La pandemia de covid-19 cambió, drásticamente, la vida de todos. En 2020 lo digital reemplazó, durante los meses de confinamiento, a lo presencial. La pantalla de celulares y computadoras se convirtieron en los nuevos lugares de encuentro y la sala de casa en la nueva oficina o salón de clases. Desde entonces, nada ha sido igual.
Este mes de marzo se cumplió un año del confinamiento y el aumento de casos de coronavirus, la llegada de la cepa brasileña, la falta de una política de Estado que garantice un eficaz plan de vacunación y la ausencia de políticas públicas para atender la pandemia hacen que sea mucho más difícil pensar en que, en el mediano plazo, los diversos sectores del país puedan retomar sus actividades. La prioridad, en este momento, es resguardarse para evitar la propagación del virus tomando en cuenta que no hay clínicas ni hospitales para atender a tantos contagiados. Los muertos aumentan, muchos de ellos médicos.
Pese a las limitaciones, las personas que hacen vida en el sector cultural venezolano continúan trabajando. Actores, músicos, bailarines, escritoras, curadoras y deportistas han buscado la manera de seguir y de adaptarse a los nuevos tiempos. Ensayos y clases virtuales, entrenamientos en casa y recitales vía streaming se han convertido en la única alternativa para seguir, aún en las condiciones más adversas: un país con una de las peores velocidades de conexión a Internet del planeta y con una grave crisis eléctrica.
Esta es la historia de cómo han sobrevivido, personal y profesionalmente a un año pandémico, escritoras, bailarinas, locutores, actores, actrices, curadores, músicos, bailarinas y deportistas. No ha sido sencillo. A pesar de las circunstancias, del país, siguen creando.
Solveig Hoogesteijn, directora del Trasnocho Cultural
“Nosotros reabrimos nuestras salas con todas las medidas de bioseguridad, tanto en distanciamiento, señalización y desinfección; sin embargo, la gran dificultad que hemos encontrado es operar en el régimen 7×7, porque al tener una semana de cinco días hábiles solo podemos trabajar 10 días al mes, lo cual es una situación peligrosa para toda actividad dirigida al público. Personalmente, pienso que el cine y el teatro, al ser actividades totalmente contemplativas, no habría necesidad de aplicar esta medida si se mantiene la debida distancia. Un aspecto positivo del público de Trasnocho es que es educado, que sabe los peligros del contagio y que por ello se comporta muy cívicamente.
“Aunque Trasnocho continúa con sus actividades a través de su plataforma web, comprendimos que la presencia del público en el teatro es indispensable. El teatro vive de esa experiencia personal, individual, colectiva de ver en vivo un espectáculo. Esto hace una diferencia muy grande en la percepción porque se crea un ambiente en el público que también sienten los actores en el escenario. Entonces, pienso que para la cultura y entretenimiento, porque nuestras vidas se han hecho bastante limitadas por la pandemia, se podría dar luz verde para que los centros culturales, los cines y los teatros puedan trabajar corrido.
“El año pasado llevamos varias obras de teatro al streaming. Esta experiencia la basamos en grabaciones que tuvieron una muy buena acogida del público, pero yo siento que con el tiempo la gente deseará volver a la normalidad porque están cansados de lo virtual. Hay que considerar que para toda organización que vive de la difusión cultural el año pasado fue una dura prueba que continuará en 2021.
“Nosotros queremos, poco a poco, retomar nuestras experiencias de diálogo con el público. Por eso reactivamos, por ejemplo, nuevamente la ópera en sala, cosa que no se puede hacer por Internet porque se trata de ver una ópera y analizarla en el mismo lugar. Para nosotros la pandemia ha sido una prueba muy dura, sobre todo en el aspecto financiero porque vivimos del público, no tenemos patrocinios. La verdad es que tener que esperar al domingo en la noche para saber qué haremos la semana siguiente es terrible porque hace muy difícil nuestro trabajo.
“Hemos sobrevivido a estas condiciones, pero la verdad es que no es nada favorable porque el público también se enreda y se confunde con tantos cambios. Es muy duro mantener una coherencia dentro de estas disposiciones continuamente cambiantes. El virus está presente siempre y tenemos que aprender a convivir con él.
