Desde 2014 el artista marabino Ángel D. Leiva había tenido interés por participar en el Premio Eugenio Mendoza, pero aún no era el momento. Es 2020, un año marcado por la pandemia y de mucha reflexión para él, que le procuró el tiempo para madurar una idea y finalmente postular su proyecto al galardón que reconoce el arte emergente en el país desde 1981.
El jurado, compuesto por Diana López, Carmen Alicia Di Pasquale y Ricardo Antonio Báez, seleccionó su obra Histeria de la historia (algunas características de las variables aleatorias), una instalación de bloques de papel apilados, como la ganadora del Premio Eugenio Mendoza.
“Al adentrarse y detenerse en procesos que por ser opuestos se deberían excluir en función de la normalización de la vida, esta obra se conecta de manera especialmente sentida con la realidad del país y llama la atención sobre algo tan difícil como es habitar la paradoja, o, como el mismo artista dice, los dualismos caos-orden, pasado-futuro y creación-destrucción”, dice el veredicto.
Para Leiva el galardón significa una responsabilidad. “Tengo que aprender más, madurar más. La responsabilidad es con mi obra, sobre todo”, indica. Con este reconocimiento, ganó una residencia artística en Lugar a Dudas, en Cali, Colombia. Inicialmente sería por tres meses, pero debido a la pandemia del covid-19, solo pueden permanecer dos meses.
Los otros ganadores fueron Analy Trejo por su obra Refugios, que fue merecedora de la Mención Artista Emergente de la Embajada de España en Venezuela, y con la que obtiene una residencia artística en PACA_Proyectos Artísticos Casa Antonino en Gijón, España; y Ana Mosquera por Isla Decepción, merecedora de la Mención Carmen Cordovez Crespo, otorgada por la galería Henrique Faría Fine Art.
El Premio del Público, que otorga una beca completa para el Diplomado de Arte Contemporáneo de la Sala Mendoza y la Universidad Metropolitana, se realizará por redes sociales.
12 finalistas
La participación de Ángel D. Leiva inició el 30 de noviembre del año pasado. Un grupo de curadores, dos extranjeros y dos venezolanos, seleccionó los 12 finalistas -tres cada uno- que conforman el salón entre 152 proyectos postulados de artistas menores de 40 años.
“Recibir más de 150 proyectos de artistas venezolanos fue un gran reto para mis colegas y para mí, que teníamos la responsabilidad de escoger los artistas que formarían parte de la edición número 16 de un salón que ya es parte de la tradición en el circuito del arte contemporáneo en el país y les ha brindado grandes oportunidades a los artistas jóvenes para su crecimiento, sus prácticas artísticas”, explica Ileana Ramírez, una de las curadoras venezolanas.
“En más de 150 propuestas hay un catálogo interesante de artistas dentro y fuera de Venezuela y eso es estimulante para pensar en una nueva generación. Y lo digo con doble sentimiento porque es de las generaciones más huérfanas en cuanto a formación pues prácticamente las escuelas de arte han desaparecido en el caso de Venezuela; son artistas que se están formando con los recursos que tienen a su alcance, o simplemente que están desarrollando a solas en sus casa talleres”, agrega.
Ramírez, directora del portal especializado en arte Tráfico Visual, escogió a José Luis Castro, Angel D. Leiva y Analy Trejo. Manuel Vásquez Ortega, arquitecto, curador y docente de la Universidad de Los Andes seleccionó el trabajo de Leonardo Almao, Jesús Briceño y Jonathan Lara. Ana Berruguete, curadora y docente española, escogió a Zahira González, Azalia Licón y Siul Rasse; y Lucas Ospina, curador, artista y docente colombiano, a Rossana Bermúdez, Ana Mosquera y Armando Rosales.
