El amor de Hugo Chávez por El Nacional, el diario, reporteros y directivos duró bien poco. Unos días apenas, ni siquiera cien. La etapa inicial que los mandatarios y opositores consideran que marcan el rumbo del nuevo presidente y de cómo será la batalla que darán en el gobierno que comienza. Chávez, como ocurrió con otros candidatos presidenciales en Venezuela, recibió el apoyo del diario fundado por Miguel Otero Vizcarrondo y el escritor Miguel Otero Silva.
Miguel Otero Silva fue un hombre de izquierda, pero dejó de militar en el Partido Comunista de Venezuela cuando entendió que su papel como periodista podía entrar en contradicción con las tácticas y estrategias de una organización que actuaba más para complacer las directrices de Moscú que los requerimientos del proletariado venezolano.
Desde el primer día El Nacional se puso al lado de la izquierda civilizada, racional, democrática, que rehuía el aventurerismo, el terrorismo y el dogmatismo programático. Fue el diario de los intelectuales, de los universitarios, de los artistas plásticos, de los teatreros, de los poetas y de la ciudadanía que entendía que con esfuerzo, conocimiento y trabajo se podía construir un mundo mejor. Menos injusto, que todavía se podía ampliar más la igualdad de oportunidades.
Un periódico comprometido con su país y dispuesto a llevar la mejor información, los debates más esclarecedores, las opiniones más sensatas y con más densidad lo que ocurría en el mundo del arte y también de la ciencia. Un diario novedoso, bien presentado y bien escrito. Sustentado en profesionales de prestigio, con principios y valores.
Desde la última hazaña de la ciencia hasta las carreras de caballos
Los mejores estilos estuvieron excelentemente representados en El Nacional, en la escritura, en el diseño, en la investigación y en los riesgos. El lector-ciudadano tenía el derecho de estar bien informado, de manera amena y sin restricciones. Todas las especialidades desde Deportes hasta Microeconomía contaban con su espacio si alguna noticia relacionada emergía, pero también la poesía, los sueltos que dejaba algún escritor y las carreras de caballos. Un periódico comprometido con sus lectores.
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— Miguel H Otero (@miguelhotero) April 18, 2021
En 1998, tan pronto el CNE lo proclamó como vencedor y lo declaró “presidente electo”, Hugo Chávez se consideró presidente en funciones. Y empezó a mandar. Ya se creyó el director de todos los diarios y revistas, de todas las televisoras y radioemisoras, de los medios de comunicación en general, incluidas las oficinas de relaciones públicas del gobierno y del Ministerio de Información, aunque todavía no se habían traspasado las funciones.
Al principio periodistas y directivos creyeron que las llamadas del “presidente electo” para sugerir títulos y pautas informativas eran una expresión de su novatada, que pronto aprendería que esa no era la mecánica de la relación. Una vez dio un discurso en Valencia y lo más resaltante que dijo fue el gran título de primera página. A los tres días repitió lo mismo en Puerto Ordaz y su gente transmitió el mensaje: “El presidente quiere el mismo título”. Un contrasentido, pero ya asomaba que no se trataba de una novatada, sino de dejar claro quién mandaba, quién tenía la sartén por el mango. Tan pronto se posesionó luego de haber jurado sobre la Constitución “moribunda” sin que ninguno de los presentes, mayoritariamente democráticos, reclamara el estropicio legal, institucional y constitucional que perpetraba.
A medida que se asentaba en el poder y secuestraba las instituciones del Estado, más enemigo era de los medios de comunicación democráticos y defensores de la libertad de expresión y de pensamiento, que ha sido en esencia la historia de El Nacional.
Hostigamiento a toda hora y por todas las voces del régimen
El asedio y hostigamiento contra El Nacional fue salvaje siempre, desde mandar a unos presuntos brujos a armar un aquelarre frente a la sede del periódico hasta descalificar al reportero que el diario enviaba a cubrir sus interminables ruedas de prensa. En 2002 se negó a responderle una pregunta a Rafael Lastre, corresponsal en el estado Vargas. “No voy a responderte nada. Debería darte pena trabajar en ese periódico. Es triste trabajarle a la mentira y al engaño o es triste estudiar para terminar en eso”, le dijo Chávez.
