Las condiciones electorales deben ofrecer a todos los competidores las mismas oportunidades de ganar o perder, sin ventajismos a favor de alguno de los candidatos o partidos. Implica imparcialidad de los medios de comunicación públicos, no utilización de recursos del Estado a favor de una parcialidad política, regulación de las campañas electorales, fiscalización del origen de los gastos y observación internacional. En Venezuela se despliega una permanente persecución, encarcelamiento y exilio forzoso de líderes de la oposición, se abusa de la inhabilitación política para sacar de la contienda a candidatos ganadores, se ilegalizan partidos políticos o se les despoja de los nombres y símbolos para entregárselos a disidentes que le hacen el juego al gobierno.
Ciertamente, las condiciones electorales son muy desventajosas, pero no anulan la enorme ventaja que otorgan las favorables condiciones políticas derivadas del 80 % de rechazo a los candidatos del gobierno. La fuerza electoral del chavismo viene cayendo, el malestar nacional continúa creciendo, pero la oposición se sigue absteniendo. En las presidenciales que se convocaron en 2013 luego de la muerte de Chávez, Nicolás Maduro casi pierde con Henrique Capriles: obtuvo 7.587.579 votos frente a 7.363.980. La diferencia fue de apenas 223.599 votos. A partir de entonces, el caudal electoral del oficialismo se debilita. La dinámica entre las presidenciales de 2013 y 2018 revela que el voto de Maduro baja en números absolutos, pero aumenta en números porcentuales: en 2013 sacó 7.587.579 votos equivalente a 50,51% y en 2018 sacó 6.248.265 votos, equivalente a 66,51 %. Esto lo explica la abstención de la oposición.
Las ventajosas condiciones políticas pueden ser más decisivas que las desventajosas condiciones electorales, siempre y cuando se haga el trabajo de organización política para capitalizar electoralmente este enorme descontento. Pero la dinámica del voto opositor entre las Parlamentarias de 2015 y 2020 es catastrófica: se derrumba en números absolutos y se hunde en números porcentuales debido a que los partidos más importantes decidieron abstenerse y los que participaron se presentaron divididos. La oposición venezolana no logra capitalizar electoralmente el enorme rechazo al gobierno porque se abstiene o postulan varios candidatos que dispersan los votos, facilitando el triunfo de los candidatos oficialistas que a lo sumo mueven 20 % de los votantes.
Muchos dirigentes de la oposición venezolana, en vez de sudar la camiseta y gastar la suela recorriendo el país para movilizar electoralmente a la ciudadanía que quiere un cambio de gobierno, siguen esperando que su ascenso al poder sea el resultado del endurecimiento de las sanciones y de una mayor presión internacional. No celebran primarias para elegir los candidatos unitarios, no organizan su maquinaria electoral, no preparan los testigos que defenderán los votos, no arman una fuerza de propaganda que promueva los candidatos. Siguen desconectados del sentir nacional y, en vez de ofrecer al país opositor opciones de organización política, deciden abstenerse. Y desde la contemplación pasiva de quienes se abstienen, nuevamente se allanará el camino para que los candidatos del oficialismo ganen.
La intervención internacional, lejos de contribuir a unir a la oposición, lo que ha hecho es dividirla aún más. “Debido a su rol en actos y decisiones que socavan la democracia o como resultado de graves violaciones de derechos humanos”, la UE sancionó a 19 funcionarios venezolanos entre quienes figura un rector de la oposición en el Consejo Nacional Electoral y dos diputados de la oposición que fueron considerados como cómplices de una farsa electoral montada por el régimen. Muchos líderes sociales con arraigo popular que se quieren postular y pueden ganar, han decidido inhibirse por temor a ser sancionados e incluidos en una misma lista junto a funcionarios acusados de violar derechos humanos.
A fin de lograr candidaturas unitarias para las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes, lo que el 80 % de venezolanos que rechaza al gobierno de Nicolás Maduro espera de la comunidad internacional no es una clasificación de la oposición en auténtica oposición, supuesta oposición y alacranes, sino una mediación eficaz que facilite el entendimiento, no solo entre el gobierno y la oposición, sino también entre las diferentes corrientes de la oposición, incluyendo a los factores de izquierda que se desmarcan de la coalición gobernante del Gran Polo Patriótico,.
Pero la UE no reconoce la Asamblea Nacional electa en las parlamentarias de 2020 y, siendo coherentes, tampoco reconocerá sus actos. Esto anuncia un inminente desconocimiento, tanto del nuevo CNE cuya elección está en marcha, como también de las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes previstas para diciembre de este año. La unidad de la oposición no se logrará exacerbando las descalificaciones entre los diferentes partidos y dirigentes, ni desconociendo cada elección que en Venezuela se realice. Eso no ayuda a retomar la ruta electoral ni a reconstruir la confianza en el voto para aprovechar unas favorables condiciones políticas, mucho más decisivas que las desventajosas condiciones electorales.
@victoralvarezr
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