“Pienso que si la situación en el país sigue como está muchos teatros y cines no podrán sobrevivir un año más. Así como en la economía y el comercio muchas empresas han tenido que cerrar, eso mismo pasará en las empresas culturales porque de algo tienen que vivir. Es difícil, estamos al borde del abismo. La gente que colabora con el Trasnocho como las agrupaciones teatrales, artistas plásticos y las instituciones siguen apoyándonos firmemente y es gracias a ellos que hemos logrado mantenernos, pero si no nos dan pronto luz verde para un funcionamiento normal, todo nuestro centro estará en peligro”.
Yolanda Pantin, escritora
“Este primer año de confinamiento dejó una sensación de irrealidad muy desagradable y la certeza de que nada será lo que era. Este es otro momento de la historia de la humanidad para el que ningún ciudadano común estaba preparado.
“En un terreno arrasado, como estaba el país antes de la pandemia y peor durante la pandemia, tocará empezar desde cero. Piedra sobre piedra. Por lo mismo, valoro cualquier empresa que, en estas circunstancias tan difíciles, empiece o se mantenga a punta de vocación y trabajo.
“En el campo literario tenemos ejemplos dellos editoriales independientes que siguen publicando después de 20 años, como Eclepsidra, y justo ahora, para promover y publicar narrativa venezolana, la apuesta de Monroy Editores. Sin hablar del trabajo de La Poeteca de Caracas, y también las iniciativas de la Fundación para la Cultura Urbana.
“En estos meses he adquirido mayor disciplina de trabajo con horarios que antes tenía, el uso de una mesa donde puedo desplegar mis cosas, y tiempo de sobra que siempre hace falta.
“Extraño sobre todo el abrazo familiar, poder visitar a mis padres, poder estar con ellos.
“Estamos en el peor momento de una tormenta de arena, y en esa tormenta con arena en los ojos, no puedo ver nada”.
Antonio Díaz, karateca
“Al principio de la pandemia lo más difícil para mí era la incertidumbre de no saber qué pasaría con los Juegos Olímpicos, porque yo había trabajado mucho para clasificar. Podía tomarme unas semanas de descanso, pero me tenía muy preocupado ese tema. Luego, cuando me enteré que decidieron posponerlos, para mí fue una buena noticia y tome ese año extra para poder recuperarme, entrenar más y disfrutar de mi familia y mi bebé.
“Empecé a entrenar en casa, adapté la sala con las colchonetas que usamos para y empecé a trabajar allí mientras tanto, luego cuando empezaron las semanas de flexibilización comencé a ir al dojo que tengo en Caracas. También tuve que suspender las clases y adaptarme a un esquema de clases virtuales durante un año.
“Yo nunca había tenido la disposición a probar clases online, pero me tocó y creo que es una herramienta que nos sirvió y nos permitió, en el caso del dojo, mantener un grupo activo. Aunque sí bajó el número de participantes por las dificultades que tenemos con la conexión a Internet, pudimos mantener el grupo. Descubrimos una herramienta poderosa, porque incluso pude hacer seminarios internacionales.
“Recientemente, regresé de mi primera competencia y fue bastante extraño por todas las medidas que hay que tomar. La competencia se realizó sin público, antes de entrar al área de calentamiento hacen una prueba de covid rápida, hay que usar la mascarilla mientras estás en el área de espera. La verdad, se siente bastante extraño, pero por supuesto que todos estábamos muy contentos de poder volver a compartir. Para mí fue muy importante vivir esta experiencia porque un ambiente así es el que se perfila para los Juegos Olímpicos, que son una gran oportunidad para mí. Por un lado estoy feliz de que se hagan porque puedo cumplir mi sueño y participar, pero, por el otro, estoy triste porque mi familia no podrá estar allí conmigo.
“De la época prepandemia lo que más extraño es poder viajar sin tantas restricciones. En estos meses he intentado algo que ya hacía, pero con lo que no era tan constante: la meditación. En las mañanas trato de meditar al menos 10 minutos.
“La pandemia, en el aspecto personal, me hizo valorar mucho la oportunidad de compartir y estar cerca de las personas que quiero. En el aspecto profesional, me hizo descubrir nuevas herramientas que, aunque no sustituyen lo presencial, son grandes apoyos que nos facilitan muchas cosas”.
