Pocas veces sucede que la admiración por una mujer sea por atributos como su valentía. Es más usual encontrar causas como la sabiduría en Marie Curie, la sensibilidad de la Madre Teresa, la tozudez de Margaret Thatcher o el arte de Teresa Carreño. También el patriotismo de Luisa Cáceres de Arismendi, el costumbrismo de Conny Méndez, la pasión de Dolores Ibárruri o los cariños de cualquier buena madre, amante de sus hijos. Pero tal vez esta extraordinaria mujer ha tomado para sí los versos del poeta Andrés Eloy Blanco y siente por todos los venezolanos, como hijos de su patria, la responsabilidad de defenderles ante la pérdida de sus derechos, su libertad y se arroga un algo de cada una de estas cualidades para transformarse en la guerrera que, como Juana de Arco, enfrenta sin temor las continuas y canallas amenazas que los gerifaltes rojos le destinan para intentar silenciar su discurso, que aturde por contundente.
Diosdado Cabello, desde la presidencia de la Asamblea Nacional, logró arrebatarle la investidura de la representación oficial del pueblo, solo para levantarla en un pedestal más elevado. Siempre continuó fiel a sus representados y no apagó su voz ni en Venezuela ni en el resto del mundo. Hoy está más calificada por su vivencia que por un fuero irrespetado y vilipendiado por los representantes del engaño a la democracia, como son los fracasados golpistas que hoy violan nuestras leyes y Constitución para mantener el poder en sus manos.
De nuevo hemos conocido de las vergonzosas canalladas del régimen cuando vilmente intentan callar esa voz valiente que denuncia el saqueo a nuestras riquezas minerales, a esa región que pareciera cargar con el peso de alguna maldición para que los pillos sean sus mandamases y exploten a bienes y humanos con total ausencia de honestidad sin parangón.
María Corina, desde muy joven, entendió los peligros de la ruta que trazaba el socialismo del siglo XXI. Fue de la primeras en advertir que un Consejo Nacional Electoral, presidido por Jorge Rodríguez o Tibisay Lucena, nunca sería transparente y siempre daría paso al fraude para mantener la visión del eterno gerifalte de conservar el poder hasta 2021 o más, pues nunca sabremos si en privado repitió el comandante la frase de Adolfo Hitler cuando prometió el “reich milenario”.
María Corina fundó y dirigió una extraordinaria organización veedora de los procesos electorales, Súmate, que lamentablemente nunca tuvo el respaldo de las fuerzas opositoras, ni de la sociedad civil. Hoy esa organización es referente de cómo y qué hacer para conservar vivas las democracias.
María Corina bien podría cambiar su nombre por el apodo “María Valiente”, pues una vez más se enfrenta a las mefistofélicas fuerzas del régimen de Maduro y levanta su voz para continuar la denuncia, pero también para acompañar a tantos miles de compatriotas que cruzan las fronteras en búsqueda de la seguridad perdida, de la salud pública olvidada, de unos alimentos para calmar el hambre de los niños, y en esa cruzada pide ayuda a otros gobiernos para que este éxodo sea acogido con la necesaria solidaridad allende nuestras fronteras.
Junto con María Corina, es tiempo de recordar el extraordinario papel que han desempeñado y desempeñan las mujeres venezolanas en la formación de nuestra nación, pues ellas son el faro que guían a buen puerto a ese buque amenazado entre arrecifes como la pérdida de la soberanía o de los bajos de arenas de la corrupción y las riquezas fáciles.
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