La victoria de Guillermo Lasso en la segunda vuelta electoral de Ecuador constituye la primera derrota en unos comicios presidenciales del movimiento del exmandatario Rafael Correa en casi 15 años.
El expresidente ha protagonizado las últimas cinco elecciones presidenciales, sea dentro o fuera de la papeleta, y de su apellido han nacido los sustantivos «correísmo» y «anticorreísmo», los adjetivos «correísta» y «anticorreísta», y hasta el verbo «descorreizar».
En octubre de 2006, el economista de entonces 43 años quedó segundo en los primeros comicios en los que se presentó, pero derrotó al empresario Álvaro Noboa en la segunda vuelta un mes después, para comenzar así un mandato que duraría una década.
En 2008 (tras el cambio de la Constitución) Correa vencería en primera vuelta y repetiría esta victoria en 2013, derrotando en ese momento al banquero Guillermo Lasso, en su primer intento por llegar a la presidencia con el movimiento CREO.
Lasso volvería a ser derrotado en 2017 por Lenín Moreno, el candidato elegido por Correa para perpetuar al correísmo en el poder. No corrió la misma suerte Andrés Arauz este 11 de abril, al convertirse en el primer correísta en perder unas presidenciales en las urnas.
¿Por qué tuvo lugar esta derrota casi una década y media después? BBC Mundo explora cuatro causas que pueden explicar el traspié correísta.
1. La figura de Correa
«Correa es la principal fortaleza del correísmo, porque sin Correa no hay correísmo, pero a la vez es su limitante», explica el analista político Jacobo García.
«El correísmo nace con Correa y de él depende, no viene de antes, es un proyecto muy personalista y no muy orgánico».
Para García el correísmo fue muy exitoso para ganar elecciones y para ir al calor de la gestión pública, pero fue incapaz de lograr una mayor institucionalización como movimiento más allá de su líder.
«Cuando todo descansa en un líder, si no lo suples con alianzas, aperturas, nuevos cuadros, con nuevas cosas que van dando pintura al proyecto, como que todo se queda ahí; no es fácil, pero es la realidad».
El analista político sostiene que la primera transición que intentó este movimiento más allá de su líder fue el mandatario saliente Lenín Moreno pero falló, y eso hizo un daño en el correísmo que ha llegado hasta hoy.
«Y hasta hoy no logran generar una confianza que en el movimiento hay algo más que el liderazgo de Correa y lo que él diga o a quién elija», señaló el analista.
Antes de la elección de este domingo, el consultor político Carlos Ferrín señaló a BBC Mundo que la campaña de Arauz detectó en la segunda vuelta que Correa «era un tipo muy ruidoso para los indecisos».
«Trataron de esconderlo un poco, pero es imposible esconder a Correa, es como tapar el sol con un dedo, Correa se les escabulle, Correa tiene una cuenta de Twitter, Correa pone videos, Correa termina siendo el tipo incómodo de la fiesta que no tiene reparos en decir cualquier cosa y se puede comer la elección de su candidato», dijo Ferrín.
La también consultora política Wendy Reyes señaló que en la primera vuelta Arauz necesitaba de Correa, la campaña necesitaba identificar a Arauz con Correa para que los correístas votaran por Arauz, «pero en la segunda vuelta eso no era necesario, necesitaban desmarcarse del correísmo y el anticorreísmo e ir a enamorar».
Reyes coincide que «es difícil callar a Correa, porque es uno de esos líderes que quieres o detestas; es lo que significa Donald Trump en Estados Unidos o Hugo Chávez en Venezuela».
2. Incapacidad de aglutinar a la izquierda
En la primera vuelta del 7 de febrero, las fuerzas consideradas de izquierda -el correísmo (Unión por la Esperanza -UNES-), el brazo político del movimiento indígena (Pachakutik) liderado por Yaku Pérez y la Izquierda Democrática encabezada por Xavier Hervas- obtuvieron casi el 67% de los votos.
¿Por qué el correísmo, que en primera vuelta obtuvo el 32% de los sufragios, solo sumó 15% más en esta segunda vuelta?
Una respuesta es que ninguno de los otros dos líderes de izquierda llamó a votar por el movimiento de Correa.
Yaku Pérez y la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) pidieron a sus electores el voto nulo y, mientras Izquierda Democrática dejó en libertad a los suyos, Hervas dijo que él votaría por Lasso.
BBC Mundo les preguntó a ambos líderes cuál era su opinión del correísmo. Sus respuestas no dejaron lugar a la duda:
«El correísmo es una tendencia populista que se adorna con un mensaje antiimperialista, pero se arrodilla ante el imperio chino; predica la ecología, pero desangra la Pachamama; dice ser socialista y privatiza puertos, telefónicas, campos petroleros y mineros», dijo Pérez.
«El modelo correísta coartó las libertades en el país, cooptó las diferentes instancias de poder y manejó mal los fondos públicos; pero lo más preocupante es cómo nos dividió con un discurso de fractura y de odio durante prácticamente 14 años», añadió Hervas.
3. La campaña
Según la politóloga Angélica Abad, el buen desempeño de Hervas y de Pérez en la primera vuelta fue «un baldazo de agua fría» para los candidatos del correísmo y el anticorreísmo.
Esto obligó a los asesores de Arauz y de Lasso a modificar sus estrategias para, luego de consolidar los votos obtenidos, ir a la caza de los que no habían votado por ellos el 7 de febrero.
«En la segunda vuelta Arauz trató de encontrar una identidad propia, pero se quedó en tratar de identificar a Lasso con el gobierno de Moreno y en decir que es banquero, cuando Lasso ya lleva tres campañas presidenciales y todo el mundo sabe que es banquero», dice Wendy Reyes a BBC Mundo.
En cambio, añade la consultora, Lasso se desmarcó de la pelea política y convenció más a los votos que se habían ido con otras fuerzas políticas, «remontando los 13 puntos que le había sacado Arauz en la primera vuelta».
Jacobo García coincide en que la campaña de Lasso fue más efectiva.
«En un país fragmentado, donde no hay un camino claro para salir del atolladero, el que logró pegar pedacitos del cristal roto fue Lasso con su lema de ‘El Ecuador del encuentro’; no es un tema muy profundo e ideológico, es más pospolítico, más buena onda».
4. Un contexto de crisis
Para consultora política Wendy Reyes, el correísmo y el anticorreísmo, como voto ideológico, no influyó tanto en el resultado final como el contexto.
La profesora de la Universidad George Washington destacó que el país está inmerso en tres crisis:
«Una crisis sanitaria, de las peores en América Latina por la pandemia; una económica, con un aumento del desempleo y casi seis millones más de pobres, y una de gobernanza, con un gobierno (de Lenín Moreno) que no llega al 10% de credibilidad», le dijo Reyes a BBC Mundo tras la victoria de Lasso.
Por eso, Aunque Ecuador se caracterizó a fines del siglo XX y comienzos de este siglo por su inestabilidad política, pocos escenarios pueden ser tan adversos como el actual.
«No fue un voto ideológico sino emocional: esto de qué tipo de sistema quieres, la banca o el Estado, se debate en la Academia; al ecuatoriano -en momentos en que la salud y la economía están en juego- lo que le importa es quién le va a resolver los problemas».
Como le dijo antes de la segunda vuelta a BBC Mundo el analista Pedro Donoso, nunca ha existido tal nivel de pesimismo entre los ecuatorianos «y el pesimismo es una cancha donde todo puede sembrarse».
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