Román Lozinski, periodista y locutor del Circuito Éxitos
“Los primeros días en confinamiento, mientras se ajustaba la dinámica, transmitimos desde el estudio, pero con un grupo muy reducido del equipo y con las medidas de bioseguridad. Todos con el uso del tapabocas, excepto yo cuando estaba al aire, y con una distancia mayor a la sugerida porque tenemos el privilegio de estar en un estudio grande.
“Cuando todo estuvo dispuesto, comencé a trabajar desde casa. Nada fácil. Tener que estar pendiente de mi pauta, de los tiempos, de las conexiones, hasta 3 por si se caía alguna. No fue fácil. Sobre la mesa tenía computadora, micrófono, audífonos, equipos de transmisión, muchos cables, muchas hojas, bolígrafos, agua, café. La comunicación con el estudio era, obviamente, limitada y por vías no convencionales. Mirarnos, hacernos señas, no era posible.
“Un día la transmisión fue muy estresante, porque las conexiones no funcionaban bien. No escuchaba a mis invitados, el retraso en la comunicación era inmanejable. Entonces decidimos volver al estudio entendiendo que vivo muy cerca de la radio. Igual con solo tres personas en el estudio, con las medidas sanitarias… Volvió parcialmente la calma. La calidad de nuestro audio era la que solíamos ofrecer a nuestra audiencia.
“Fuimos uno de los pocos, muy pocos programas en volver al estudio. Aún hoy hay compañeros que no lo hacen. Las dificultades son enormes. Primero operativamente, y luego el manejo de la información, que siempre ha sido responsable, se lleva a un nivel superior.
“Hay temas, hay invitados que incomodan. Pero es nuestra obligación tratar de llevar a la audiencia la mejor y más exacta información de lo que ocurre. Insistí en algo que he dicho en varias ocasiones, no hago el programa que quiero, hago el programa que puedo. Y la audiencia desde hace tiempo aprendió a leer entre líneas.
“Mi agenda no se vio demasiado alterada, mi rutina se mantuvo casi intacta. Radio, canal, familia. Profesionalmente es un reto más que se asume con responsabilidad y respeto para con la audiencia. Personalmente, probablemente, estemos viviendo ahora, marzo 2021, el momento más delicado, intenso, y preocupante de la pandemia desde su inicio en el país.
“Pasé de hacer mucho ejercicio antes de la pandemia, a parar por completo. Me hice más sedentario y me alimenté peor. ¿Consecuencia? Kilos, muchos kilos en poco tiempo. La preocupación por la salud me ha hecho activarme y comenzar un régimen alimenticio que comienza a funcionar. Los padres hemos tenido que ser más creativos para acompañar a nuestros hijos en esta dinámica de clases en casa, juego en casa, comida en casa, descanso en casa…
“Extraño la libertad que teníamos sin tapabocas. El abrazo con nuestra familia. La posibilidad de planificar algún viaje, aún con el aislamiento que nos ocupa. Espero que terminemos siendo una mejor versión de lo que éramos, sino qué sentido tiene. No quisiera ver a marzo 2020 como normal, al menos no en la Venezuela de marzo 2020.
“Es que la Venezuela de marzo 2020 no era normal. Estamos muy lejos de cualquier cosa que se pueda definir como normal en el mundo. Entonces, partiendo de esa realidad, sí, veo lejana la normalidad. Pero nuestra mente, la economía, el mundo necesita una dosis de normalidad. Sea lo que sea que eso signifique”.
Lorena González, investigadora de arte y curadora
“Pienso que el tema de la pandemia, profesional y personalmente, nos ha cambiado a todos. No obstante, siento que nosotros como gestores o promotores de las artes visuales en el país ya teníamos bastante tiempo pasando grandes incertidumbres. La pandemia, de algún modo, intensificó esa sensación de país en construcción constante, de tachaduras, y nos homologó con el mundo, que si en algo coincidimos ahora con todos los países es en la situación de vulnerabilidad en ese panorama inédito en el que la supervivencia inmediata es el orden del día a día. Creo que, a un año de la pandemia, esta situación nos ha obligado a repensar, a mirarnos otra vez, a ver cómo reconstruimos esos pasos y esos lugares en los que hemos cambiado tanto.