¿Pena? La meta de todo buen periodista era trabajar en El Nacional. Ahí se publicaban los mejores trabajos, las mejores entrevistas, las grandes investigaciones, el Papel Literario –referencia mundial–, las grandes fotos y las mejores exclusivas. Era un orgullo tener el carnet del periódico que habían ayudado a construir los grandes reporteros de Venezuela, y las mejores plumas.
La primera orden de Chávez explícita contra El Nacional fue la orden de prohibir a todos los organismos del Estado insertar avisos en las publicaciones de la C.A. Editora El Nacional o utilizar algunos de sus servicios. No solo las empresas publicas no podían publicar publicidad, sino que tampoco podían adquirir ejemplares del periódico.
El histórico diario El Nacional recibe otro ilegal golpe del chavismo https://t.co/6x6RnOw1mX
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Distraer a los más atentos para proceder al secuestro
El asedio y el hostigamiento, funcionaban como las hojas de una tijera, pasó a mayores con el control de cambio que estableció Chávez. Al principio todos creyeron que era algo circunstancial, provisorio. Nadie se preocupó demasiado. Todo el que pedía dólares preferenciales, los recibía. Solo tenía que superar los escollos que imponía el sistema burocrático cubano. Hojas rosadas, carpetas marrones, ganchos azules, etiquetas en la parte izquierda, fotocopia de los recibos de luz, partida de nacimiento digitalizada, etc.
Pronto, la clase media se entusiasmó en viajar. ¿Quién no? Mientras te negaban divisas para comprar bienes esenciales, te ofrecían 5.000 dólares para ir a Europa, China o la Patagonia. Ahí se impusieron los raspadores de cupo y todos entraron en estado de hibernación hasta 2007, cuando decidió quitarse el dolor de cabeza que era Radio Caracas Televisión, una televisora de alcance nacional con muy alta penetración en las clases populares. Desde entonces las protestas fueron más fuertes y la represión más salvaje.
La demolición de la democracia y el desalojo de las libertades
Por una entente con los descendientes de Miguel Ángel Capriles, y después de sacar a Teodoro Petkoff de la dirección del vespertino El Mundo, los medios de comunicación de la Cadena Capriles pasaron a la neutralidad informativa. Mantenían un discreto apoyo, que a veces el director de Últimas Noticias, un diario de histórica penetración popular, Eleazar Díaz Rangel, exageraba y que se consolidó a medida que Chávez estrechaba sus lazos con Fidel Castro.
Cerrado Radio Caracas Televisión empezó la degollina en las emisoras de radio. De un zarpazo, 39 emisoras quedaron fuera del aire y sin equipos. Y empezó a apretar las tuercas con los dólares preferenciales para el papel, la tinta y todo lo que se necesita para que funcione un medio de comunicación y que se adquieren con divisas. Un día no hubo más papel, ni planchas ni tinta. Pero El Nacional siguió saliendo. Los socios del Grupo de Diarios América donaron lo indispensable y los accionistas aceptaron que no hubiese dividendos. Se entraba en una etapa difícil.
Habiendo perdido el referéndum para reformar la Constitución y declarar socialista a Venezuela, Chávez fue aplicando por ley, por decreto y como le diera la gana las reformas que la ciudadanía no aprobó. Y también cambió la estrategia: en lugar de cerrar los medios los compraban grupos afectos. Así ocurrió con Globovisión, con El Universal y con Últimas Noticias, pero también con numerosos medios de la provincia. Igualmente hubo ofertas para comprar El Nacional, cada día más comprometido con la democracia y la libertad.
Tal era su compromiso con la pluralidad que aun cuando el gobierno le apretaba el cerco, El Nacional no solo mantenía periodistas abiertamente chavistas en la nómina, sino que en sus páginas de opinión se expresaban Pedro Carreño y Carlos Lanz, ambos con vara alta en el régimen.
El diario cada vez tenía menos páginas, menos secciones, menos cobertura noticiosa y menos circulación. Para resistir había que ahorrar papel y planchas, y se ahorraba en lo más mínimo. El desperdicio se redujo en términos superlativo.