“Es una propuesta que consideré en mi selección desde el primer instante que la conocí. En la obra de Ángel se aborda un planteamiento acerca de las interrogantes más profundas del ser humano en nuestro contexto. El cambio, la transformación, la acumulación para alcanzar un nuevo lugar de pensamiento, aun en circunstancias realmente complejas, pero desde un lugar de avance y naturalidad que va a contrapelo con la propia personalidad del artista”, dice Ramírez con respecto a la obra ganadora y que seleccionó como finalista.
Entre la acumulación y el desapego
Ángel D. Leiva tiene 37 años de edad. Su aproximación al arte comenzó desde pequeño; en su familia siempre estuvo presente el hecho creativo. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad del Zulia (LUZ) y realizó un intercambio estudiantil en Hochschule für Kunste im Sozialen en Ottersberg, Alemania.
La obra ganadora, Histeria de la historia (algunas características de las variables aleatorias), está hecha de bloques de pulpa de papel apilados. Desde hace unos cinco o seis años aproximadamente ha venido realizando pruebas con este material y la idea la estuvo trabajando desde hace año y medio, previo a la pandemia.
“Cuando hago la obra no pienso en el mensaje que quiero dar. Estoy dando algo, sin duda, pero pienso más bien en los mensajes que se me presentan a mí, reflexiones. Yo hago reflexiones sobre la acumulación, el consumo llevándolo a un plano social. Pero no pienso como ‘quiero darles un mensaje a las personas’. Me interesaba ver como pilas de papel gigantes. Quería trabajar la materia, entonces tenía el proyecto, apareció la convocatoria y lo definí: cómo sería su apariencia, dimensiones…”, explica sobre su obra.
“Trabajo con materiales de los que quiero desprenderme, con el desapego. Son materiales que tienen una carga emotiva, que pertenecen a mi familia o a mí y tienen una cantidad de tiempo conmigo, que he ido acumulando o que se me presentan. Si yo hago, por ejemplo, una obra con pintura blanca es porque esa pintura llegó a mí, no porque yo haya pensado en comprarla”, agrega.
Y, aunque en ese sentido tiene un elemento ecológico, señala que no es lo principal de su obra. “El trabajo tiene que ver con la memoria y el archivo. Pero al mismo tiempo tiene que ver con lo oculto, con lo que nunca se va a saber de esas historias. Tiene una carga o digamos un interés con el lenguaje y eso se nota un poco en los títulos que yo utilizo, esas ambigüedades, esos vaivenes”, indica.
“Creo que de cierta manera soy obsesivo y me gusta el orden, pero crecí en una ciudad caótica, aunque el mundo es caótico en sí, una ciudad más que otra, también estoy en un país en el que se vive en una suerte de caos. Mi manera de sobrevivir a tantos elementos era ordenando, pero ahora es lo contrario. He podido sacarles provecho a todas esas cosas y afectando también las cosas. Es un método de afectación, de aprendizaje y de entendimiento para mí”, añade.
Reabrir una galería desde Madrid
La Sala Mendoza cerró sus puertas en marzo del año pasado, como todas las instituciones culturales del país, por la pandemia de covid-19. En ese momento recién inauguraban la exhibición de la edición 15 del Premio Eugenio Mendoza con los 12 finalistas y los ganadores: Malu Valerio, Dianora Pérez-Montilla y Cristian Guardia.
Toda su actividad, desde entonces, fue virtual y dedicada a la oferta educativa. Realizaron cursos y talleres gratuitos, así como seminarios y clases magistrales con personalidades reconocidas en el mundo artístico. Mantuvieron, además, el Diplomado de Arte Contemporáneo, coordinado por Humberto Ortiz, y el Diplomado de Arte Contemporáneo Latinoamericano, coordinado por Lorena González Inneco. Dos ofertas educativas que previo a la pandemia estaban en estudio para dictarse a distancia y que el panorama excepcional obligó a adelantar.
Desde febrero el régimen indicó que el sector cultura podía trabajar dentro del esquema 7+7 (una semana de cuarentena radical y una semana de flexibilización). Ante el anuncio, la galería ubicada en la Universidad Metropolitana se preparó para abrir sus espacios y recibió el 6 de marzo la exposición de la edición 16 del Premio Eugenio Mendoza, con museografía de Ariel Jiménez.