“Creo que durante la pandemia la plástica en Venezuela no se ha estancado. Yo he trabajado en Tiempos de espera, la exposición que hice con GBG Arts, y creo que allí hay un punto crucial: ya sabemos lo que es el tránsito por ese panorama pantanoso de la historia que se borra. En las últimas décadas el arte venezolano ha tenido un punto de acción importante en la recuperación de esas poéticas desvanecidas en un país completamente fragmentado. Aun así seguimos trabajando, tanto las galerías como los artistas que siguen delineando sus propios recorridos. Creo que si se habla de un estancamiento es uno a nivel general, porque nosotros cambiamos de un mundo a otro. Es decir, que el mundo y la obra de arte que conocíamos ya no es la misma y la forma de relación, sociabilización y todos los procesos humanos se han transformado contundentemente. Asimismo, las estrategias del arte van redirigiendo y reenfocando, tanto sus temáticas como sus trabajos conceptuales y su forma de traducir ese entorno urgente que nos rodea a través de las texturas pertinentes. Todo tiene un tiempo.
“Apreciar el arte a través de la pantalla de un teléfono o una computadora es diferente a la experiencia presencial. Creo que es un lugar en el que tenemos que comenzar a delimitar y crear el espacio justo para cada cosa. Todo lo que se da a través de la pantalla no es virtual, hay que diferenciar entre las obras de arte y las difusiones que podemos hacer a través de las redes sociales.
“La obra de arte virtual es aquella que utiliza las estrategias tecnológicas para que formen parte de su propio proceso de producción. Por ejemplo, en Tiempo de espera, que es una exposición que difundimos en redes sociales, la única obra de arte virtual que había era la de José Luis García, que es una pieza de realidad aumentada. El resto de las obras eran piezas que los artistas estaban trabajando y que focalizamos para consolidar en ese espacio de intercambio. De esa exposición aprendí que lo virtual no suplanta a lo presencial ni viceversa, simplemente son realidades diferentes y en la medida que comprendamos eso sabremos que son distintos los modos de aproximación o consolidación que debemos tener a la hora de difundir o encarar ese espacio.
“Sentimos incertidumbre general por cómo han cambiado nuestras relaciones humanas, por cómo nos vamos transformando. Creo que la relación del espectador con la obra cambiará porque los espacios son distintos, pero en ese ejercicio es donde debe estar el pulso correspondiente de qué diseñamos, cómo lo difundimos, para qué lo diseñamos y cómo generamos ese espacio de conexión. Por supuesto que el internet y las redes sociales son, como yo los llamo, pequeños paraísos vulnerables, esferas en las que se conectan determinadas personas. Creo que la virtualidad y la presencialidad tienen su espacio donde puede ser una potencia pero también un gran vacío.
“La pandemia es un problema grave tanto a nivel global como a nivel local, pero los problemas de las instituciones culturales venezolanas ya tienen bastantes años. Es decir, ya esa improvisación tiene mucho tiempo dándose en el país. Entonces, esta situación solo plantea escenarios muy áridos, contrario a generar esperanza. Siempre estamos en estado de alarma, estamos así desde hace mucho tiempo, todo lo que va del siglo XXI. Creo que el foco debería ser reunir la reestructuración de esas memorias que podamos hacer desde los distintos ámbitos en los que trabajamos. La labor de una institución en un país es resguardar esos contenidos y la labor de la institucionalidad del régimen ha sido desestabilizar esos contenidos. La batalla está no solo en el esfuerzo sobrehumano de querer hacerlo o solo en la queja, sino en la pequeña construcción.
“Lo más difícil de mi trabajo durante la pandemia ha sido la readaptación a un nuevo proceso crítico. Creo que los procesos de crisis venían estableciéndose en nuestro país desde hace mucho tiempo y de alguna forma hemos estado sosteniendo el buscar la manera de readaptarnos. Creo que lo más difícil en este momento es que uno se agota, hay que readaptarse muchísimo y creo que el contacto físico, el poder hablar, intercambiar con otro de una manera más cercana para mí ha sido lo más difícil. Extraño mucho el contacto de la obra presencial, así como extraño el contacto físico con mis amigos o mis alumnos”.
Sócrates Serrano, actor y psicólogo
“Creo que la vida nos ha cambiado y nos ha hecho valorar las cosas simples y sencillas, como el contacto con la gente, la posibilidad de fluir con los demás, dar un abrazo, la salud y la vida. Esta experiencia nos dejó, precisamente eso, dale valor a lo fundamental, lo sencillo. El verdadero lujo es estar sanos y vivos y poder.
