zoom, como homenajes o presentaciones de libros. “Nuestra misión sigue siendo la de ofrecer servicio y acompañamiento”, subraya.
Mientras que en La Gran Pulpería del Libro ofrecen no solo delivery sino que abren de martes a sábado de 9:00 am a 2:00 pm, siempre procurando las medidas de bioseguridad, cuenta Rómulo Castellanos, hijo de Rafael Ramón Castellanos, fundador de este histórico local de 40 años.
“Es un legado que mi padre nos dejó, tengo el orgullo de llevarlo y de mantenerlo. No te puedes desprender de la noche a la mañana Es un servicio más que un negocio”, afirma el librero, que además de vender libros ofrece la experiencia de estar en la pulpería. “Siempre nos llega gente que queda encantada con el local”, dice.
Para él, que considera que el libro físico nunca va a desaparecer, la única manera de salvar las librerías es que haya políticas de difusión de la lectura. “Hay gente que lee, pero no tiene la costumbre. Ese aprendizaje viene de casa. Si hubiese más lectores, habría más librerías”.
Mientras que Katyna Hernández, en una línea similar, recuerda que las librerías han pasado muchos años huérfanas de dotación de libros desde que las transnacionales salieron del país y la producción local padece la carencia de insumos e incentivos.
Si El Buscón sigue activo, continúa, es gracias a su oferta de libros de segunda mano y de rescate bibliográfico, así como títulos raros o agotados. “Pero cuánto celebraríamos contar con una competencia sana de más librerías amigas a nuestro alrededor, que multipliquen lo que al final nos beneficia a todos: un mayor universo de lectores”.
José Ramón Gutiérrez, encargado de Kalathos, considera que las librerías se mantendrán activas solo con el apoyo de las personas: “Que compren libros, nada hacemos con quejarnos. Comprar libros es lo que necesitamos para mantener los espacios”.
Y para Marichal no hay que esperar declaraciones de los políticos sino de los autores y los lectores. “No puede existir mezquindad, el apoyo es efectivo cuando la librería está abierta. Y los libros se encuentran en las grandes y pequeñas, la que frecuento y la que me queda lejos, física o anímicamente. Si el oficio es bueno, ese libro siempre fue escrito para ti y el mediador desaparece”.
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