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La mentira institucional

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Esperar lo inesperado. Aceptar lo inaceptable

Esta frase de Confucio podría ser el eslogan de nuestras vidas desde marzo de 2020 hasta hoy.

Ministro de Transportes, José Luis Ábalos

Decía Joseph Goebbels,  personaje extremo como los que ahora nos toca sufrir, “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá“.

Este año de mentiras y bajezas morales que nos están regalando nuestros gobernantes, sin embargo, supera todas las expectativas.

Los casos de corrupción, tapados, en esta época oscura, con el omnipresente COVID, que han salpicado a España y Venezuela, tanto en común como individualmente, así como la mentira reiterada en beneficio de los partidos en el poder no podrían contarse con los dedos de las manos y los pies, pero el caso de las maletas de Delcy Rodríguez nos da una idea de la impunidad con la que se mueven ambos gobiernos.

El 20 de enero de 2020, pese a las sanciones impuestas por la Unión Europea contra los dirigentes del régimen venezolano que prohibían su acceso al espacio Schengen, Delcy Rodríguez aterrizó en Madrid y se entrevistó con el ministro Ábalos en el aeropuerto, en una acción que podría enmarcarse en un intento de acercamiento del gobierno español al venezolano. No se realizó control de pasaportes ni equipaje, lo cual ha dado lugar a numerosas especulaciones sobre unas maletas que, teóricamente, Delcy habría introducido en España.

La realidad del caso , no obstante, obedecía a la visita que, esa semana, iba a realizar a España Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. El propósito de la reunión sería presionar a Pedro Sánchez para que no se reuniera con él, como ya habían hecho Boris Johnson y Emmanuel Macron. De hecho, a pesar de que Pedro Sánchez fue el primer jefe de gobierno de la Unión Europea en reconocer oficialmente a Guaidó, finalmente no le recibió durante su estancia en Madrid.

La institucionalización de la mentira ha alcanzado, en los últimos dos años en España, nivel de pandemia.

De hecho, ya finalizamos 2019 imbuidos de mentiras.

Mintió Pedro Sánchez, en los tiempos precovid, para alcanzar La Moncloa a toda costa, jurando que nunca pactaría con Podemos. A tal fin, llegó a decirle a Susana Grisso, en una entrevista dentro de un tren, al más puro estilo americano, que él no dormiría tranquilo con Pablo Iglesias como vicepresidente del gobierno.

No me extraña. Otorgar una vicepresidencia a un tipo que lo primero que te ha exigido es el control de la educación, el CNI y los medios de comunicación, al más puro estilo de la guerra fría, es como darle las claves de tu tarjeta de crédito a Al Capone.

También nos engañó el ínclito presidente cuando dijo que nunca pactaría con Bildu, partido residual de la semidesaparecida banda terrorista ETA. De estos polvos salen esos lodos, y ahora, a cambio de su apoyo para poder llevar a Begoña de concierto en el Falcon, el señor Sánchez, don Pedro, ha cometido la mayor bajeza que un presidente del gobierno haya cometido en nuestra ya madura democracia, ninguneando a las víctimas de la banda terrorista que tanto dolor causó, que tantas vidas quitó y tantas familias destrozó para siempre, y otorgando medidas de gracia a los presos de la banda de sucios asesinos, que no solo pasan por el acercamiento al País Vasco.

En los últimos meses hemos tenido que ver, por ejemplo, cómo se excarcelaba a Antonio Troitiño por enfermedad, haciendo valer los derechos humanos para un individuo que, desde mi punto de vista, no es humano.

Pero en el mes de marzo se presentó la pandemia. Lejos de lo que un observador poco avezado pueda pensar, el COVID fue como una charca de barro para estos cerdos, perdón, para los cerdos. Recordemos, porque nuestra única fuerza es el recuerdo y actuar en consecuencia, que la primera de las infinitas mentiras del gobierno sucedió cinco días antes de ponernos a todos en arresto domiciliario.

El 8 de marzo se celebró la manifestación del Día Internacional de la Mujer 2020. Este tipo de actos tienen una trascendencia primordial para estos gobiernos social-comunistas, en la medida en que ponen de manifiesto el apoyo popular a su gestión. No se cansaron los miembros del gobierno de decirnos una y mil veces que la situación era segura e incitar a la participación masiva, cuando ellos conocían perfectamente la gravedad de lo que estaba por venir. La propia Carmen Calvo se atrevió a decir que nos iba la vida en ello. Y tanto que nos iba.

No transcurrieron dos días y ya se había anunciado el cierre de los colegios, que antecedió a todas las drásticas medidas que se fueron desgranando hasta llegar al confinamiento total el día trece. Sin embargo, el día 8 el gobierno desconocía por completo la gravedad del asunto. Mentira.

Otra de las grandes mentiras de esta primera etapa nos la regalaba Fernando Simón el 20 de mayo, cuando en comparecencia pública decía que “no tiene ningún sentido que los ciudadanos sanos usen mascarilla“, desoyendo las recomendaciones de la OMS. Mentira. La realidad, contrastada y reconocida más tarde por el propio Simón, era que no había mascarillas para abastecer las necesidades que la pandemia generaba.

A todo esto, Iglesias retozaba en su charca de barro, aprovechando la ocasión para colar, vía decreto ley y saltándose el control parlamentario merced al estado de emergencia, toda clase de leyes de corte intervencionista, convirtiendo la crisis sanitaria en algo bien distinto. A Pablo Iglesias nunca le preocupó ni le preocupa ahora nuestra salud, mentira, sino aprovechar la situación para, con 35 escaños, dominar la línea de actuación del gobierno del debilitado Sánchez, que no tiene otro remedio que ceder.

A cuenta de las mascarillas, María Jesús Montero insistió, hasta la saciedad, en que Europa no les permitía bajar el IVA de las mascarillas. Mentira. El tipo impositivo del material sanitario más alto de toda la Unión Europea era el nuestro, pero la realidad es que el gobierno no quería prescindir de los pingües ingresos que este genera. Mentira extendida esta semana al IVA del suministro eléctrico.

Y ahora asistimos a la gran mentira. La mayor de las mentiras de la pandemia. Las vacunas.

La vacuna ya es una mentira en sí, bajo mi criterio. Visto desde un punto de vista puramente pragmático, al ritmo que vamos se necesitarían seis años para vacunar a toda la población. En seis años, el virus habrá mutado entre veinte y treinta veces, invalidando las vacunas anteriores.

Si la vacuna de la gripe no es efectiva de un año para otro, de una mutación a otra, nada parece indicar que en este caso la cosa tenga que ser distinta. Y nos quien hacer creer que la vacuna actual es efectiva para las nuevas cepas que ya están apareciendo. Mentira.

Sin tomar en consideración que tanto el gobierno español como el venezolano manipulan las cifras a su antojo, haciendo crecer o decrecer la incidencia según sea más conveniente.

Como dijo Ciceróncomo nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad “.

Es muy dolorosa esta reiteración de la mentira, porque denota la falta de confianza total de los gobiernos en su ciudadanía, dando por sentado que nuestra falta de criterio hará que nos traguemos, una tras otra, las píldoras que nos quieran proporcionar.

La mentira de hoy amortigua la de ayer. Por suerte, la hemeroteca está ahí. Serán esclavos de sus palabras para siempre.

Nuestro olvido es su fortaleza. Nuestra desidia su alimento.

Por lo tanto, ni olvido, ni desidia.

Consecuencia y acción.

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