“Durante la pandemia para mí no fue tan grave dejar de actuar porque hice algunos experimentos como una serie web, que nunca se concretó, pero que me mantuvo entretenido. Para mí no fue tan dramático dejar de actuar, además que también hice la experiencia de Amor de cuarentena. Busque diferentes alternativas y pequeñas rendijas para seguir actuando.
“Tuve covid-19, con la fortuna de que mi carga viral fue baja y que mi sistema inmunológico reaccionó poderosamente ante la enfermedad. Mis síntomas fueron muy fuertes e intensos a pesar de que fue leve y pude salir adelante. Yo viví la enfermedad con mucha paciencia, con energía positiva, fuerza y el apoyo de mi gente querida. Estuve aislado en diciembre, por lo que no pude pasar Navidad con mi familia. Entonces, mi 24 y 31 fue como el 8 de enero cuando pude salir del confinamiento.
“El año pasado hice tres funciones transmitidas vía streaming de la obra Terror que se hicieron desde el Trasnocho. Estar sobre un escenario después de tantos meses fue muy reconfortante; sin embargo, la sensación de estar allí con el patio de butacas vacío fue muy extraña porque es una contradicción hacer teatro en una sala vacía. Aunque recibí feedback de los espectadores que se conectaban, no es lo mismo que tener al público al frente.
“Los hábitos que cambié durante la pandemia son similares a los que cambiaron la mayoría de las personas: socializar, relacionarse con los demás, salir a reuniones. Aunque nunca he sido del tipo rumbero, disfruto más una buena conversación con un vino y compartir con amigos. Eso sí cambió en mi caso, conversar con amigos y reunirnos en sus casas. Mis reuniones han sido muy limitadas y puntuales y con mucha protección. Algo que se incorporó definitivamente a mi lista de hábitos tiene que ver con el tema de la comunicación virtual, también incrementé mi rutina de ejercicios. Eso me ha servido para canalizar la ansiedad y drenar el estrés.
“Lo más extraño de la época prepandemia es la libertad. La libertad para circular, la libertad para socializar, la posibilidad de estar en temporada de teatro y tener el feedback inmediato del público, salir de la función y hablar con las personas de tu personaje. Esa libertad para fluir y moverse la extraño muchísimo. También extraño la posibilidad de abrazar a la gente que quiero. Soy kinestésico, para mí es muy importante el contacto físico.
“Creo que los próximos meses serán muy similares a los primeros de 2020, porque los casos de covid se han multiplicado. Entonces, habrá más restricciones, dificultad para circular y que estaremos más limitados. Y, claro, esto traerá como consecuencia más estrés pandémico como el que ya estamos viviendo ¿Cuál es la diferencia? Que ya tuvimos una experiencia que nos ayudará a manejar con más herramientas esta situación.
“No sé si saldremos de esto siendo mejores personas, eso dependerá de cada uno de nosotros. Ojalá que la mayoría de las personas cercanas a nosotros aprendan lo positivo de esto. Creo que es una experiencia para ver hacia adentro y entender que lo simple es lo importante, que la compasión hacia el otro es fundamental y que si no trabajamos en equipo es muy difícil avanzar en el planeta que tenemos.
“Creo que hemos subestimado lo que nos está pasando y como no lo teníamos tan cerca como ahora, descuidamos las medidas básicas de bioseguridad. Ahora estamos sufriendo las consecuencias. La muerte por covid es una posibilidad contundente y real”
Rossana Hernández, actriz y directora de teatro
“Esta pausa que ha significado la pandemia me ha hecho detener la mirada en lo que realmente es importante. Me he dado cuenta de que hay muchas cosas innecesarias, también ha sido un tiempo que me ha permitido estar conmigo misma y trabajar en mí, porque he estado enfocada en mi formación. Esta pausa ha sido positiva porque me ha permitido reflexionar y descansar de ese ritmo vertiginoso de trabajo que tenía.
