Mientras más malos y más fracasados parecieran ser más peligrosos. Me refiero a los enclaves de la internacional que agrupa a esos partidos que simbolizan lo que se conoce como el Foro de Sao Paulo y ahora camuflados en el llamado Grupo de Puebla que tuvo su origen en tierra mexicana. Es evidente que cuentan con muchos recursos para reinventarse, para salir de enredos, reponerse de golpes contundentes que aparentaban ser letales y escapar de las circunstancias adversas en la que parecían quedar atrapados por el resto de sus vidas.
La realidad nos saca de dudas o más bien nos despierta del ensueño que nos hacía dormir con algo de tranquilidad, creyendo que de verdad se había terminado la era del populismo más pernicioso que haya amenazado el presente y el futuro de América Latina. No sé si a esta resucitación continuada se le puede asimilar a la resiliencia en el entendido de que ese término encajaría para las personas, ciudades, etc., capaces de reaparecer en escena después de haber vencido adversidades.
Pero de lo que estamos hablando no son de las adversidades relacionadas con la pérdida de un ser querido o de un fracaso económico personal o empresarial. En este tema que analizamos se precisa que exgobernantes que fueron acusados, con pruebas, de incurrir en actos delincuenciales, en crímenes horrorosos y ocasionando con sus desafueros sufrimientos a millones de personas que antes habían confiado en sus manos las riendas de muchos países, ahora resurgen en la palestra pública como si jamás hubiesen “roto un plato” y pronunciando casi que los mismos estribillos con los que han logrado seducir a sus seguidores.
En Argentina los populistas que llevan años gobernando y condenando a ese país a una deuda «eterna», mientras sus “heroínas” se enriquecían, a costa de los fondos públicos, tal como lo prueban los hechos, incluso con imágenes patéticas como aquella en que se veían volar sobre muros sacos llenos de billetes. En Bolivia no esperaron siquiera que “el gallo cantara tres veces” para que reapareciera Evo y su corte a retomar las riendas de un país víctima de esas políticas en las que los falsos mesías se van apoderando hasta de la voluntad de luchar de los pueblos. Mientras que en Brasil se ve ahora la amenaza de volver a empinarse en las tribunas públicas a Lula Da Silva, quien fue el articulador de las operaciones de corrupción que dieron origen a los escándalos de Odebrecht.
Está a la vista de todos que tienen dinero, mucho dinero, de orígenes nada santos. Es claro que cuentan con respaldo de redes de comunicación muy poderosas y de un artilugio para lograr embelesar a la gente que los ha padecido y sin embargo reinciden en el error de confiar en quienes tienen en sus frentes la marca del fracaso más que comprobado en Cuba y Venezuela.
Ahora van por el intento de ponerle la mano a Ecuador, otra vez, mientras se van preparando para el gran asalto del poder en Colombia, en donde hay gente que, muy a pesar del espejo que tienen al ladito, no se ven hundidos en la miseria y la más escalofriante tragedia como la que se ve en Venezuela, de llegar a entregarle el Palacio de Nariño al señor Petro.
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