Murió Chávez, pero no se acabó la rabia contra El Nacional
Muerto Chávez la situación no cambió. Pese a los amagos de Nicolás Maduro y los anuncios de apertura y diálogos en Miraflores, el régimen siguió dando bandazos con la economía, pero sin cejar en su afán de demoler –pulverizar es la palabra del chavismo– todo atisbo de democracia, pluralidad y libertad de pensamiento.
El país empezaba a mostrar las ruinas y la producción petrolera y gasífera aceleró la caída que comenzó con la defenestración de 19.700 trabajadores en 2003. Las empresas básicas de Guayana daban lástima y las grandes haciendas ganaderas expropiadas no producían ni para alimentar a sus trabajadores. Las reses desaparecieron en sabrosas barbacoas que celebraban “la revolución pacífica, pero armada”.
A medida que los ingresos petroleros disminuían se fortalecieron más los vínculos con los “muchachos” de la guerrilla de las FARC, que se movían más en las bardas del narcotráfico que en una estrategia para la toma del poder en Colombia. Así se empezó a hablar del Cartel de los Soles y sorpresivamente un militar, un sargento, que se desempeñaba en Barinas como enfermero del padre de Hugo Chávez es apresado con un vehículo militar cargado de droga.
La noticia que consiguió ABC, publicaron 80 periódicos y por la que castigan a El Nacional
En mayo de 2015 el diario ABC de España publicó un reportaje en el cual señalaba que Diosdado Cabello era investigado por la DEA por narcotráfico, fundamentado en presuntas declaraciones de un exjefe de seguridad de Cabello de nombre Leamsy Salazar. El reportaje firmado por Emili J. Blasco, corresponsal en Washington del diario español, fue publicado por El Nacional, TalCual y La Patilla, una página web, con los respectivos créditos a ABC. Es lo que se acostumbra y lo que ocurre en el periodismo cuando un personaje público de gran importancia aparece involucrado en un hecho grave.
La noticia fue publicada en otros 80 periódicos, pero Diosdado Cabello solo demandó por difamación a ABC, The Wall Street Journal, El Nacional y La Patilla. Ninguno de los juicios emprendidos fuera del país prosperó, solo siguió su curso el que entabló en Venezuela. Acusaba a los directivos de El Nacional y La Patilla de difamación. El juez dictó medidas cautelares. El juicio nunca comenzó. Transcurrido un tiempo Cabello introdujo una demanda civil. Las leyes venezolanas no permiten una demanda civil si no existe una condena penal. En las idas y venidas del juicio Cabello no aceptó el derecho de réplica ni ninguna de las explicaciones de El Nacional, su objetivo es que en su sede de establezca una universidad.
La inflación le vació el bolsillo de la codicia
Al principio la demanda era por un monto muy alto en bolívares 1.000 millones, para “resarcir daños morales”. Y aún cuando El Nacional nunca lo mostró como un narcotraficante (la noticia era que “la DEA lo investigaba por narcotraficante”, como The Wall Street Journal lo confirmó), el tribunal le dio la razón y condenó a los accionistas a pagarle la cantidad exigida en la demanda. Pero la economía del país seguía en barreno y la inflación en tres años había convertido aquel fabuloso monto en calderilla.
Cabello no se dio por vencido. Acudió al Tribunal Supremo de Justicia para que lo resarciera. Y así lo hizo. No podía ser distinto. Ese tribunal lo configuró Diosdado el día antes de que se le cumpliera su mandato en la Presidencia de la Asamblea Nacional, y le correspondía hacerlo al Parlamento que se instalaba el 3 de enero de 2016.
Felipe González: Lo que el régimen de Maduro le hace a El Nacional “es un golpe definitivo a la libertad de prensa” https://t.co/XCplFuYx3j vía @ElNacionalWeb
— Miguel H Otero (@miguelhotero) April 18, 2021
El 15 de abril, el jueves pasado, la Sala de Casación Civil declaró procedente la segunda fase del avocamiento solicitado por el abogado Alejandro Castillo, apoderado judicial de Diosdado Cabello, y ordena el pago de 237.000 petros, esto es, unos 13.366.800 dólares, calculados al momento del pago como indemnización por daño moral.
