Aprovecho este espacio para condenar de manera tajante la conducta mezquina y el desprecio del Estado hacia un pueblo azotado por el contagio de covid-19, que fue engañado hace 11 meses con el anuncio de la compra de 10 millones de vacunas que nunca cumplió y burlado con la aplicación de las 600.000 que llegaron al país a la estructura de poder, unos privilegios que vulneran las normas de la OMS y que con descaro muestran satisfactoriamente en las redes sociales.
La no aplicación de vacunas conduce al pueblo a un contagio exponencial con un alto riesgo de muerte, tomando en cuenta que los hospitales públicos carecen de un tratamiento efectivo para combatir el covid-19 y las clínicas privadas, a las que no pueden ir los pobres por sus altos costos en dólares, están colapsadas. El Estado una vez más ha demostrado y confirma que la violación de los derechos humanos es su política pública.
Los poderosos ya vacunados ofrecen ahora la producción de vacunas con Cuba, desconociendo la urgencia por la gravedad de la pandemia. Además, exponer al pueblo al experimento es inhumano.
Asimismo, considero una locura y un acto de irresponsabilidad la convocatoria obligante que está haciendo el Estado a lo que llamó la Marcha de las Antorchas. Una actividad que involucra un alto riesgo de contagios para una población que no está vacunada.
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