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Un Mundo de Aldeas: La diversidad

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Continuamos nuestras reflexiones sobre el tránsito de las ciudades hacia aldeas en el curso de los próximos 50 años.

Ahora Venezuela confronta muy graves problemas de emigración y discriminación hacia su gente emigrada. Gente emigrante que, con pocas excepciones, van a ser discriminados y a subsistir de la caridad internacional o de empleos muy bajos.

El gobierno y su régimen, causantes de ese desastre, que se agrega al desastre general interno y a la pandemia, no menciona el tema como tampoco lo informa o da estadísticas que lo reflejen.

La diversidad no solo nos refiere a las diferencias o exclusiones sociales. En ella está la sensibilidad y disposición a percibir y procesar lo que no está en continuidad con lo que ya somos o sabemos. Es un valor propiamente humano.

Las personas, los grupos, las clases, las instituciones -sobre todo las educativas- van construyendo su concepción de la diversidad y de los diversos y su eventual discriminación o inclusión. Modos de percibir y ubicar a los otros dentro de sus propias maneras de ser y tradiciones. La comprensión de la diversidad es un valor ético que, como todos ellos, se construye en su ejercicio. Comprendo y aprendo a vivir con otros que no son como yo, pero que me son necesarios.

Un estudio cuidadoso, que atienda a la diversidad, seguramente encontrará, incluyendo los ambientes educativos, que hay correspondencia entre la “pinta” o apariencia de la gente y su pobreza o trabajo.  Hay una gama de colores y aspectos que ubica socialmente ciertos rasgos fisonómicos dialectos y modales con la pobreza. Los resabios de la esclavitud y la servidumbre indiana permanecen en las disposiciones valorativas de buena parte de la gente. Una suerte de colorímetro, con frecuencia muy agudo, puede ubicar a un candidato negro, trigueño, aindiado… como “buen partido” para el matrimonio o el trabajo.

La guerra de independencia y los sucesivos batidos poblacionales de las décadas siguientes: las migraciones petrofílicas, las inmigraciones europeas luego de la II guerra mundial, incluyendo algunas propiciadas por programas oficiales, han disminuido la existencia de líneas o contornos racistas e incrementado el mestizaje. En Venezuela el racismo tal vez sea menor que en otros países americanos. Pero ello aún persiste.

Más allá de las discriminaciones étnicas y de género, hay muchas otros rasgos y actitudes que muestran poca o ninguna comprensión de la necesaria diversidad. En la política y en las ideologías no se tolera la diversidad, y el otro es ubicado como enemigo en ambientes reforzados con símbolos mágicos y religiosos, en extremos que con frecuencia llevan a la violencia y a la guerra. Graves limitaciones para la profundización de la democracia.

La diversidad va mucho más allá de la justicia: es la necesidad y percepción del otro como igual y a la vez diverso. No es cosa de la tolerancia, que es en sí una reafirmación hipócrita de la propia superioridad. La diversidad abona la creatividad, el mundo de las soluciones y la importancia de autoevaluarse por el contraste con el diverso.

Pervive con fuerza la discriminación por género. Hacia la mujer hay agresivas postergaciones en los cargos y oficios, en las tareas domésticas, en las obligaciones derivadas de la paternidad y estabilidad familiar, en los mitos de la virginidad… Los oficios domésticos son “cosas de mujeres”.

No obstante, hay cambios y logros. Lo digital y la conectividad, de intensidad obligada por la pandemia, han abierto el campo hacia lo desconocido, entre ello lo que podemos llamar incógnitos digitales. Personas con las que podemos trabajar, comunicar y obtener información u opiniones sin saber de sus peculiaridades, sexo o fisonomía. Es un mundo de posibilidades y riquezas, culturales o económicas, que salta la posible discriminación y se abre a la inclusión.

En la aldea

La estabilidad poblacional, el espacio y la proximidad entre la gente hacen más notable la diversidad, por lo que es más posible su comprensión y convivencia. La vida y las actividades compartidas además de variar, se enriquecen. La continuidad con la naturaleza es más posible. La contaminación se reduce y se hace más posible protegerse, aislándose contra otra plaga o pandemia venida de otra parte.

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