Miguel Henrique Otero, presidente editor del diario y exiliado en Madrid desde 2015, dice que la multa significa, sin más, la expropiación del periódico fundado en 1943. “Un atropello que muestra como funciona la dictadura de Nicolás Maduro, que ha entregado el control del Estado y el territorio de Venezuela a Cuba, a las mafias, a las FARC y a Hezbolá”, anotó.
Desde brujería, asedio fiscal y tributario hasta sentencias del TSJ
A pesar de su importancia y su influencia, El Nacional ha quedado reducido a su mínima expresión. Las instalaciones y la rotativa están paradas. Se asoma de manera digital. Su asedio no solo ha sido jurídico, también impositivo y de agresiones físicas contra la sede. En sus 78 años ha hecho bien lo que mejor sabe hacer: periodismo. Y la muestra es como los gremios, la sociedad civil, la academia y las universidades lo respaldan. “Me formé leyendo El Nacional”, repiten sus lectores.
La sentencia del deshonor la firman Yván Darío Bastardo Flores, presidente de la sala y ponente; Guillermo Blanco Vásquez, vicepresidente; Francisco Ramón Velázquez Estévez, magistrado; Vilma María Fernández González, magistrada; Marisela Valentina Godoy Estaba, magistrada; y Lieska Daniela Fornes Díaz, secretaria temporal. Y reza:
«Se trata del desprecio público que se generó en contra de la persona difamada, que lo afectó en su esfera personal y familiar, así como, en frente de su entorno social en general, viéndose sometido al escarnio público sin justificación alguna. Lo que hace que esta Sala de Casación Civil lo califique como un daño moral gravísimo».
#ÚLTIMAHORA HRW pide sanciones contra jueces y funcionarios responsables del “asalto” contra el diario El Nacional https://t.co/xt6cZjM9nq
— Monitoreamos (@monitoreamos) April 17, 2021
La DEA ofrece 10 millones por Cabello y 15 millones por Maduro
En todos los medios de comunicación se publicó en marzo de 2020 que Estados Unidos sacó el cartel de “Se busca” y ofrecía 15 millones por Nicolás Maduro, acusado por el Departamento de Justicia de “convertir a Venezuela en un narcoestado que auspicia el terrorismo y se unió a las FARC para exportar toneladas de cocaína a suelo estadounidense». Por otros jerarcas del chavismo la recompensa es menor: 10 millones de dólares recibirá la persona o el organismo que facilite su captura.
El presidente del Colegio de Periodistas de Venezuela, Tinedo Guía, ante la nueva arremetida contra El Nacional declaró: “La verdad es la víctima favorita de los autócratas, de quienes se pretenden líderes sin serlo, sin legitimidad de origen. En consecuencia, cada periodista que busca la verdad de la noticia se enfrenta a los ataques de los que quieren ocultarla. Ni con demandas ni con sanciones pecuniarias podrán esconder la verdad que es noticia. Porque esta se yergue contra el odio y la maldad. El Nacional es testimonio tangible de la lucha democrática. El Colegio de Periodistas se solidariza con sus trabajadores y propietarios”.
Tinedo Guía expresa su apoyo a El Nacional: “Ni con demandas ni con sanciones podrán esconder la verdad” https://t.co/zWcW2fnX8Z vía @ElNacionalWeb
— Miguel H Otero (@miguelhotero) April 19, 2021
No pudieron doblegar la búsqueda de la verdad
El Nacionaltambién emitió una respuesta institucional: «No pudieron comprar nuestra empresa utilizando fondos públicos, no pudieron someternos mediante amenazas, atropellos y demandas de toda índole. No pudieron doblegar nuestra línea editorial. Seguimos luchando».
La Sociedad Interamericana de Prensa calificó de expoliación y grave atropello la sentencia que obliga a la C.A. Editora El Nacional a pagarle 13,22 millones de dólares a Diosdado Cabello como “indemnización por daño moral”.
“Es otra estocada contra la libertad de prensa en un país sin independencia institucional. El Poder Judicial está sometido al poder político y el gobierno continúa su campaña para acabar con la poca prensa que sigue con vida”, denunció el presidente de la SIP, Jorge Canahuati.
Por Ramón Hernández
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