Tengo simpatía militante por El Nacional desde tiempo inmemorial por ser el periódico que se leía en mi casa solariega. Por razones que desconozco mis padres lo leían pese a que la línea editorial de ellos era más del tipo de El Universal, periódico al que nunca me pude amañar, no sé si por su tipo de letra muy abigarrada, o fue por parecerme Abelardo Raidi un hombre mejor informado y más simpático que Omar Lares, siempre algo presuntuoso en sus columnas los días jueves, o porque los columnistas de El Nacional eran menos protocolares. Incluso, las tiras cómicas eran insuperables: desde Lorenzo y Pepita hasta El Fantasma y más cuando llegó a las páginas el genial Olafo, siempre infantil y temperamental.
Uno podía leer El Nacional en mangas de camisa mientras El Universal casi invocaba la exigencia del paltó, y mientras menos ropa, mejor se lee. Siempre El Universal fue un periódico fundamental, incluso por solicitud de Sofía Imber publiqué algunos artículos allí. Pero los columnistas de El Nacional eran más ágiles, César Cienfuegos, Sanin, Matías Carrasco y otros lo obligaban a uno a mover las neuronas. Luego fuimos amigos de Miguel Henrique Otero, y a la dirección del periódico accedió gente tan entrañable como Simón Alberto Consalvi y más recientemente Elías Pino. Es más, antes de sus épocas, en tiempos cuando mi querida Chefi Borzacchini fue directora de las páginas culturales del periódico tuve una columna semanal por varios años allí donde pretendía informar a mis lectores de las intimidades del mundo del Arte a nivel internacional, tanto en el campo de la creación como en el del mercado del Arte. Luego vendría el tiempo de montar la galería y uno en estos eventos donde tiene abiertamente intereses crematísticos, no puede ser juez y parte, y menos si además tienes la única columna sobre el tema en la prensa nacional. De modo que puedo decir abiertamente que tengo predilección y afecto por El Nacional, que independientemente de su línea editorial, no siempre compartida por mí, allí había pluralidad de pensamiento en medio de un ambiente donde reinaba la inteligencia, la tolerancia y el buen humor.
Puedo dar fe de que El Nacional practicó a rajatabla la tolerancia ideológica y política. Luego de que comenzaron los ataques del régimen contra el periódico y la libertad de prensa por su línea política opositora al chavismo, me invitaron a participar en el consejo editorial de la página cultural del periódico, lo cual acepté; sin embargo, el acoso al periódico era asombroso. Después, como parte de mi proyecto de escribir la Historia general de las mujeres de Venezuela, decidí adelantar parte de mi libro con la historia de la prostitución en nuestro país y lo lleve allí y ellos me lo publicaron, amén de que les done cualquier posible ingreso por esa primera edición, que se agotó rápidamente.
Defender a El Nacional es una obligación de todos los demócratas y de toda la gente inteligente de Venezuela, pues pese a todas las adversidades que ha atravesado el periódico y las diferencias que se pueda tener con ellos, este se las ha jugado permanentemente por nosotros. Así que de nuevo, vuelvo a estar al lado de El Nacional en toda esta batalla por la libertad y la democracia que se avecina y que es de todos.
En la foto mi querido Olafo, cuyo regreso espero.
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