Hoy millones estamos en cuarentena, la mortandad de una pandemia nos acecha, cosa que no debe confundirse con vacaciones ni con una tortuosa condena. Lo que hoy estamos pasando es una lección para reflexionar, aprender, avanzar y valorar más lo que muchas veces dejamos a expensas del olvido. Puede ser del destino, puede ser del universo, pero algo debemos obtener para nuestro crecimiento porque el jugo justifica la exprimida.
La sostenibilidad de la cuarentena en nuestro país es una ilusión mediática porque la pandemia fue utilizada políticamente por el régimen. Todo ha sido parte de un plan y su perversión no tuvo ni tiene límites. Nos pusieron a pelear con nuestra mismísima familia, con nuestros allegados, nos dividieron políticamente en minúsculas fracciones, nos robaron, nos desalentaron, nos elevaron y dejaron caer sin piedad, nos asesinaron, nos desterraron, nos ultrajaron los sueños y un extenso etcétera que los ojos se pueden empañar pero, ¿Qué se hizo para contrarrestar dicha maldad? Curiosamente la respuesta fue: más maldad, más resentimiento y más odio hacia nuestros iguales.
Sin embargo, el daño que ha causado el virus en la psiquis del venezolano es impresionante; nuestra idiosincrasia ha sido infectada por la letalidad de coronavirus. Los niveles de intolerancia están por alguna galaxia, los índices de agresividad ya han alcanzado el límite, y la capacidad de sacarle «lo positivo» a cada circunstancia ha sido aplastada pues esta pandemia nos ha polarizado aún más, nos ha vulnerado aún más y ha profundizado lo que ya estaba quebrado. Un ejemplo cotidiano son aquellos que naturalmente son alérgicos a lo que sea no pueden ni tener la necesidad de toser o estornudar pues enseguida la mirada de los presentes es de rechazo como si se tratara de algún leproso en fase terminal.
En la mitología griega, la Hidra de Lerna era un antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala y aliento venenoso, y en la vida real ha engendrado al coronavirus, su hijo predilecto. Una de sus monstruosas cabezas ha desatado los egos más primitivos del ser humano. Sin clemencia, sin titubear, las discusiones más estériles entre el que más sabe, el que más ve, el que más cura, el que más se cuida, y un largo etcétera han sido interminables. El programa Quién tiene la razón ya dejó de ser televisivo para convertirse en algo cotidiano.
No todo termina allí, pues la toxicidad de la situación será catastrófica a largo plazo. Los padres deberán dibujar minuciosamente la forma de seguir manteniendo a los niños en casa sin escuela, los universitarios escudriñando posibles evaluaciones con sus profesores para avanzar en sus carreras y al venezolano en general le va a tocar reinventarse completamente las veces que sea necesario buscando otros métodos, legales por supuesto, para poder llevar el pan a la mesa. Con una economía tan volátil como la nuestra, las medidas que hoy existen se convertirán en sal y agua porque la necesidad no conoce la palabra cuarentena. Lo más trágico es que cuando existe una prohibición, enseguida nace una nueva mafia y se crea una nueva forma de «fregar» al otro. Los ahorros se esfumaron, la supervivencia está a flor de piel porque el aparato productivo está en una metástasis consecuencia de la revolución y su ineptitud. Cayendo en el tema de la vacuna contra el covid-19 solo me viene una palabra a la mente: corrupción. Será un vil negocio más para los vástagos de la tiranía; ya veremos las ofertas en las redes sociales o en los mercados, leeremos la frase «un amigo tiene» y hasta en el mismo hospital dirán sin pudor «son tanto».
No todo está perdido y si existe la luz al final del túnel porque muchos se han convertido en esa luz y han aprendido a prevenir con sus acciones antes que lamentar. Las posibles soluciones están avanzando y muchos casos se han ido controlando en los países que ya han alcanzado el pico de la epidemia, pero estos deben tener claro el objetivo de cuál va a ser la “táctica de salida” para recobrar la normalidad porque ningún país del mundo sostiene ni está preparado para una cuarentena eterna por sus efectos sociales, económicos y políticos, pese a que el coronavirus dolorosamente no va a desaparecer, sino que pasará a ser una enfermedad más en el diccionario.
@JorgeFSambrano
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