“En la pandemia todo fue muy complicado. Primero, adaptarnos a los ensayos virtuales, que son una posibilidad, pero como nuestra realidad en Venezuela es muy compleja, eso ha sido muy difícil. Por ejemplo, conseguir un horario en el que todos puedan ensayar, lidiar con el hecho de que alguno tenga problemas de conexión o que no tenga electricidad. Es bastante complejo trabajar en esas circunstancias. Los que nos dedicamos a este oficio somos gente muy persistente y nos mueve un deseo muy fuerte de seguir haciendo lo que hacemos.
“Creo que el teatro siempre encuentra una forma de manifestarse. Soy de las que piensa que hacer teatro no es solamente producir un espectáculo, por mucho tiempo me dediqué a leer, a aprender y en todas esas circunstancias yo sentía que estaba haciendo teatro. Es decir, siempre estoy haciendo teatro y todo lo que haga para mi formación va a contribuir en ello. Sobre las herramientas digitales, son una buena alternativa y por un tiempo también fueron la única. Esto nos exigió aprender a usarlas y sus códigos. En este tiempo se convirtieron en una forma para seguir trabajando, no solo para producir teatro, sino para formar.
“Las consecuencias de la pandemia para el sector cultural ya están. Lo que hemos hecho hasta ahora es, si nos ponemos a sacar cuentas, mínimo. Es cierto que el año pasado hubo un bombardeo de proyectos virtuales, pero si te pones a ver ahora, aunque si hay, no se compara con el año pasado. Desde que se decretó el confinamiento, la vida de todos los que nos dedicamos a esto se vio afectada porque no solo golpeó el bolsillo, sino que lo despareció. Por eso ahora vemos actores que han tenido que migrar a otros sectores para obtener algún ingreso económico.
“En este año cambié todo. Creo que nuestras estructuras se vieron fuertemente cambiadas y adaptadas a las nuevas circunstancias. Desde que salimos a la calle con nuevos elementos que no usábamos antes como las mascarillas, hasta nuestros horarios y lugar de trabajo. Todo eso ha ido integrándose a nuestras rutinas. Hace poco mi suegro cumplió años y todos teníamos que estar en casa con la mascarilla y distanciados. Todo fue muy extraño. Esto afectó por completo nuestra manera de vivir.
“Lo que más extraño de la época prepandemia es la presencia de los cuerpos, la relación con ellos, la convivencia, el encuentro, todo lo que eso permite. En estos últimos meses he estado ensayando de manera presencial y no es lo mismo. Estás usando una mascarilla, el actor sabe que hay un riesgo por el contacto y eso limita el acercamiento al otro. Antes de la pandemia uno procuraba ese encuentro e iba en pos de ello, querías tocar, abrazar, mirar al otro de frente y sin miedo; ahora todo lo que expele el otro es un enemigo y un peligro. También extraño el escenario, las tablas, estar frente a frente con el espectador, poder escuchar las risas del público y salir a la calle sin miedo, mis clases presenciales y hablarles a mis alumnos de la actuación y del teatro”.
Ollantay Velásquez, músico y director del sistema de orquestas
“A nivel profesional ha sido un proceso muy especial porque como músicos nuestra principal fuente de trabajo son los conciertos multitudinarios y, por razones obvias, no hemos podido hacer ninguno. He tenido que reinventarme para continuar expresando mi música través de clases online, grabaciones en casa. Es un proceso muy diferente al que estoy acostumbrado, pero es algo que está evolucionando, no solo en la parte musical, sino en muchos ámbitos de la cultura.
“La dinámica de ensayos cambió radicalmente y, lamentablemente, nosotros por ser una agrupación grande no hemos tenido actividades como solíamos tener todas las semanas: conciertos y ensayos. Desde que comenzó el confinamiento han sido muy puntuales las actividades que hemos realizado. Los ensayos han tenido que ser más cortos al igual que los conciertos, que solo han sido para transmitirlos vía online.
“Para un músico, en esta situación de confinamiento, es posible mantener su rutina de ensayos. Aunque más que una rutina de ensayos, es una rutina de estudio individual. Creo que este momento es una buena oportunidad para aprovechar el tiempo y perfeccionar el instrumento que sea que se toque, en mi caso el violín. Esa es una de las ventajas que hemos podido tener los instrumentistas en esta cuarentena.
“Antes de la pandemia era muy escéptico con las clases online; sin embargo, a medida que transcurre el tiempo y vas tomando experiencia, te das cuenta de que no es tan diferente. Claro, hay algunos detalles como el sonido, por ejemplo, o la conexión, pero con un poco de paciencia y astucia puedes lograr los objetivos que se alcanzan en las clases presenciales. Así que yo diría que la diferencia es muy poca, solo hay que tener claro el objetivo y ser muy dinámico.
