La reina Isabel II da el último adiós este sábado al hombre con quien estuvo casada 73 años, su «fuerza y apoyo», el príncipe Felipe, en un sobrio funeral de estilo militar con mascarillas y pocos invitados debido a la pandemia.
La ceremonia religiosa comenzará a las 15h00 (14h00 GMT) en San Jorge, la capilla gótica del siglo XV situada en el casi milenario castillo de Windsor, unos 50 km al oeste de Londres.
Debido al coronavirus se pidió a los británicos que no se desplazasen hasta esta pequeña localidad. Aún así las terrazas de sus pubs deberían llenarse de partidarios de la corona para seguir el evento por televisión como otros millones de personas.
«Se supone que la gente no debe venir, pero este es un gran evento, único en una generación, el duque era especial así que esperamos a mucha gente», aseguró Mark, de 57 años de edad, a la AFP en las calles de Windsor, donde a primera hora se veía ya a decenas de agentes de seguridad vestidos con chalecos violetas.
Cubierto con su espada, su gorra naval y su estandarte personal, el féretro del duque fue trasladado de mañana por portadores del Primer Batallón de Granaderos -de los que Felipe fue coronel durante 42 años- desde la capilla privada de la familia real a otro salón del castillo.
Al comienzo del oficio, el país guardará un minuto de silencio, como Kaya Mar, pintor de 65 años que llegó en el primer tren desde Londres con un gran retrato de Felipe bajo el brazo.
«Era muy importante para mí estar hoy aquí», aseguró, considerando que «era un buen hombre» y «el país lo echará de menos».
Conmovedoras fotografías personales
La ceremonia comenzará tras el almuerzo con un breve cortejo fúnebre por los jardines del castillo en que participarán los cuatro hijos y varios de los nietos de la pareja real.
Será la primera aparición pública del príncipe Enrique, de 36 años, con la realeza desde que él y su esposa Meghan, que no viajó al Reino Unido por estar embarazada, abandonaron sus funciones reales y se fueron a vivir a California.
Enrique no caminará junto a Guillermo, de 38 años, con quien las relaciones son tensas. Entre ellos se situará su primo Peter Phillips, alimentando las especulaciones sobre una persistente disputa entre los dos hermanos.
El príncipe Felipe, que falleció en Windsor el 9 de abril, dos meses antes de cumplir 100 años, fue una presencia constante junto a la reina desde que, con solo 25 años de edad, fue coronada en 1952, cuando el Reino Unido se reconstruía tras la Segunda Guerra Mundial y su imperio empezaba a desmoronarse.
La monarca publicó el sábado una conmovedora fotografía personal en la que se los ve relajados y sonrientes en 2003 en el Parque Nacional de Cairngorms, en Escocia.
Y en las redes sociales de la familia real se difundieron imágenes de momentos clave del matrimonio.
«La reina da el adiós», decía en portada el diario The Times.
Sin pompa y con mascarillas
Las exequias de la realeza británica suelen ser de gran envergadura, perfeccionadas durante años y concurridas por monarcas y mandatarios de todo el mundo.
Pero las restricciones impuestas por el coronavirus obligaron a modificar los planes para el entierro de Felipe, que se limitará a 30 invitados íntimos con mascarillas y distancias de seguridad, y respetará el marcado estilo militar deseado por el duque, que era oficial de la Marina.
El féretro será recibido por representantes de los tres ejércitos para una corta procesión y llevado en un Land Rover verde militar diseñado siguiendo instrucciones aportadas por él mismo.
La reina, que el 21 de abril cumple 95 años, llegará a bordo de un Bentley oficial junto a una dama de compañía.
Pero se sentará sola para despedir a quien ella llamaba «su fuerza y su apoyo», el hombre con quien se casó siendo aún princesa en 1947 y cuya muerte la deja sola en el ocaso de su reinado.
Numerosos expertos reales aseguran que era Felipe quien manejaba con mano de hierro una familia marcada por las crisis, ayudando a la reina a capear los escándalos.
Todas las miradas estarán puestas en Enrique y Guillermo, en busca de alguna señal de reconciliación entre el dolor por la pérdida de su abuelo.
Era un «hombre de servicio, honor y gran sentido del humor», dijo de él Enrique tras llegar de Los Angeles para el entierro.
«Echaré de menos a mi abuelo, pero sé que hubiese querido que siguiéramos adelante con nuestro trabajo», afirmó Guillermo esta semana.
Tras el funeral, presidido por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de los anglicanos, el duque será enterrado en privado en la bóveda real de la capilla San Jorge.
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