Marta Chilindrón es una artista contemporánea, nacida en Argentina en 1951, aunque creció en Montevideo, Uruguay, y se radicó en New York desde 1969, y allí vive y trabaja en la actualidad. La pintura fue su entrada al mundo de la creación, que después se desplegó hacia diversas ramas del arte. La última mitad de la década de 1970 estuvo estudiando en la State University de New York, graduándose en 1980. En el intermedio, durante los veranos de 1977 y 1978, participó como artista en residencia del taller de grabado que Liliana Porter y Luis Camnitzer habían fundado en un pequeño pueblo de Luca, Italia, llamado Valdottavo. Su interés por la pintura adquirió un carácter conceptual, y técnicamente la incursión en el grabado también tendría una manifestación concreta en su obra de la década de 1980.
Sus pinturas figurativas de finales de 1970 eran de carácter naturalista, sin embargo, tomó del grabado la idea de insertar una perspectiva distorsionada en la composición pictórica. Esto con el propósito de romper intencionalmente con códigos tradicionales de la pintura, a la vez que potenciaba una suerte de realidad alternativa, a medio camino entre lo racional y lo ilusorio, que causaba extrañamiento en el observador. Entre sus pinturas de aquellos años destaca su serie de Autorretratos, en los que nunca aparece su rostro, sino partes específicas de su cuerpo, o huellas sutiles de su paso por un sitio cotidiano o un espacio doméstico cualquiera.
Este mismo recurso de distorsionar la perspectiva lo llevó al plano tridimensional a partir de unas esculturas de madera que se asemejan a muebles, pero que no tienen una verdadera función utilitaria. Sus «muebles» problematizaban acerca de las categorías de la percepción visual, y anunciaban su inclinación por incluir el movimiento y la participación expectante del público con sus obras.
Julio Alpuy, artista uruguayo y antiguo discípulo de Joaquín Torres García, fue una personalidad artística muy influyente en Marta. En la década de 1990 ella estudió dibujo con él, y eso le insufló una predilección nueva por la geometría y la abstracción. Esto, junto a su colaboración extensa con el artista Eduardo Costa durante gran parte de la década en proyectos de intervención pública, influirían en una verdadera maduración en su carrera. El entendimiento de las infinitas posibilidades de la geometría, se integró a aspectos ya transitados o apenas esbozados anteriormente por ella, como la necesidad de hacer interactivas sus obras, y la capacidad de la geometría como herramienta para crear ilusiones ópticas.
De ahí que hacia finales de los años 90 comenzara a hacer sus esculturas plegables, mayormente en acrílicos transparentes. De pequeñas dimensiones, o de metros de largo, sus esculturas transformables parten siempre de la geometría, triángulos, cubos, conos que forman composiciones imaginativas y hasta fantasiosas, unidos entre sí por bisagras que le dan total movilidad a las caras de la escultura, permitiéndole descomponerse en muchos planos. En muchos casos, el público tiene la posibilidad de manipular las obras, modificando su apariencia y subvirtiendo sus ángulos y perspectivas.
La idea de producir obras casi «vivas» u «orgánicas» puede asociarse a los históricos Bichos de Lygia Clark en el Brasil de la década de los años 60, pero en este caso a partir de materiales mucho más dúctiles, y transparentes, lo cual permite una integración mayor de los diferentes planos visuales de la obra, desde un único punto de vista: básicamente, el espectador en una sola mirada puede abarcar varios planos de la obra simultáneamente. Así llama la atención Marta sobre la idea del movimiento, el cambio y lo dialéctico del mundo a través de reflexiones producidas por sus obras. Aquí ilustrada aparece una obra suya de 2004, una pieza en acrílico negro que, partiendo de una composición plana (cuando está doblado), puede modificarse y someterse a muchas posiciones que nos revelan sugerentes combinaciones de ángulos y posturas. Esta pieza formó parte de la exhibición Los Sitios de la Abstracción Latinoamericana, que organizamos en el año 2006-2007 en CIFO Art Space, Miami con curaduría de Juan Ledezma. La exposición ponía en valor el interesante diálogo entre artistas geométricos latinoamericanos, de los años 1940 a 1960, con otros más recientes, como es el caso de Marta Chilindrón, en la sofisticación y alcance del uso de la geometría como lenguaje creativo.
Quisiera invitarle a conocer más sobre otros ella y artistas contemporáneos de filiación geométrica, a través de mi canal de YouTube y mi website.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional