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Camino a casa

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Imagina por un instante que no tienes país. No en términos emocionales, y más allá de la sensación de no poder reconocer en la nueva realidad aquella sociedad en la que encontrabas ciertos códigos que te daban ciertas certezas. No, imagina no tener un país en términos prácticos, en tener la certeza que el Estado no te protege, en donde no existe una red de apoyo institucional, en donde incluso el derecho a tener un documento que demuestre tu identidad no está garantizado. Imagina no tener un país en el que al llegar te sientas seguro, en el que vivir implica enfrentarse a la pregunta recurrente del quedarse o irse, en el que la vida termina estando marcada por planes “B”.

Una persona que no haya vivido la circunstancia de no tener un país en términos prácticos poco puede imaginar el grado de incertidumbre que eso implica. Quedarse es intentar sobrevivir, abrazarse a la esperanza de que habrá un cambio más pronto que tarde, o terminar mimetizándose con la nueva realidad. Irse por lo general es un salto de fe, en el que las expectativas de lo que se puede ganar superan la realidad de ver como poco a poco se va sucumbiendo. En uno y otro caso no hay vuelta atrás, al que le van pasando los años permaneciendo en el país se le hace más difícil irse, al que se va el regresar le parece cada vez más una posibilidad lejana.

Una de las consecuencias a las que se enfrenta alguien que se ha quedado sin país en términos prácticos es que sus decisiones tendrán consecuencias más profundas que aquellas que pueda tomar alguien que sí tiene un país. Mientras haya un Estado que proteja, con un conjunto de instituciones que sirvan de piso, y en general una red de apoyo, el riesgo de cada decisión se reduce sustancialmente. Por el contrario, una persona que no cuenta con ese conjunto de condiciones se enfrenta con mayor frecuencia a decisiones que pueden cambiar de manera mucho más profunda su vida. Para muchos quienes se han quedado huérfanos de país las decisiones cotidianas pueden llegar a ser de vida o muerte.

Esa es la realidad a la que se enfrentan millones de emigrantes en todo el mundo, en especial aquellos que huyen de conflictos armados, crisis económicas, desastres naturales, y de todo un conjunto de circunstancias que desestabilizan su vida. El ser humano necesita estabilidad, le urge tener ciertas certezas, reconocer que si bien hay incertidumbre en general puede visualizar el futuro. Claro que los eventos fortuitos existen, que nadie puede tener certeza absoluta sobre su porvenir, pero en el caso de quienes emigran forzosamente esa certidumbre es prácticamente inexistente. Emigrar de manera forzada es una de las pruebas máximas a la capacidad de tomar decisiones con altos niveles de incertidumbre.

Esta es la realidad de millones de personas en todo el mundo, con mayores o menores niveles de dramas personales, todas se enfrentan a un elemento común: la incertidumbre. Hay países, y en general muchas personas, que logran comprender esta realidad y tratan por todos sus medios de brindar apoyo. Los organismos multilaterales también hacen grandes esfuerzos por aliviar la carga de quienes emigran de manera forzada. Pero, junto a todas estas iniciativas, quizás aquellas que deberían ser prioritarias son las que le den mayores certezas a quienes emigran, y de ahí el gran valor de las medidas que han tomado los gobiernos de Estados Unidos y Colombia con los emigrantes venezolanos.

Quien emigra de manera forzada está dejando atrás su casa, adentrándose en un largo camino de incertidumbres, en el que al final lo que busca es encontrar un nuevo lugar en el cual sentirse seguro. Ante esa realidad cualquier iniciativa que le dé mayores certezas a esas personas estará apuntando al corazón del problema, les estará brindando un apoyo invalorable. Sí, las medidas de alivio inmediato son importantes, pero es cierta estabilidad la que le permitirá al emigrante volver a pensar en el futuro, en salir del laberinto de infinitas decisiones que lo van consumiendo. Quien emigra de manera forzada se lanza al vacío, reducir en la medida de lo posible la incertidumbre que eso representa es fundamental.

@lombardidiego

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