Su directora desde 2011, Patricia Velasco, se encuentra en Madrid desde el año pasado. Viajó a la ciudad española a hacer nuevas alianzas para la galería y desde allí continuó con su gestión. “Ha sido un trabajón”, dice, pues todo su equipo está en Caracas y ella cinco horas por delante. “El Premio Eugenio Mendoza es el proyecto expositivo más importante para nosotros, porque supone la posibilidad de hacer un salón en un país donde ya no hay salones de confrontación de arte emergente”.
“Gestionar este galardón es mucho trabajo y en tiempos de pandemia es una verdadera proeza. Es un reloj suizo del que no puede fallar una tuerca y fallan 10. A los problemas globales se le suman los locales. La sala no está cerca, no puedes tener mucho personal de montaje, no puedes tener a todos los artistas montando al mismo tiempo, muchos de los seleccionados eran del interior del país, casi la mitad, de Maracay, Valencia, Maracaibo, La Guaira. Trasladarse es complicado, conseguir los materiales para montar es difícil. Ha sido una gestión complicada”, indica.
Tener el visto bueno para abrir durante las semanas de flexibilización significa continuar caminando sobre incertidumbres. La inauguración inicialmente estaba prevista para el 27 de febrero, pero esa semana que, al principio seria radical, fue decretada como flexibilización, producto de las festividades de Carnaval, lo que hizo que se rodara el calendario.
“Nos acogemos a eso, al esquema, con un horario restringidos. Pensamos abrir de 9:00 am a 3:00 pm y si alguien quiere hacer citas, se harán. Al estar nosotros lejos, no creo que llegarán masas de gente. La sala es grande y amplia y se puede controlar el aforo. Una semana abriremos, otra semana cerraremos y seguiremos con todas nuestras actividades online porque somos conscientes de que no podemos reunir a muchas personas. Las actividades, promoción y difusión serán básicamente en términos de encuentros digitales”, agrega Velasco.
Y aunque la pandemia aceleró los procesos de digitalización que ya se venían realizando, la directora de la Sala Mendoza considera que una experiencia no sustituye a la otra. “Podemos hacer recorridos, exposiciones virtuales, encuentros, mostrar las imágenes con en un Live o un Zoom, y hacer experiencias digitales, pero la conexión que da la presencialidad no lo da, a mi juicio, las plataformas digitales. La digitalización te acerca y te aleja. Te aleja de la experiencia estética y de la exposición, de la conexión con el arte, pero en la parte formativa nos ha acercado con personas del exterior, así como de las regiones del país, más allá de Caracas. Es paradójico”.
Añade: “Ahora se da la misma discusión del libro, si el digital va a sustituir el físico. ¿Las exposiciones digitales en el ámbito de las artes visuales van a sustituir la experiencia en las galerías, los museos? Yo creo que no. Los tiempos nos exigen montarnos en la tecnología, pero creo que tienen que ir paralelos. No voy contra esas experiencias, porque tienen sus virtudes y una capacidad de acción y amplitud, puedes ver que están exponiendo en el MoMA o en cualquier museo del mundo y eso nos acerca, difumina barreras, pero no es lo mismo ver un Chagall en la pantalla que estar frente al cuadro”.
Este 2021 la Sala Mendoza celebra 65 años de promoción y difusión del arte contemporáneo en el país. Aunque es pronto para señalar actividades relacionadas con la efémeride, la directora adelantó que ofrecerán un Diplomado en Estéticas y Teorías del Arte, coordinado por Sandra Pinardi.
También planean un fondo para la formación de artistas tanto locales como aquellos venezolanos que forman parte de la diáspora. “Queremos trabajar por los nuestros que están afuera buscando oportunidades”, dice.
En planificación, además, está la presentación de los 65 años de historia de la galería a partir de sus archivos que están resguardados en el centro documental.
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