Un día como el lunes (12 de abril) pero de 1941; el capitán Fritz Klingerberg (1912-1945), comandante de la XV compañía de la 2° división de la infantería motorizada de la SS Das Reich, con tan solo cinco soldados, captura la capital del Reino de Yugoslavia (Belgrado). Su alcalde se rendiría ante esta pequeña patrulla alemana y el oficial alemán obtendría como reconocimiento la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Solo habían pasado seis días del inicio de la “Operación Castigo” (algunos textos la llaman “Operación 25”), con la cual Adolf Hitler ordenó la rápida invasión de esta nación balcánica en la Segunda Guerra Mundial, que finalmente terminaría siendo desmembrada entre sus aliados del Eje: Italia, Bulgaria, Hungría, Rumanía y la Croacia del partido fascista (Ustasha) de Ante Pavelic. En la entrega de hoy nos dedicaremos a la campaña yugoslava (que se realiza simultáneamente con la griega), tratando de responder cómo la euforia popular y patriótica del golpe de Estado del 27 de marzo (descrito en nuestra anterior entrega) no se tradujo en una organizada defensa contra el invasor. También adelantaremos algunas explicaciones de su posterior fama en la lucha contra el Nuevo Orden Nazi.
En comparación con otros frentes de la Segunda Guerra Mundial, la producción bibliográfica sobre la campaña en los Balcanes es menor (y menos sobre la invasión de Yugoslavia, no así sobre la resistencia que vendría luego). Sir Winston Churchill le dedica el “capítulo XVIII. Yugoslavia y Grecia” en: La Segunda Guerra Mundial. Libro II. “Solos”, 1948-56. Usamos también el “Capítulo 10. La guerra de los Balcanes de Hitler (Marzo-mayo de 1941)” en: Anthony Beevor, 2002, La Segunda Guerra Mundial. Otros textos consultados fueron: AA.VV., 1982, “Blitzkrieg en el Sur: capítulo 4°. Operación Marita” en: Enciclopedia Ilustrada de la Aviación. Tomo 3), la enciclopedia de la editorial Noguer dirigida por sir Basil Liddell Hart: Así fue la Segunda Guerra Mundial (1972) en el artículo del historiador Alan Palmer, “Operación de Castigo” (Tomo 2, pp. 43-56) y el también historiador oficial de tanques en la Segunda Guerra Mundial: Kenneth J. Macksey, 1968, División Panzer “el puño acorazado”. Nos habría gustado consultar alguna obra reciente tal como venimos haciendo pero no estuvo a nuestro alcance.
La rapidez e intensidad de la Blitzkrieg una vez más toma por sorpresa a un ejército que se mantenía atrasado, no solo a nivel armamentístico sino en su doctrina basada en la experiencia de la Primera Guerra Mundial. La mecanización del mismo era casi nula al tener más de 700.000 soldados pero solo de 100 a 200 tanques. La mitad de los soldados no poseía casi entrenamiento militar y un porcentaje alto era croata y por esto último sin ningún ánimo para luchar por el “dominio” serbio. No se tenía un plan de defensa porque se pensaba que llevar a cabo la movilización los alemanes podrían sentirse amenazados y atacarían. A pesar de todo esto poseía una industria modesta que había construido sus propias armas (caza monoplaza Rogazarski IK-3), o con licencia (Hawker Hurricane y Bristol Blenheim británicos) e incluso tenía aviones modernos tanto del Reino Unido como alemanes (comprados de 1939 a 1940). En suma la Fuerza Aérea Yugoslava tenía entre 400 y 500 aviones de los cuales menos de la mitad eran modernos. Era prácticamente imposible vencer a los 1.000 aviones de la Luftwaffe y 500 de la Regia Aeronáutica. En la mañana del domingo 6 de abril un número significativo de sus aviones fueron destruidos en tierra y los que alzaron vuelo solo pudieron derribar menos de doce aeroplanos en la guerra.
La supremacía aérea de la Luftwaffe hizo que se repitieran las escenas del Frente Occidental hace casi un año. Los Stuka y bombarderos alemanes después de destruir los aeródromos y desarticular las comunicaciones, se dedicaron a eliminar cualquier resistencia facilitando el avance de los tanques y la infantería; además de generar el pánico en la población y los defensores. El primer objetivo fue destruir Belgrado (fue sometida a 3 días de bombardeos intensos, los cuales causaron más de 17.000 víctimas) y la mayor parte de los ejércitos convergieron en la toma de la capital y principales ciudades. K. J. Macksey lo describe con las siguientes palabras:
El ejército se desmoronó permitiendo el avance de las divisiones Panzer por el dificultoso fondo de los valles, en lo que más parecía un ejercicio en tiempo de paz que una sangrienta operación de guerra. Hubo algunos combates pero ninguno de importancia, posiciones que pudieron haberse defendido indefinidamente, entre cimas montañosas y cerrados desfiladeros, cayeron casi sin esfuerzo. La operación realzó la reputación de las divisiones Panzer, reforzando su experiencia en el arte de la movilidad y ayudándoles a establecer la nueva organización, pero (desgraciadamente para el futuro) desgastó y averió un equipo que habría de actuar muy pronto y con el máximo esfuerzo en Rusia (p. 58).
Las consecuencias para Yugoslavia en lo inmediato fueron terribles: algunas fuentes señalan 220.000 muertos y entre 300.000 y 350.000 soldados capturados. Para Alemania fueron poco más de 500 bajas (150 muertos). El gobierno y el soberano huyeron a Atenas y la rendición se dio el 17 de abril (¡11 días de combates!) con un miembro del gobierno derrocado por el golpe de Estado, golpe que había animado al pueblo gritar en las calles: “Antes muertos que esclavos”. Las palabras se las llevó el viento, pero esto no fue del todo cierto porque un número importante escapó del cautiverio y huyó a las montañas a formar parte de los partisanos que iniciarían la resistencia. Ya para el 23 de abril la mayor parte de las divisiones alemanas había salido del país (la invasión de la Unión Soviética tenía que seguir siendo organizada) y solo quedaron cuatro para mantener el orden. Los italianos controlaron la costa y Eslovenia con mayor número de divisiones. En general este hecho hizo que también las armas del ejército desmovilizado pasaran a los guerrilleros. Cuando la URSS fue atacada en junio, esta envió un mensaje al secretario de los comunistas yugoslavos (Josip Broz, conocido después como el Mariscal Tito): “Organice destacamentos partisanos sin demora”.
Al comprender la avalancha que padeció Yugoslavia desde todas sus fronteras y por parte de sus vecinos junto al mayor ejército del mundo, podemos entender el contexto en el cual el capitán Fritz Klingerberg tomara su capital Belgrado con cinco soldados. No por ello deja de ser algo asombroso y digno de ser reconstruido por una película. Los que sí tuvieron una gran presencia cinematográfica serán los patriotas y comunistas yugoslavos después de la Segunda Guerra Mundial, tiempo en que se hicieron decenas de filmes desde la industria del cine de dicha nación. Lo malo es que nosotros no hemos podido ver ni una de ellas. En nuestro próximo artículo analizaremos la campaña sobre la cuna de la democracia: Grecia.
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