La civilidad trata de normas, leyes y reglamentos aceptados por todos los involucrados, para que haya certeza de juego limpio, de garantía a minorías y en consecuencia de legitimidad en la lucha por y para el ejercicio del poder.
En un foro de la Comisión de la Verdad, creada por el acuerdo habanero FARC-Santos, se nos pidió hablar de la combinación de todas las formas de lucha, vulgo: del «todo vale». Claro que el «todo vale» no lo inventaron los marxistas-leninistas. La inminencia real de derrota o fracaso obliga a buscar recursos extremos de defensa o supervivencia; también el ansia de poder y el ejercicio de este, con frecuencia han roto los diques normativos y legales de la civilidad mencionada.
Los comunistas desde hace 100 años han sido siempre minoría. Aun así, han aprendido a llegar al poder con muchas argucias politiqueras, trampas organizacionales y claro, combinando todas las formas posibles de lucha, que incluyen las más abyectas como el secuestro, la extorsión y el asesinato. Una vez en el poder, siguen ejerciendo, y de qué forma, su vicio del «todo vale». El terrorismo revolucionario y el terrorismo de Estado forman parte del arsenal comunista. Y ahí están las minas antipersonales del Apure y los carros bomba del Cauca en Colombia, que diseminan un mensaje de incertidumbre y desánimo entre soldados y civiles.
Del lado del Estado, hay que recordar que desde 2005 la FANB adoptó la doctrina de la asimetría y la periferia, estilada por Jorge Verstrynge y en donde Venezuela, «lo infinitamente inferior», enfrenta militarmente un enemigo como Estados Unidos, «lo infinitamente superior». Esa estrategia, adoptada en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, prevé, por supuesto, la utilización de todas los medios disponibles, morales o inmorales, incluyendo los movimientos migratorios, para confrontar la amenaza imperialista yanqui.
En esta guerra de cuarta generación, la FANB resultó enfrentando no a Estados Unidos sino a «entidades transfronterizas y difusas», organizaciones irregulares armadas que están aplicando técnicas de guerra de guerrillas. Ahora, equívocamente, Miraflores pide apoyo internacional para desminado y para “parar la violencia colombiana contra Venezuela”, violencia de las narcofarc, invitadas a Venezuela por el propio gobierno chavista y reconocidas como «retaguardia estratégica de la revolución». Lo de la frontera es otro fracaso de un Ejército bicentenario, ahora socialista, enhebrado en el cuento utilitario de la combinación de las formas de lucha y que, equipado con misiles y tanques rusos, pide auxilio ante una célula narcocomunista irregular.
Según Fundaredes, en la Casa de la Cultura de la población de Santa Cruz de Aragua se han desarrollado reuniones entre representantes de alias Timochenko, jefe del partido de los Comunes en Colombia, hasta hace poco el partido de las FARC, alias Santrich, representante de la Narcotalia en Venezuela y autoridades del Ministerio de la Defensa de Venezuela.
Si la Narcotalia sigue las directivas de alias Tirofijo; si los estatutos del partido de los Comunes adhieren también a los principios del mismo alias Tirofijo; si la doctrina militar venezolana incorpora esos mismos principios dentro de su concepto de guerra estratégica, estamos frente al desarrollo de un «todo vale» generalizado en la región que, como hemos visto repetidamente en el pasado, siempre termina en un fiasco, en sangre: ahora los venezolanos huyen en botes y mueren ahogados o se refugian en las ciudades al otro lado de la frontera.
El 9 de abril de 1948, cuando aplicaron la misma metodología que hoy se quiere aplicar, el asesinato de Gaitán y El Bogotazo originaron la violencia en Colombia, que en una década dejó entre 100.000 y 300.000 muertos, según el color de la tinta que use quien escriba el relato.
Gobierno socialista, doctrina asimétrica, narcocélulas irregulares, migraciones, campos minados, combinación de todas las formas de fracaso, es el título de esta desastrosa experiencia.
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