“Espero que el regreso a los escenarios sea muy pronto porque nuestra principal fuente de alimentación es el público, los aplausos y toda la energía que conlleva tener personas presentes en la sala. Creo que si lo hacemos de una manera inteligente, quizá, comenzando por grupos pequeños y que cada integrante de la agrupación mantenga su distancia, podría ser posible retornar nuevamente los escenarios.
“Para mí 2020 fue un año muy importante porque nació mi hija y eso, por supuesto, cambió mi vida. La pandemia me dio la oportunidad de poder dedicarme casi las 24 horas del día a ella y ha sido maravilloso. En el aspecto profesional me ha permitido tomarme el tiempo de descubrir cosas nuevas como, por ejemplo, las clases online.
“Lo que más extraño de la época pre pandemia son los conciertos, poder tocar con mis amigos y compañeros de orquesta, pero sobre todo tener contacto con el público”
Carolina Wolf, bailarina del Ballet Teresa Carreño
“Cuando se decretó la pandemia en Venezuela nosotros estábamos ensayando porque teníamos una temporada muy cerca. En ese entonces, nos dijeron que no habría más funciones, pero que podíamos seguir ensayando en el teatro; sin embargo, luego nos dijeron que ya no podíamos ir más. Recuerdo que al día siguiente pasé todo el día en casa porque no sabía qué hacer, pero ya luego me dije que tenía que seguir entrenando. Al principio pensé que el confinamiento duraría solo un mes. Enseguida comencé a entrenar, busqué videos en YouTube de clases de ballet, pero no es igual, por supuesto. Ha sido muy difícil porque no es lo mismo ensayar en casa, el piso no es el adecuado, el espacio es pequeño y, aunque puedes hacer una parte del entrenamiento, no lo puedes hacer todo.
“Al principio hice varios encuentros vía Zoom con mi grupo de ballet, pero fue complicado porque el internet de algunos no funcionaba a veces o no todos se podían reunir a la misma hora. Para la danza es sumamente difícil hacer un ensayo así.
“Aunque tuve momentos en los que estaba muy desmotivada y en los que dudé si valía la pena seguir con esto, continué con mis ensayos y mis clases en casa. El año pasado estuve muy creativa haciendo videos de baile, pero como vi que esto se prolongó, me enfoqué en dar clases online y algunas presenciales. De igual forma, sigo entrenando porque siempre digo que mis clases de ballet, para mí son como una meditación.
“Un aspecto positivo de la pandemia y la virtualidad es que me ha permitido ver clases con muchísimos maestros en el exterior que jamás se me hubiese ocurrido que podría tomar una clases con ellos.
“Para un bailarín es posible continuar con su rutina de ensayos en casa; es difícil, pero no imposible. Por ejemplo, tengo una alumna en Yaracuy, donde sus padres instalaron en el patio de su casa un espacio para que pudiera hacer sus clases, incluso consiguieron una barra. Hay que adaptarse. Yo trabajo con niños pequeños y tienes que buscar la manera de explicarle cómo se van a colocar, me las he tenido que ingeniar para explicarles a través de cámara lo que deben hacer y lo he logrado. A veces me sorprendo de todo lo que he podido enseñarles de esta manera. Debo admitir que al principio estaba muy negada a dar clases online, pero llegó un momento en el que me dije ‘tienes que hacerlo’ porque no sabes cuándo terminará la pandemia. Sin embargo, no cambio lo presencial.
“Algo que noté desde que empezó el confinamiento es que no tengo el mismo tono muscular de antes, porque ya no tengo la misma rutina, y me canso más rápido porque al no estar ensayando como antes, no tengo la misma capacidad física. Obviamente hay cambios, mi cuerpo no está como antes.
“Extraño ensayar en un salón con el piso adecuado y las barras, incluso estar con otras personas en una clase. Pero lo que más extraño es ver una función con el público allí presente, porque la energía que te da cuando estás bailando es increíble. En el aspecto personal, extraño el contacto físico con mis familiares y amigos. Siento que hemos perdido mucha libertad y eso me ha afectado mucho”.
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